En Merindades contamos con un gran número de necrópolis excavadas en roca y cuya datación exacta sigue planteando en la actualidad serias dificultades, derivadas de que en la mayor parte de ellas solo han llegado hasta nuestros días la talla en la roca. Por ello resultan especialmente interesantes analizar los escasos ejemplos que han sido excavados arqueológicamente y en los que se han encontrado las sepulturas intactas.
La necrópolis altomedieval de San Juan de La Hoz en Cillaperlata es uno de estos casos. Situada al lado del antiguo monasterio paleocristiano de San Juan de la Hoz, precursor del de Oña, está compuesta por 82 tumbas excavadas en la roca. Durante los años 1979-1986 se realizaron excavaciones arqueológicas en 74, recuperándose un total de 67 individuos: 37 hombres, 22 mujeres, 5 niños y 3 indeterminados. Fueron datados por las directoras del yacimiento como correspondientes a un amplio período histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo VIII y el siglo XI, que coincide con los años que transcurren entre la fundación histórica del monasterio en el 790 (se han encontrado restos visigodos por lo que su origen es casi seguro que es anterior) y su subordinación al cercano monasterio de Oña fundado en el 1011.
Llama la atención el escaso número de individuos infantiles encontrados y la especial prevalencia de enfermedades artrósicas, caries y, en menor medida, callos de fractura (fracturas óseas no tratadas correctamente) en huesos de la clavícula y costillas. Se trata de una población homogénea, sedimentaria y estable, cuya economía fundamental era la agrícola y en la que no se observan signos indicativos de catástrofe natural o artificial (epidemias, hambre, guerras, etc.) (Martinez, Nieto, Díez y Ulla, 1992).
Tal vez más interesante que el análisis paleopatológico sea el análisis de los ritos funerarios que pueden deducirse de los numerosos restos encontrados, que nos acercan al mundo de las creencias en esa zona tan especial que rodea al castellum tardorromano y visigodo de Tedeja (Trespaderne).
ORIENTACIÓN DE LAS TUMBAS
Lo primero que llama la atención es la orientación de las tumbas. Todas ellas están orientadas con la cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este, siguiendo un patrón común al resto de necrópolis altomedievales de la zona. Esta orientación puede deberse a una pervivencia del culto solar en relación con la muerte, ya que la puesta del sol señalaría la región de los muertos. Pero también puede ser un rito eminentemente cristiano al situar la cabeza mirando hacia Jerusalén, hacia la luz de la verdadera vida.
Sin embargo, las tumbas no se sitúan en un eje oeste-este perfecto, sino más bien siguiendo un patrón NO-SE, lo que proporciona datos acerca de la época del año en que fueron construidas. En efecto, dado que el sol únicamente se oculta por el oeste exacto en los equinoccios y que durante el resto del año se desplaza más hacia el norte o hacia el sur de este punto cardinal, los arqueólogos llegaron a la conclusión de que este tipo de tumbas excavadas en piedra fueron hechas evitando los meses de más calor y de mayor frío, concretamente entre febrero-junio y agosto-noviembre (Andrio, Loyola, Martínez y Moreda, 1992).
LIBACIONES Y MONEDAS
Otros datos sumamente interesantes son que en varias de las losas de cubierta halladas se encontraron pequeños orificios circulares a la altura de la cabecera destinados a la antigua costumbre romana (pagana) de hacer libaciones al difunto. Además, en las tumbas situadas en el interior del templo románico superpuesto al visigodo, se encontraron monedas colocadas en las manos de los difuntos, siguiendo también un ritual o costumbre pagana.
Cuando se habla de paganismo en este yacimiento debemos asociarlo no con creencias prerromanas sino con los rituales funerarios romanos anteriores al cristianismo. El ritual funerario característico de los pueblos prerromanos de la zona (cántabros y autrigones) fue la incineración. En la antigua Roma coexistieron los dos principales ritos funerarios: la inhumación y la incineración, aunque con el ascenso del cristianismo la inhumación fue adquiriendo una mayor importancia y todo apunta a que hacia el siglo II dC la incineración deja de utilizarse en todos los rincones del imperio.
Las libaciones consisten en ofrecer bebidas de diverso tipo a los dioses o a los difuntos. Fue una costumbre común en las religiones griega y romana. Procopio, mártir de Palestina, fue uno de los primeros cristianos en oponerse públicamente a esta costumbre y fue por ello decapitado en el 303 dC. En el 390, el emperador Teodosio (nacido en la Gallaecia) prohibió expresamente las libaciones aunque este rito siguió estando vigente en las religiones judía y musulmana con pruebas arqueológicas de que en plena Edad Media se seguían realizando libaciones a los difuntos enterrados en necrópolis hispanas de la época. Nada hace sospechar que la necrópolis de San Juan de la Hoz acogiese a miembros de estos dos colectivos por lo que solo caben dos explicaciones alternativas: 1. O la necrópolis es más antigua de lo que afirman sus excavadoras, o 2. Cillaperlata conservaba en el siglo VIII una población aislada de personas que seguían aferradas a creencias y tradiciones de hace siglos, de cuando la zona estuvo fuertemente romanizada como parte del discutido “limes interno” o línea fortificada romana que discurría al menos desde Mave (Montaña Pelentina) hasta Buradón (Conchas de Haro) y que servía para vigilar a los cántabros del norte y tener aseguradas las zonas más romanizadas del Alto Ebro.
La aparición de cuerpos con una moneda en la mano es otro elemento a destacar y cuyo sentido e interpretación resultan más complejos. En la antigüedad griega y romana era costumbre colocar una moneda en la boca o en los ojos del difunto para pagar al barquero Caronte en su viaje al reino de los muertos. Esta tradición es mencionada por los autores latinos del siglo I dC y se expandió en esas fechas por todo el Imperio. A partir del siglo II dC se documentan monedas en la mano de los difuntos (González Villaescusa, 2001), tal vez con el significado de amuletos o talismanes (Arévalo, 2012), para traer buena fortuna desde el más allá a los que quedan aquí. Se trata, no obstante, de un rito que apenas está constatado en la Alta Edad Media y que se retoma a partir de los siglos XII y XIII (Canto, Caballero y Rodríguez, 2015) llegando incluso hasta nuestros días (Pedrosa, 2002).
Ambas parecen ser por tanto, en nuestro caso, costumbres paganas que muestran que la cristianización de toda esta zona fue un proceso lento y difícil, coexistiendo durante siglos con determinadas prácticas ancestrales firmemente arraigadas entre sus habitantes. Los enterramientos muestran esta dualidad entre creencias cristianas (inhumación y orientación de las tumbas) y paganas romanas (libaciones y monedas en las manos de los difuntos).
CONCLUSIONES
Todos estos hallazgos, analizados conjuntamente, dibujan un panorama ciertamente peculiar, en el que una pequeña zona de Merindades (Cillaperlata y tal vez otros lugares cercanos como Mijangos, Tartalés de Cilla) vivía en pleno siglo VIII aferrada a costumbres de época tardorromana, al menos desde un punto de vista ceremonial. Esto no significa que el resto de la comarca disfrutase de un mayor "desarrollo" teológico. Hay constatación de que en el siglo VI pervivían extensas bolsas de paganismo en toda la zona occidental de Merindades, a tenor de la labor evangelizadora de San Millán en la zona. La diferencia fundamental es que mientras el paganismo de otras zonas de Merindades entroncaba con los antiguos ritos y tradiciones cántabras, esta zona alrededor del Castillo de Tedeja se nos muestra anclada en un sistema de creencias y costumbres paganas romanas que hacía cinco siglos que había desaparecido de muchos otros lugares de Hispania que también estuvieron fuertemente romanizados, como La Bureba, Calahorra o León.
Más Información:
Andrio, J., Loyola, E., Martínez, J. y Moreda, J. (1992): Excavación Arqueológica en el Monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata. Nuclenor y Junta de Castilla y León.
Martínez, J.; Nieto, J.L., Díez, P. y Ulla, M. (1992). Introducción al estudio antropológico y paleopatológico de la necrópolis de San Juan de la Hoz (Cillaperlata, Burgos). Munibe (Antropologia-Arkeologia), Suplemento 8, Donostia-San Sebastián.
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