Durante unos dos millones de años vivieron los paleantrópidos principalmente de la caza, de la pesca, u de la recolección. Pero los primeros indicios arqueológicos referentes al universo religioso de los cazadores paleolíticos se remonte al arte parietal franco-hispano (30.000a C). Por otra parte, si examinamos las creencias y los comportamientos religiosos de los pueblos cazadores contemporáreos, caeremos en la cuenta de la imposibilidad casi absoluta de demostrar la existencia o la ausencia de creencias semejantes entre los paleontroipidos. Los cazadores primitivos consideran a los animales como semejantes a los hombres, pero dotados de poderes sobrenaturales; creen que el hombre puede transformarse en animal, y a la inversa; que las almas de los muertos pueden entrar en el cuerpo de los animales; finalmente, que existen relaciones misteriosas entre una persona y un animal individual (lo que antiguamente se llamana el nagualismo). En cuanto a los seres sobrenaturales atestiguados en las religiones de los cazadores, se distinguen los compañeros o “espíritus guardianes” teriomorficos, las divinidades del tipo del Ser Supremo-Señor de los animales , que protege a la vez a la pieza y al cazador, los espíritus de los bosques y los espíritus de las distintas especies animales.
Por otra parte, hay algunos comportamientos religiosos que son especificiso de las civilizadciones de cazadores: la muerte del animal constituye un rito, lo que implica la creencia de que el señor de los animales vela para que el cazador mate tan solo en la medida en que le es necesario para alimentarse, y que el alimento no se desperdicie; los huesos especialmente el cráneo, tienen un considerable valor ritual (probablemente porque se cree que contiene el alma o la vida del animal y que el señor de las fieras hará crecer una carne nueva en aquellos huesos). De ahí que depositen el cráneo y los huesos largos en lugares elevados o en ramas de arboles; algunos pueblos tienen la costumbre de enviar el alma del animal muerto a su •patria espiritual” (cf. Las fiestas del oso de los ainus y los gilyakos). Existe también la costumbre de ofrecer a los seres supremos un bocado de cada animal al que se ha dado muerte, o el cráneo y los huesos largos. En algunas poblaciones sudanesas se da la costumbre de que el joven cazador que acaba de abatir su primera pieza embardune con la sanger de ésta las paredes de una caverna.
¿Cuántas de estas creencias y de estas ceremonias pueden ser identificadas a través de los documentos arqueológicos de que disponemos?. Al menos, las ofrendas de los cráneos y de los huesos largos. Nunca se insistirá lo bastante en la riqueza y la complejidad de la ideología religiosa de los pueblos cazadores. Y en la imposibilidad casi total de afirmar o negar su existencia entre los paleontropidos. Como se ha repetido ya tantas veces, las creencias y las ideas no son fosilizables. Algunos sabios han preferido, en consecuencia, abstenerse de decir nada sobre las ideas y creencias de los paleantrópidos, en lugar de reconstruirlas a base de comparaciones con las civilizaciones de los cazadores. Esta posición metodológica radical no deja de resultar peligrosa. Dejar en blanco una parte enorme de la historia del espíritu humano podría llevaronos a fomentar la idea de que durante todo ese tiempo la actividad del espíritu se limitaba a la conservación y la transmisión de la tecnología. Pero semejante opinión sería no sólo errónea, sino además nefasta para el conocimiento de hombre. El homo faber era también homoludens, sapiens y religiosus. Puesto que no podemos reconstruir sus creencias y prácticas religiosas, debemos al menos señalar cientas analogías susceptibles de esclarecerlas indirectamente.
MIRCEA ELIADE – Historia de las creencias y de las ideas religiosas – CAP I - Los paleontrópidos – comportamiento mágico religioso.
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