(..) Diego Ordoñez mostraba una estampa que habría impresionado a un enemigo (..) Cubierto de polvo y sangre, el burgalés llevaba la cabeza descubierta, con las huellas de los eslavones de la cota de malla impresas en la frente. La sangre que manchaba el brazo de manejar la espada, era sin duda enemiga; pero la costa parda sobre el cuello y el hombro eran suyas. Procedían de una herida, que bajo un improvisado vendaje le cubría desde el cuello hasta la sien.
- ¿Que te ha pasado?
Gruño Ordoñez malhumorado. Las gotas de sudor le trazaban surcos en su cara polvorienta.
- He perdido una oreja luchando contra estos fil de putas.. por suerte tenía dos. (..)