sábado, 29 de noviembre de 2025
lunes, 7 de julio de 2025
Sobre la exposición y los yelmos celtiberos de Aranda del Moncayo
Recientemente ha tenido lugar la inauguración de una exposición temporal en el museo arqueológico nacional de Madrid. Bajo el titulo de Alas Para la guerra, Aratis y la Celtiberia, se nos muestran desde el 24 de Junio hasta el 5 de Octubre, distintas piezas arqueológicas relacionadas con el yacimiento de Aranda de Moncayo. Siendo sin ninguna duda los restos de los populares yelmos celtiberos, las piezas estrellas de la exposición.
La visita es gratuita, y aun
cuando no es muy extensa en tamaño, si que merece la pena visitarla. Digamos
que la misma se divide en varias salas, siendo la primera de ellas donde se nos
cuenta la historia de Aratis, la ciudad celta en la que se encontraron los
populares cascos. Posteriormente se nos expone algunos datos básicos sobre su
sociedad, territorio, guerra, la violencia, la panoplia militar, y el final del
guerrero visto desde un aspecto religioso.
Sobre los cascos de Aranda de
Moncayo, decir que fueron encontrados en el año 1993, en unas fincas privadas
adyacentes al yacimiento arqueológico. El terreno fue comprado por Ricardo
Granada Pérez, quien al encontrar las piezas las escondió en la localidad de
Utebo, para posteriormente venderlas en subastas arqueológicas. De todo ello
hay numerosa información en redes sociales, por lo que no voy a detenerme
demasiado en la rocambolesca historia.
Decir no obstante, que fueron
encontrados 18 cascos, de los cuales 7 fueron recuperados y devueltos a España.
Encontrándose actualmente expuestos en el museo de Zaragoza. En el año 2020 se
recuperó un octavo casco, habiéndose conseguido por tanto 8 de las 18 piezas
originales.
Resulta extraño que en una zona
tan pequeña, se hallaran 18 yelmos, pues estos elementos no debían de ser
comunes a todos los guerreros. Quedando su utilización casi de forma exclusiva
para elites aristócratas de las tribus o clanes locales. Se sabe que uno de los
rituales celtas peninsulares, consistía en arrojar armas y yelmos a las aguas
tras la muerte del guerrero. Causa que podría explicar la poca cantidad de
material relacionado con estos elementos encontrados en Iberia.
También se ha teorizado sobre el
posible significado de los mismos. Algunos autores apuntan a un uso ceremonial
o simbólico, es decir, no eran cascos utilizados para la guerra como tal. Sino
solo para ceremonias concretas de exaltación de los héroes o de los dioses. Algo
que podría estar relacionado con otros elementos similares en distintos siglos
y puntos del continente, como por ejemplo los cascos de Vikso, en la edad del
bronce danesa. O los yelmos de Sotton Hoo en la alta edad media anglosajona. En
ambos casos, los cascos encontrados están adornados con símbolos como cuernos o
escenas ritualisticas de la mitología escandinava, aceptándose a día de hoy, que serían más propios del mundo ritual germánico
que del mundo bélico practico.
¿Ocurrió lo mismo con los yelmos
celtiberos de Aratis?. ¿Eran ceremoniales y no prácticos?. Me temo que es algo
que no puede demostrarse actualmente, y dicha teoría forma parte de otras
muchas expuestas sobre el tema. Los defensores de la hipótesis ritual, sostienen
lo poco útil que resulta combatir con yelmos tan adornados y decorados. Quedando
por tanto, solo la teoría del uso ceremonial como presumiblemente razonable. De
ese modo, los cascos de Aranda del Moncayo serían piezas “religiosas” ofrecidas
a los dioses, o que intentaban representar a los dioses por medio de la
exageración de atributos heroizantes como cuernos o alas.
Una segunda teoría asociada, nos
plantea la posibilidad de que no fueran de uso ritual, sino representación del
estatus social. En tal caso los yelmos seguirían sin ser prácticos para el
combate, y únicamente mostrarían el poder y prestigio de su propietario.
A este respecto es interesante
recuperar la idea expuesta por el historiador Manuel Bendala, en su libro
“Tartesios, iberos y celtas”. En ella expone una curiosa hipótesis relacionada
con la simbología de la cornamenta en las representaciones de guerreros de las
mal llamadas estelas tartesicas del bronce hispano. El escritor plantea de
manera textual lo siguiente:
(..) La cultura material de la primera época de Tartesos deja traslucir una
sociedad jerarquizada, cuyo más alto nivel lo ocupa el grupo o clase que retratan tan particularmente las estelas
grabadas. Se percibe en ellas una casta superior, cuyos componentes ejercen como
guerreros (..) Se hace constar en la posesión de signos de distinción muy
exclusivos, y en la recepción y ofrecimiento de ceremonias que sirven de
recordatorio colectivo de sus virtudes o privilegios de clase.
(..) El hecho frecuente de que los guerreros de las estelas estén tocados
de cascos de cuernos, en algún caso enormes, como para hacer bien visibles sus
valores y su significado (..) El guerrero de la estela de Fuente de Cantos
(Badajoz) luce uno de estos cascos de cuernos desmesurados. Parece que muestran
aquí un sentido heroizador, que remite a
la vieja tradición mesopotámica en la que aparecen los cascos o tiaras de
cuernos como atributos de los dioses (..)
Es decir, los cuernos como
elemento decorador en los cascos de guerreros de las estelas del bronce hispano,
representarían atributos divinos. A este respecto, no puedo dejar de relacionar
la semejanza de los yelmos de Aranda de Moncayo, con la simbología de los
cuernos tartesicos, y la posibilidad real de que mas allá que fueran elementos
para la guerra, tuvieran un significado ritual o religioso puramente nativo, el
cual perduraría en la antropología cultural hispana desde la edad del bronce
hasta la edad del hierro.
Otra característica de las piezas
de Aratis que ha servido para especular sobre la posible practica de combate y
su utilización, ha sido la falta de una protección facial. Lo cual ha sido
interpretado como prueba de un estilo de combate individual entre soldados.
Dicho de otra forma, los guerreros celtiberos no practicaban el combate de tipo
“falanges” o “muro de escudos”, sino combates individuales de guerreros contra
guerreros. Especulándose nuevamente que dicha práctica podría estar asociada a
combates rituales, como los llevados a cabo durante el funeral de Viriato. En
cuyo caso, estaríamos una vez más ante la suposición de que los cascos de
Aranda de Moncayo, serían ceremoniales y no funcionales.
Respecto a la simbología de los
cascos celtiberos, es destacable que algunos de ellos estaban adornados con
elementos espirales de carácter solar. Como los de la tumba A de la necrópolis
del Val, en Alpaquense, Guadalajara. Lo cual podría ser interpretado como un símbolo
protector, o incluso heroizante de cara al más allá. En una cerámica de
Numancia se aprecian dos figuras que llevan un casco con cuernos, y otro que
asemeja un animal con las fauces abiertas. Según Alberto Lorrio, este tipo de
elementos estarían vinculados con una herencia de la cultura de La Tene
(segundad edad del hierro celta).
Y es que los yelmos de la
celtibería, son propios y originales de Hispania, sin parecido en el mundo
celta. Pero recibieron influencia de distintas poblaciones con las que los
viejos celtas hispanos tuvieron contacto. Algo fácilmente demostrable por la
comparación entre diferentes yelmos calcídicos. Las piezas en cuestión fueron
influenciadas por el mundo greco romano, evolucionando desde los cascos griegos
e itálicos.
Al igual que estos, tienen una
calota lisa, un nasal reforzado que divide las aperturas para los ojos,
guardanucas plano, carrilleras móviles, y adornos tanto orgánicos como
metálicos. Incorporando en el caso celtibero, eso sí, elementos nativos propios
del mundo cultural del hierro peninsular.
Su origen seguramente gira en
torno al siglo 4 en el sur de Italia. Donde los mercenarios celtas de Hispania
los conocerían y traerían a la península. Sufriendo en los sucesivos años y
siglos, algunas variaciones autóctonas, como la incorporación de piezas
simbólicas, tales como alas o “cuernos”. Pudiéndose apreciar en algunos de
ellos igualmente imágenes de serpientes. Animales sagrados para algunas
sociedades celtas europeas.
En relación con lo citado previamente, y hablando nuevamente sobre lo extraño de la cantidad de las piezas encontradas en una zona muy pequeña. Se plantean varias posibilidades. Una de ellas teoriza sobre la existencia de un pequeño ejército financiado por el contexto de la expansión celtibera de esos siglos. Un momento concreto en el que confluyeron varios jefes y caudillos en una misma zona. Otra, quizás más mitológica, relacionaría el lugar con un posible santuario al dios de la guerra celta. Significando la acumulación de cascos una ofrenda puntual a la divinidad, ya que casi todos presentan una homogeneidad que descarta que podamos estar hablando de ofrendas acumuladas a lo largo del tiempo.
Esto supondría un acontecimiento único en un
momento único, que forzó a los celtiberos de Aratis, a ofrecer una gran
cantidad de yelmos con atributos nativos y heroizantes en busca del favor del
Dios. todo ello dentro de un contexto histórico y social que desconocemos.
Alvar Ordoño / la era del hierro blog / 2025
lunes, 12 de mayo de 2025
Representación de una escena del reino de Castilla en el siglo XI
jueves, 17 de abril de 2025
Los rubios reyes nazaries de Granada
sábado, 30 de noviembre de 2024
Los celtas en Hispania y el pueblo de los Carpetanos
Uno de los grandes problemas que nos encontramos al tratar el tema de los celtas en la península ibérica, es el de la propia romantización que de ellos ha hecho el folklore popular. En España nos encontramos con territorios fuertemente anclados en tradiciones que se auto definen como celtas. Tenemos música celta en el norte, hablamos de naciones celtas en el marco atlántico, y de raíz cultural celta en buena parte de la cornisa cantábrica. Pero curiosamente, nada de esto es totalmente cierto, formando todo ello, más parte del folklore moderno y de la idealización que del mundo antiguo se ha hecho para atraer turistas, que de una realidad histórica.
La dura realidad desde el punto de vista histórico y antropológico, es que la música celta actual, poco o nada tiene que ver con la música de las poblaciones de la era del hierro, contexto en el que se desarrollaron los celtas. Las autodenominadas naciones celtas del presente, poco tienen de celtas, obedeciendo normalmente más a intentos políticos de separar étnicamente a los españoles, que de buscar unas conexiones históricas celtas con su pasado. Y la raíz cultural de los celtas del norte cantábrico, se pierde a día de hoy en España dentro de un territorio mucho más amplio que abarcaría toda la meseta, algunas partes de la actual Andalucía, y partes del norte ibérico.
A todo esto habría que sumarle, un proceso complejo de poblaciones llegadas desde la edad de piedra, que fueron dando forma a culturas nativas autóctonas, las cuales evolucionaron y se desarrollaron por siglos de forma independiente, antes de que las poblaciones celtas llegaran a España durante las dos edades del hierro.
Así pues, cuando los celtas como tales llegaron desde centro Europa a Hispania, aquí ya había pueblos guerreros fuertemente asentados desde la edad del bronce, cuyas raíces más antiguas habría que encontrarlas en las poblaciones indoeuropeas puras. Todos estos pueblos dejaron su impronta en los conocidos castros de las culturas del bronce atlántico, o bronce de las cogotas en la meseta norte. Construcciones atribuidas normalmente a los celtas, que nada tienen de celta. Remontándose sus construcciones a la edad del bronce. Eso sí, fueron reutilizadas por los invasores centro europeos cuando llegaron a nuestro país en distintas oleadas.
De esta forma, poblaciones indoeuropeas del bronce, conocidos popularmente como proto celtas, y celtas de la cultura del hierro, se extendieron por la península dando origen a un sinfín de pueblos a lo largo del territorio. Extendiendo lazos y parentescos culturales entre ellos, de norte a sur peninsular. Estando mucho más cercanos y relacionados con el bronce autóctono, que con el hierro centroeuropeo. Así pues no es sorprendente, que actualmente todos los arqueólogos, encuentren una relación más cercana de los yelmos astures de Pico las Torres, en Ribadesella, con las poblaciones mediterráneas indoeuropeas, que con ningún tipo de guerrero celta de centro Europa. Y es que durante miles de años, todos los pueblos hispánicos del bronce, desde Galicia, hasta la Bética andaluza, guerrearon, se fusionaron, e intercambiaron cultura que daría forma a una identidad nativa propia y única en Europa.
Tribus como los Turmogos, los cántabros, los astures, los galaicos, los autrigones, los várdulos, entre otros muchos, fueron poblaciones autóctonas, fuertemente desarrolladas de forma autóctona, que recibieron aportes celtas en la edad del hierro. Siendo más bien celtizados desde un punto de vista racial y cultural, que celtas puros surgidos de la nada como consecuencia del mundo halstatico.
Por ello, la cultura celta española, es única en toda Europa.. y si bien guarda relaciones culturales y antropológicas con las existentes en las Galias o Bélgica, no deja de tener condicionantes únicos y propios que la marcan como diferente y propia frente a las demás.
Dentro de todo este conglomerado cultural, de tribus y aportes que relacionan a los pueblos del arco atlántico cantábrico, con las poblaciones de la meseta central, unidos por el desarrollo indoeuropeo del bronce atlántico o de las cogotas. Nos encontramos con una población poco nombrada más allá del área a la que pertenece. Una población de la que poco se sabe, y de la que tan solo nos ha llegado el nombre que la dieron los invasores, alguna batalla que protagonizó, y el nombre de uno de sus caudillos… Nos estamos refiriendo a los Carpetanos de la Carpetania.
Normalmente se suele hablar de los carpetanos, como uno de los muchos pueblos celtas que habitaban la península ibérica. Pero como ya hemos dicho, esto no es del todo cierto. Las tribus carpetanas, proceden del desarrollo cultural del bronce mesetario anterior a los celtas de la edad del hierro. Eran hombres y mujeres de lengua indoeuropea, cuyas raíces más antiguas seguramente se encontrarían en las primeras invasiones arias de finales de la edad de piedra. En aquellos tiempos tan remotos, los invasores encontraron terrenos fértiles en Hispania, asentándose en ellos, y desarrollando distintos procesos culturales cuya máxima eclosión autóctona sería la cultura bronce de las cogotas o bronce de las mesetas. Recibiendo muchos siglos después, un nuevo aporte céltico llegado desde centro y norte de Europa, tierras donde los yamnaya se fusionaron con las poblaciones de la cerámica cordada o del hacha de guerra.
Estos pueblos mesetarios, serían vecinos de los vetones, y de los arévacos, manteniendo estrechas relaciones con poblaciones tradicionalmente ibéricas del sur, incluso llegando a tener posible aportes culturales del mundo tartessico. Ocuparían una zona que iría desde la comunidad de Madrid, hasta Toledo. No en vano, por algo se llama a la sierra del Guadarrama, montes carpeto vetonicos.
En el área carpetana, se dan construcciones de poblados tanto en montes, como en llano, en ambos casos carentes de muros sólidos, lo que sugiere, un posible estacionamiento temporal, o una relativa movilidad de la población según las estaciones del año. Es a partir del siglo 8 antes de cristo, cuando se generaliza en todo el área indoeuropea de Hispania, un típo de fortificación llamada Castro. Se caracterizaba por tener viviendas circulares, estar fortificados con muros, y situados en colinas o cerros altos, desde donde podían controlar los territorios que dominaban. Esta evolución, debida probablemente a una creciente inestabilidad, generaría también una estructura social basada en una incipiente jerarquización, con elites guerreras en lo más alto de la pirámide de control.
A partir del siglo sexto antes de Cristo, en todas las tierras altas de la meseta, se desarrolla la cultura celtibérica. Caracterizada principalmente por la adopción del hierro para el armamento, y por la aparición de una estructura gentilicia, menos rica que su predecesora del bronce, pero muy semejante con las que aparecen en el mismo tiempo en Europa central, norte de Italia, y sur de Francia. El urbanismo de la construcción de los nuevos poblados, evoluciona en grandes oppida. Pueblos amurallados y cerrados para su defensa frente a otros invasores o enemigos.
Los mayores conflictos a los que se enfrentaron los carpetanos, fueron contra los cartagineses. De hecho, el propio Anibal utilizó mercenarios carpetanos para atravesar los pirineos. Si bien es cierto, estos abandonaron al cartaginés antes de llegar a las montañas que dividen Hispania de las Galias. Al parecer, la superstición que entre ellos existía acerca de dioses que vivían en las montañas, fue un impedimento para que se atrevieran a cruzar los Pirineos junto al general de cartaginés.
Tras las batallas existentes entre cartagineses y carpetanos, estos quedaron prácticamente anulados como pueblo a la llegada de los romanos. Siendo en algunas ocasiones aliados de estos, y en otras, aliados, cuando no absorbidos, por sus vecinos vetones de la Vetonia
La primera campaña que dirigió Anibal contra los carpetanos fue contra la tribu ibera de los Olcades, aliados al sur de los carpetanos. Este ataque se ha interpretado tradicionalmente como una venganza de Anibal contra el rey celta Tagus. Ya que su hermano Asdrubal murió a manos de un sirviente de él que a su vez vengó a su señor de Asdrubal. Pues este mandó crucificar al rey celta, de quien las crónicas de la época que nos han llegado, lo describen como un noble y valiente guerrero. Parece ser que en esos tiempos Olcades y Carpetanos eran aliados, aunque previamente habían sido enemigos temporales. Tagus protagonizó una rebelión contra ellos, motivo por el que fue castigado por Asdrubal.
En la entrada del siguiente año (220 a C) Anibal inicia una campaña a través del sur de la meseta que le llevó hasta el territorio de los vacceos donde conquisto Helmantike y Arbucala (Toro). Fue a su vuelta cuando un gran ejército carpetano salió a su paso con la ayuda de los supervivientes vacceos, algunos olcades y posiblemente vetones mercenarios. La batalla fue conocida como la "batalla de Tajo", al ser el escenario de la sangrienta batalla.
Tito Livio entre otros cifra el ejercito carpetano en 100.000 hombres, si bien parece exagerado y hoy se estipula la cifra de 40.000 como más aproximada a la realidad. Sea como fuere debió de ser un número importante de guerreros para aquella época.
La batalla no salió bien para el bando "celtiberico" ya que Anibal consiguió una aplastante victoria gracias a la estrategia de aprovechamiento del entorno y a su caballería, la cual se impuso con superioridad a las tropas celtas hispanas que se basaban mayoritariamente, por no decir con total exclusividad, en la infantería. El mundo carpetano no volvió a levantar cabeza tras esta derrota, y aun cuando en los siguientes años siguieron los conflictos puntuales con la rebeldía de los carpetanos como protagonistas, nunca supusieron ya una verdadera amenaza para el dominio cartaginés desapareciendo poco a poco.
Los romanos combatieron también contra los carpetanos, si bien estas guerras coincidieron con los intentos de expansión de otras poblaciones indoeuropeas de la zona contra la Carpetania, buscando en última instancia la alianza con los romanos por parte de estos para sobrevivir. Alianzas que perduraría en el tiempo hasta las guerras lusitanas, llegando los carpetanos a ser en sus últimos años, un pueblo completamente romanizado.
Dentro de ese contexto y Gracias tito Livio, conocemos el nombre de uno de sus caudillos militares,. Turo o Turus. Caudillo de unos cuarenta años de edad que vivió las guerras celtibéricas y las primeras guerras púnicas contra los cartagineses. Tito Livio nos dice de él:
(..) "Marchó después de vuelta a Alce y comenzó el asedio de aquel lugar. Al principio los habitantes resistieron los asaltos, pero cuando se vieron atacados por máquinas de asedio además de por armas, dejaron de confiar en la protección de sus murallas y se retiraron todos a la ciudadela. Por último, enviaron emisarios poniéndose ellos y todos sus bienes a merced de los romanos. Aquí se capturó una gran cantidad de botín, así como muchos de sus nobles, entre los que se encontraban dos hijos y la hija de Thurro. Este hombre era el régulo de aquellos pueblos, y con mucho el hombre más poderoso de Hispania. Al enterarse del desastre a sus compatriotas, mandó a solicitar un salvoconducto para visitar a Graco en su campamento. Cuando llegó, su primera pregunta fue si se les permitiría vivir a su familia y a él. Al responderle el pretor que sus vidas estarían a salvo, le preguntó, además, si se le permitiría luchar del lado de los romanos. Graco también le concedió esa petición y él le dijo: "Te seguiré contra mis antiguos aliados, ya que ellos no han querido tomar las armas para defenderme". A partir de entonces, estuvo junto a los romanos y en muchas ocasiones sus valientes y fieles servicios resultaron útiles a la causa romana. (..)
Thuro vivió alrededor del 179 antes de Cristo en la Carpetania bajo la conquista romana. Estando sus acciones bélicas más cercanas a la primera parte de las guerras celtibéricas. Por los textos sabemos que tenía varios hijos, concretamente dos y una hija que fueron capturados por Graco. Causa por lo cual se especula con la edad del líder militar, suponiendo que rondaría los 40 o 45 años. Habría nacido por tanto cerca del 225 antes de Cristo, viviendo durante su infancia, luchas entre carpetanos y cartagineses.
Los carpetanos no eran un pueblo que tuviera una organización militar o estructural basada en el centralismo que giraba en torno a una ciudad grande o rey. Por lo que hace pensar que Thuro era más bien un caudillo militar, que aglutinaba varias facciones guerreras independientes de la propia Carpetania.
No puede por tanto considerarsele un caudillo o jefe de todos los carpetanos, sino de un grupo en concreto de ellos, que protagonizaron una rebelión contra Roma. No obstante la importancia o carisma del líder fue notable entre todos sus compatriotas, pues como veremos más adelante, la decisión de alianza de este con los romanos fue secundada por toda la nación.
la conquista romana del interior de la meseta se hizo como política de guerra preventiva. Algo muy propio de los romanos. Estos internaron las legiones en las mesetas para prevenir posibles ataques de los bárbaros contra las ricas regiones de la actual Andalucía. La campaña duró 14 años y se desarrolló en dos fases. La primera de las campañas como es obvio, marchó contra la ciudad más importante de los carpetanos, Toletum. Se buscaba controlar la ciudad y el curso frontera del Tajo.
la segunda estuvo más centrada en evitar que los pueblos de más al norte; vacceos y celtiberos, atacaran las tierras ya controladas por Roma. Realmente el control del imperio se centraba casi exclusivamente aun en el sur de Carpetania, las tierras de Toledo con frontera sur del Tajo. Todo el norte seguía siendo una zona bajo control militar vigilante, pero no dominada. En esas zonas aún había grandes extensiones de terreno vírgenes que escapaban al control real del imperio.
Todas esas tierras estaban bajo una especie de protectorado indígena de las tríbus celtíberas de la meseta superior. Una muestra de que la Carpetania ya no era esa "potencia" que se describió en las primeras guerras púnicas, y que resistió el avance de Anibal. Ahora las naciones estado carpetanas necesitaban de la ayuda de los celtiberos para seguir siendo libres ante Roma.
Y si bien no se tiene certeza absoluta, parece que ésta fue la causa de la enemistad de Thuro contra sus compatriotas. Ya que cuando Graco inició acciones de castigo contra sus tierras, los celtiberos rechazaron auxiliar la ciudad de Alce, donde se refugiaban los hijos de Thuro. El motivo de ello se desconoce en realidad, aunque se supone que el destacamento celtibero para defender la zona no era suficiente ante las marchas de las legiones de Romanas.
Esta ofensa debió de molestar mucho al caudillo carpetano, quien lo consideró una terrible traición, posicionándose como ya hemos comentado anteriormente, al lado de los romanos para combatir a los celtiberos.
La decisión y del peso de Thuro entre los suyos, parece era notable, ya que desde ese momento toda Carpetania, la dominada por el imperio situada al sur del rio Tajo, y las "salvajes" tierras al norte de este río que vivían libres de romanización, secundaron la alianza de Thuro con Roma, posicionándose del lado romano. Desde ese momento las acciones militares que sufriría Carpetania no vendrían ya de manos romanas, sino de los pueblos norteños de la meseta norte, y de los vetones, quienes pasaron a ser enemigos que atacaban y saqueaban las ricas y fertiles tierras de las vegas Carpetanas en busca de botín, y posiblemente como política de desgaste al imperio extranjero, que iba ganando terreno y amenazaba con dominar sus tierras.
Si bien Turo fue quizás el líder carpetano más conocido, no fue el único, pues la historia también ha inmortalizado el nombre de Hilernus, a quien Tito Livio nuevamente da categoría de Rey. No obstante, y siendo honestos, en este caso no puede detallarse con certeza, si Hilernus fue carpetano, o líder de alguna facción o tribu celta que existía en la zona. Fueron tiempos donde los Galos realizaron campañas mercenarias apoyando a los celtas hispanos, y donde en algunos casos se asentaron, e incluso lideraron pueblos celtiberos, como es el caso de Vismarus y sus campañas de saqueo contra la Andalucia romana.
De cualquier forma, parece que el Hilernus congregó un número importante de celtas hispánicos en las inmediaciones de Toledo, con la finalidad de frenar el avance de Marco Fulvio. Vaceos, Vetones, carpetanos, y arévacos se unieron para detener al romano, si bien la unión no llegó a buen fin, pues el ejercito celtibérico fue derrotado por las legiones romanas, e Hilernus capturado por el imperio, sin que se supiera posteriormente que ocurrió con su vida.
Con ello concluye el paso por la historia del pueblo carpetano, quienes tras su conquista y dominación romana, desaparecen para formar parte del mundo civilizado que llego con la civilización del imperio romano.
Alvar Ordoño
domingo, 3 de noviembre de 2024
Fotografías de la festividad de los "difuntos" en el museo de historia de Grodzisko Owidz en Polonia
sábado, 2 de noviembre de 2024
La noche de honor a los antepasados.. una tradición indoeuropea anterior al Samhain / Halloween.
Una vez mas llega la noche de Samhain, o el día de todos los santos, como se conocía normalmente a dicha festividad antes de la imposición cultural de Halloween. Y como viene siendo tradición desde que estamos bajo influencia norteamericana, el debate surge de nuevo. ¿Es Halloween una fiesta pagana?, ¿tiene más sentido celebrar Halloween que el día de los difuntos?.
En realidad es un debate estéril, pues ni Halloween es a día de hoy la festividad de Samhain, ni sabemos realmente como se celebraba, y bajo que rituales se hacía el Samhain de los celtas. Por no entrar a debatir, si realmente esa fecha fue igual para todo el mundo celta, o solo para unas demarcaciones geográficas concretas. Especialmente porque los arqueólogos actualmente, no han podido demostrar que la festividad de Samhain, se celebrara mas allá del mundo Galo, donde se la conocía como Samonius, o del mundo británico / Irlandés, donde se la conocía como Samhain.
No obstante, si que parece claro que en el mundo indoeuropeo se rendía honores a los antepasados en una fecha concreta del calendario. Una fecha que coincidía con el fin de las cosechas, y el comienzo de la etapa invernal de la tierra antes de la llegada del solsticio. Es decir, lo que popularmente se conoce como Samhain, tiene reminiscencias de una tradición ancestral cultural común a todos los pueblos indoeuropeos, y no solo a los celtas.
En España se suele pecar de querer ser mas celtas que los celtas, tomando normalmente como ejemplo el mundo de las poblaciones británicas e irlandesas, haciéndolo extensible a nuestra idiosincrasia cultural celta. Es decir, si lo hacían los celtas de Irlanda, y nosotros fuimos celtas, ¿ como no íbamos a hacerlo ?. Está de más que diga, que este razonamiento simple, es irreal. Pues incluso dentro del mundo celta europeo, existieron diferencias culturales según tribus y naciones.
Sin ir mas lejos en la península ibérica, no puede demostrarse arqueológicamente que se celebrara ningún ritual o festividad similar al Samhain irlandés. Dejando claro, como ya apunté anteriormente, que la fiesta en honor a los antepasados parece ser común a la tradición de los indoeuropeos. O lo que es lo mismo, en España se celebró una noche de los muertos en la edad del bronce y del hierro, introducida en la edad de piedra por las poblaciones Yamnaya.
Una tradición que fue tomando forma según fueron pasando los siglos, y que por supuesto, posiblemente sufrió una "celtización" en la edad del hierro. Pero que como ya hemos comentado en distintos videos subidos al canal, esta "celtización" fue realizada sobre unas bases proto celticas indoeuropeas diferentes a las que tenían galos o britanos. Lo que se materializaría a la hora de la verdad, en unas costumbres distintas, con rituales distintos, y con divinidades bajo nombres diferentes.
Resumiendo el razonamiento.. ¿En Hispania se celebró una fiesta en honor a los antepasados muertos el 1 de Noviembre?.. Seguramente sí. ¿Era como el Samhain britano?. Posiblemente no. Lo cual no debe causarnos desazón, pues son muchas las poblaciones indoeuropeas que actualmente celebran la noche de todos los santos, bajo nombres y tradiciones distintas. Sin ir más lejos, los pueblos eslavos celebran su Dziady.
Un ritual en plena noche de transito entre el 31 de Octubre y el 1 de Noviembre, donde las familias enteras se reunían en los bosques y granjas a la luz de una gigantesca hoguera, para rendir honores a los familiares que habían partido al más allá.
La palabra significa literalmente "los abuelos", en el sentido de "antepasados". Se celebraba dos veces al año, en primavera y en otoño, siendo el Dziady de otoño el principal. Durante la fiesta los antiguos eslavos organizaban libaciones y comidas rituales en las que los alimentos y el alcohol se ofrendaban a los difuntos. Con el objetivo de permitir que las almas de los muertos encontraran su camino al mundo de los vivos. Para lo cual se encendían fuegos y velas; así mismo, eran tradicionales las máscaras de madera con rostros grotescos, similares a los tallados en las calabazas de difuntos. En las mitologías locales tales banquetes eran organizados tanto por los vivos como por las almas de los antepasados que comparten el dziady en las tinieblas. En polaco esta tradición prevaleció en la forma de banquete cristiano de Zaduszki (el 2 de noviembre, Día de los Difuntos).
Otros pueblos bálticos como los lituanos, celebran el Ilges, fiesta igualmente en honor a los antepasados, siendo estas celebraciones comunes en distintas formas entre los Rumanos, ex Yugoslavos, Polacos, Bielorusos, y Rusos. Como es evidente, todas estas poblaciones no son celtas, ni tienen aportaciones celtas, pero si son Indoeuropeas. Por lo cual, el nexo en común con la tradición europea del día de los difuntos que compartimos todos los habitantes del viejo continente, no es el Samhain celta, sino la primitiva tradición de los pueblos esteparios de finales de la edad de piedra.

















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