lunes, 19 de noviembre de 2018

Historia del origen del árbol de Navidad en el mundo germánico y su influencia actual en el mundo occidental

Con la proximidad de la Navidad me animo a recuperar un articulo escrito por Celia García Perez, sobre el árbol de navidad. Estoy seguro que no es la última vez que lo recuperaré, y muy posiblemente lo haga nuevamente mas adelante de las fechas navideñas.

El articulo titulado Historia del origen del árbol de Navidad en el mundo germánico y su influencia actual en el mundo occidental, fue publicado en diferentes medios en los que he trabajado, siendo la primera vez en el magazine Rueda Solar, y posteriormente el 5 de Diciembre del año 2017 en el blog Hispania Barbarorum, (antiguamente llamado Nueva Gothia).

Alvar Ordoño

Historia del origen del árbol de Navidad en el mundo germánico y su influencia actual en el mundo occidental

Muy pronto llegará la navidad y el nuevo tiempo del Adviento; como cada año, en gran parte de nuestros hogares, se encenderán las cuatro velas (una correspondiente al Domingo) y rezaremos esperando la navidad del Divino nacimiento de Jesús siendo niño confiando que nos haga dignos del don de su persona. El significado de las cuatro velas es claro para todos como el pesebre o nacimiento.

Cuando vemos colocado, en la Parroquia o en nuestro hogar, las figuras que recrean el nacimiento de Jesús, muchos recordamos a San Francisco, el que introdujo esta hermosa costumbre pero difícilmente se recuerde a San Bonifacio, evangelizador de los germanos. Este santo, anglosajón, nació en la segunda mitad del siglo VII y sufre el martirio a manos de los paganos en el año 755.
En el año 716 marchó a Frisia, y no se acobardó a pesar del fracaso de ésta su primera tentativa de predicación.

El papa Gregorio II le encarga insistir en su apostolado y aplicar la liturgia romana y hacia Germania marcha de nuevo en el año 719.

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En Utrecht, en Hesse, bajo el obispo San Wilibrord, trabajó sin descanso y en el 723, Gregorio II lo nombra obispo, sin fijarle sede. Es en Hesse donde derriba los ídolos del dios germánico del trueno, en Guismar y extiende su misionar por Turingia; en el año 738, por tercera vez en Roma, es Gregorio III quien lo nombra legado pontificio en los países en que predicaba. Esta vez será Baviera el campo de su labor. Hasta el año 742 fundó varias diócesis, nombró obispos, convocó varios sínodos y en el año 747 fue arzobispo de Maguncia y primado de Alemania.

Pero el paganismo y la superstición tenían hondas raíces aún, y en el mes de diciembre, en la noche más corta del año, todavía se realizaban sacrificios para que el sol retomara su fuerza y volviera a lucir para dar vida a la Naturaleza.

Informado Bonifacio de que bajo la encina o el roble más alto del bosque dedicado al supremo dios de la mitología germánica, sería sacrificado un joven, se dirigió hacia allí para evitarlo.
Aquí la leyenda se bifurca y algunas fuentes afirman que lo logró pero las más aceptadas informan que sólo alcanzó a recoger el cuerpo del adolescente.

Bonifacio y sus seguidores talaron el árbol sangriento, y desde entonces el obispo exhortó a tomar como símbolo de la nueva fe, el Dios Bueno que no necesitaba sacrificios humanos para revivir porque había resucitado para siempre, el pino que no pierde sus hojas, siempre verde, que ofrece cobijo a los caminantes bajo sus ramas, que abriga a los animales y les ofrece alimento con su follaje a los ciervos en lo más duro del invierno, que ofrece sus ramas para las teas resinosas que ahuyentan la oscuridad.

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Como símbolo de conversión, en los poblados de la hoy Bavaria, aparecían en Adviento los pinos verdes en las puertas de los poblados, para indicar que allí ya no se adoraba a otro Dios que el Trino y el Uno, que en la Persona del Hijo había nacido en diciembre para consuelo y esperanza de todos los pueblos.

Por amor a los hermanos más desposeídos, como convite fraterno, se colgaban frutas, manzanas rojas y verdes, bollos de pan, nueces y castañas pintadas, para que todo el que lo necesitara se sirviera sin necesidad de pedirlo.

En el año 754 San Bonifacio y varios de sus sacerdotes y ayudantes, marcharon a Frisia con permiso del Papa. Allí era donde el cristianismo todavía no había logrado triunfar y donde cerca de Dockhum, a orillas del Burda, al amanecer, fue muerto con todos sus compañeros.

Nos dejó quince sermones, se le atribuye una colección de Estatutos divididos en 36 artículos sobre la organización de la diócesis y la administración de los sacramentos. Como gramático legó a la posteridad el libro "De partibus orations" y una Prosodia, de la que quedan fragmentos en el Rehin Musaeum, pero los miles y miles de cristianos y no cristianos que cada año erigen pino verde, pueden ignorarlo todo sobre él; pueden creer que el Arbol es sólo un símbolo pagano (aunque los Arboles de la Vida y de la Ciencia tengan tanto lugar en el Génesis); pueden no leer nunca una palabra de sus escritos pero si saber que la costumbre que nos legó, representa la paz, la reconciliación y la solidaridad entre los hombres. El Divino Niño nos traiga a todos su espíritu de amor para todos los días de nuestra vida.

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Celia García de Pérez

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