¿Lideró Pelayo en La Carisa una primera acción defensiva de los cristianos del Norte contra la invasión musulmana previa a la batalla de Covadonga? Pruebas concretas no hay ninguna, pero cada vez cobra mayor verosimilitud que las murallas del Homón de Faro correspondan a esa «roca de Pelayo» que, según las crónicas árabes, alcanzaron las tropas de Muza en una campaña desarrollada entre 712 y 714, es decir, de seis a ocho años antes del mítico choque de Covadonga.
Historiadores musulmanes de todo crédito señalan que, en aquella campaña, Muza y sus hombres llegaron la «roca de Pelayo», un lugar elevado, bien defendido y cercano al mar, donde destruyeron y quemaron todos los signos cristianos. El Homón de Faro, en La Carisa, es un lugar elevado y bien defendido, desde el que se ve el mar y que, para el que llegara a la región desde la Meseta, no dejaría de estar próximo al Océano. ¿Es este el emplazamiento reseñado? ¿Fue Pelayo, ya entonces, quien lideró esta oposición al invasor? «Por ahora la historia no tiene respuestas, pero lo que está claro es que se han abierto estos y otros interrogantes que, quizás, serán resueltos en el futuro». Lo dice Jorge Camino, director de las excavaciones arqueológicas de La Carisa sólo unos días después de la finalización del congreso internacional en el que se abordó la relación de las murallas defensivas localizadas en el Homón de Faro y en la vía de La Mesa con los orígenes de la Monarquía asturiana. La cita arrojó varias conclusiones interesantes y, además, según Camino, «ha permitido que tomara cuerpo la teoría de que la acción de Covadonga y la creación del Reino de Asturias pudieron cimentarse en una base ideológica de amplia cobertura social y territorial, que poco años antes ya había expresado uno de los principales rechazos a la conquista islámica en plena Cordillera, tanto en La Mesa como en La Carisa, como ya sucediera sietes siglos antes con la invasión romana».
La versión más aceptada en el congreso es que las murallas de La Carisa y de La Mesa hicieron frente a la invasión islámica y que en ellas puede estar inscrita una interpretación del origen de la Monarquía asturiana unida a la Visigoda. En este sentido, Camino señala que «con independencia de que los defensores de esas plazas fuertes fueran astures, lo cierto es que, a la larga, se trataría, en cierto modo, de los últimos defensores del reino visigodo, al menos de la facción rodriguista gobernante». Es decir, que, a juicio de los expertos, si Pelayo estuvo realmente en la Cordillera representaría a esta tendencia oficial, con lo que ganaría enteros la teoría que liga el nacimiento del Reino de Asturias con una continuidad del de Toledo. En definitiva, apunta Camino, que «esas murallas pueden representar el enlace entre dos grandes episodios: la caída de la monarquía visigoda y la creación de la de Asturias». Es más, el arqueólogo defiende que «si se demuestra la contemporaneidad de otras defensas similares en la vía cántabra del Escudo podría justificarse un frente de mucha mayor envergadura y, lo que sería aún más importante, la unión entre los hijos de Pelayo y de Pedro, duque de Cantabria, para la expansión del reino». En este sentido, el arqueólogo añade que «ambos formarían parte del bando rodriguista y se unirían en una alianza fundamental para el proyecto de la Reconquista».
Aunque el objetivo inicial en La Carisa del equipo arqueológico integrado por Jorge Camino, Yolanda Viniegra y Rogelio Estrada estaba centrado en conocer un campamento romano que fue parte fundamental en la conquista de Asturias efectuada por las legiones de Publio Carisio, una sorprendente paradoja arqueológica causada por el descubrimiento de las fortificaciones ástures del Homón de Faro, a las que se agregaron las de El Muro en la vía romana de La Mesa, provoca que las investigaciones se vean inmersas en la etapa que precede al nacimiento del Reino de Asturias.
Lo cierto es que las hipótesis que asocia estas defensas con la invasión musulmana es la que menos obstáculos ofrece. Se trata de un acontecimiento militar de sobrada entidad que permite explicar una respuesta como la realizada en el corazón de la Cordillera. Las expediciones agarenas por todo el solar visigodo eran una consecuencia de la coyuntura de guerra civil que enfrentó a las facciones de Vitiza y de Rodrigo por el dominio del reino. Desmoronado el núcleo del ejército en Guadalete, la capacidad de resistencia quedó fiada a cada territorio. La contundencia bélica de las tropas musulmanas -beréberes en su mayor parte- facilitó un clima de pactos que hizo caer en cadena la autonomía defensiva de las demás zonas. Las crónicas insisten en la huida a las montañas norteñas de numerosa población, entre la que se encontrarían remanentes del ejército y del aparato cortesano.
En este escenario, Camino apunta que «si las expediciones tardaron un par de años en alcanzar las tierras asturianas, hubo tiempo real para materializar un plan defensivo como el de El Homón de Faro y El Muro». Es más, de acuerdo a su versión, las élites locales habrían adoptado la bandera rodriguista, quizá con el concurso de grupos de refugiados, y trataron de hacer frente a las correrías musulmanas en las vías de La Carisa y La Mesa, probablemente con Pelayo ya al frente de las huestes.
Articulo escrito por José A Ordoñez - ¿Fue La Carisa la roca de Pelayo? para Lns.es cuencas
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