viernes, 25 de agosto de 2017

¿Fue La Carisa la roca de Pelayo?. por José A. ORDÓÑEZ

¿Lideró Pelayo en La Carisa una primera acción defensiva de los cristianos del Norte contra la invasión musulmana previa a la batalla de Covadonga? Pruebas concretas no hay ninguna, pero cada vez cobra mayor verosimilitud que las murallas del Homón de Faro correspondan a esa «roca de Pelayo» que, según las crónicas árabes, alcanzaron las tropas de Muza en una campaña desarrollada entre 712 y 714, es decir, de seis a ocho años antes del mítico choque de Covadonga

Historiadores musulmanes de todo crédito señalan que, en aquella campaña, Muza y sus hombres llegaron la «roca de Pelayo», un lugar elevado, bien defendido y cercano al mar, donde destruyeron y quemaron todos los signos cristianos. El Homón de Faro, en La Carisa, es un lugar elevado y bien defendido, desde el que se ve el mar y que, para el que llegara a la región desde la Meseta, no dejaría de estar próximo al Océano. ¿Es este el emplazamiento reseñado? ¿Fue Pelayo, ya entonces, quien lideró esta oposición al invasor? «Por ahora la historia no tiene respuestas, pero lo que está claro es que se han abierto estos y otros interrogantes que, quizás, serán resueltos en el futuro». Lo dice Jorge Camino, director de las excavaciones arqueológicas de La Carisa sólo unos días después de la finalización del congreso internacional en el que se abordó la relación de las murallas defensivas localizadas en el Homón de Faro y en la vía de La Mesa con los orígenes de la Monarquía asturiana. La cita arrojó varias conclusiones interesantes y, además, según Camino, «ha permitido que tomara cuerpo la teoría de que la acción de Covadonga y la creación del Reino de Asturias pudieron cimentarse en una base ideológica de amplia cobertura social y territorial, que poco años antes ya había expresado uno de los principales rechazos a la conquista islámica en plena Cordillera, tanto en La Mesa como en La Carisa, como ya sucediera sietes siglos antes con la invasión romana». 

La versión más aceptada en el congreso es que las murallas de La Carisa y de La Mesa hicieron frente a la invasión islámica y que en ellas puede estar inscrita una interpretación del origen de la Monarquía asturiana unida a la Visigoda. En este sentido, Camino señala que «con independencia de que los defensores de esas plazas fuertes fueran astures, lo cierto es que, a la larga, se trataría, en cierto modo, de los últimos defensores del reino visigodo, al menos de la facción rodriguista gobernante». Es decir, que, a juicio de los expertos, si Pelayo estuvo realmente en la Cordillera representaría a esta tendencia oficial, con lo que ganaría enteros la teoría que liga el nacimiento del Reino de Asturias con una continuidad del de Toledo. En definitiva, apunta Camino, que «esas murallas pueden representar el enlace entre dos grandes episodios: la caída de la monarquía visigoda y la creación de la de Asturias». Es más, el arqueólogo defiende que «si se demuestra la contemporaneidad de otras defensas similares en la vía cántabra del Escudo podría justificarse un frente de mucha mayor envergadura y, lo que sería aún más importante, la unión entre los hijos de Pelayo y de Pedro, duque de Cantabria, para la expansión del reino». En este sentido, el arqueólogo añade que «ambos formarían parte del bando rodriguista y se unirían en una alianza fundamental para el proyecto de la Reconquista». 

Aunque el objetivo inicial en La Carisa del equipo arqueológico integrado por Jorge Camino, Yolanda Viniegra y Rogelio Estrada estaba centrado en conocer un campamento romano que fue parte fundamental en la conquista de Asturias efectuada por las legiones de Publio Carisio, una sorprendente paradoja arqueológica causada por el descubrimiento de las fortificaciones ástures del Homón de Faro, a las que se agregaron las de El Muro en la vía romana de La Mesa, provoca que las investigaciones se vean inmersas en la etapa que precede al nacimiento del Reino de Asturias

Lo cierto es que las hipótesis que asocia estas defensas con la invasión musulmana es la que menos obstáculos ofrece. Se trata de un acontecimiento militar de sobrada entidad que permite explicar una respuesta como la realizada en el corazón de la Cordillera. Las expediciones agarenas por todo el solar visigodo eran una consecuencia de la coyuntura de guerra civil que enfrentó a las facciones de Vitiza y de Rodrigo por el dominio del reino. Desmoronado el núcleo del ejército en Guadalete, la capacidad de resistencia quedó fiada a cada territorio. La contundencia bélica de las tropas musulmanas -beréberes en su mayor parte- facilitó un clima de pactos que hizo caer en cadena la autonomía defensiva de las demás zonas. Las crónicas insisten en la huida a las montañas norteñas de numerosa población, entre la que se encontrarían remanentes del ejército y del aparato cortesano. 

En este escenario, Camino apunta que «si las expediciones tardaron un par de años en alcanzar las tierras asturianas, hubo tiempo real para materializar un plan defensivo como el de El Homón de Faro y El Muro». Es más, de acuerdo a su versión, las élites locales habrían adoptado la bandera rodriguista, quizá con el concurso de grupos de refugiados, y trataron de hacer frente a las correrías musulmanas en las vías de La Carisa y La Mesa, probablemente con Pelayo ya al frente de las huestes.


Articulo escrito por José A Ordoñez - ¿Fue La Carisa la roca de Pelayo? para Lns.es cuencas

miércoles, 23 de agosto de 2017

La Heerkömigtum. Realeza militar germana

El termino realeza militar, para los historiadores de la nueva doctrina, es identificable en su aspecto dirigente guerrero con la jefatura militar, correspondiente al dux de las fuentes latinas. Esta institución desarrolla un papel determinante ante la multitud de conjuntos populares que aparecen; son grupos que no se encuentran asentados definitivamente en un determinado territorio. Están constituidos por contingentes de hombres libres y no libres que obedecen las órdenes de su señor.

De alguna forma este dominus, dueño de su propio sequito – compuesto por hombres libres y no libres y su propio fundatus de campesinos -  de la misma condición social que sus hombres de armas – que trabajan sus tierras, pasó durante el proceso de migraciones de los siglos IV – V, a convertirse en dirigente militar, con grupos armaos heterogéneos, vinculados por el juramento de fidelidad a su misma suerte. En determinados casos, este señor dirigió no sólo a sus soldados, sino al conjunto de hombres armados de un determinado pueblo. Este proceso se iniciaba cuando un grupo de guerreros designaba a un dux con la intención de conseguir botín en una guerra, de manera que los hombres alistados se vinculaban a él por un juramento. En algunos casos, se producía también la búsqueda de unas nuevas tierras. Al ser un establecimiento duradero, se veían obligados a llevarse todas sus familias y bienes. La amalgama de gentes en movimiento iría aumentando, con los diferentes séquitos de voluntarios que se les irían añadiendo. Estos movimientos suponían un cambio notable en el proceso de organización política de estos pueblos. Al dirigente de esta agrupación étnica heterogénea e itinerante se le elegía rey. 

Los dirigentes de estas realezas de nuevo cuño legitimaban su posición cuando eran designados por la asamblea de guerreros y basaban su poder y su fuerza en la soberanía domestica. Al dirigente se le proporcionaría la posibilidad de formular una realeza militar. Esta se originaría por una serie de empresas militares afortunadas y de establecimientos territoriales, constituyendo un asentamiento (Landnahme). De esta manera del grupo de gentes que formaban parte del numeroso séquito se forjaría un nuevo pueblo o civitas, del cual el monarca militar (herrkoning) se constituiría en el rey del pueblo (Stammeskönig). 

Dentro del pueblo se diferenciará entre rex y dux, pero en el caso de la realeza de guerrera, se producirá una fusión de ambos poderes: era por tanto rex y dux. La vinculación que tenían los semilibres y no libres con el rey, y a la vez señor, era por obediencia ciega, aunque con el paso paulatino de los años consiguieron gozar de un mayor grado de libertad y formaron parte, como mercenarios, de los séquitos de los príncipes germanos, además adquirieron más dominio como hombres de servicio dentro de la soberanía doméstica. Dado el concepto de libertad que existió entre los germanos, y visto el poder de la soberanía doméstica sobre los no libres, no se puede aceptar el concepto de nobleza entre los germanos como defiende Dannenbauer basada en una categoría social por nacimiento, lo que supondría encontrase en un estrato social por encima del resto de los hombres libres, eliminando cualquier posibilidad de ascenso del resto de los guerreros, especialmente los carentes de libertad. Su planteamiento configura una sociedad estamental desvinculada entre si, mientras que el nuestro – siguiendo a Schlesinger y Wensus – mantiene una sociedad guerrera vertical, con gentes que ocuparán puestos relevantes tras sus éxitos militares, y no en cambio por nacimiento.

La apariciendo de la realeza tuvo un desarrollo distinto en cada una de las grandes familias de pueblos de los germanos. Mientras que entre los occidentales resultó numerosa debido a su reciente desarrollo en los procesos migratorios, entre los orientales se conservó la realeza primigenia con elementos de origen mitológico. El monarca era un personaje de estirpe regia con una serie de antepasados heroicos, los cuales se remontaban al origen del pueblo.


Javier PampliegaLos germanos en España –  CAP I - Elementos conceptuales. Etnogenesis, realeza militar y soberanía domestica en la época de las grandes migraciones. 

Celtiberos, nuestra identidad

Incursiones marítimas germanas a Hispania anteriores a la era Vikinga, entre los Siglos III y V.

Se han tratado y estudiado en innumerables ocasiones las incursiones normandas ocurridas en la península ibérica  entre los siglos IX y XI. Más exactamente y con una aproximación relativa entre los años 844 y el 1045. Iniciándose el proceso con el primer avistamiento documentado en las costas cantábricas en el año 844 frente a la ciudad de Gijón. Y terminando en el año 1045 con la batalla de las torres del Oeste en la localidad de Catoira (Galicia). Donde el obispo Cresconio derrotó a una flota de lordemanos que asolaban la zona, y entre los que se ha querido ver, sin pruebas de ello naturalmente, al temido Ulf el gallego. Aunque bien es cierto que la fecha del combate de Cresconio está sometida a debate y discursión (Eduardo MoralesHisptoria de los vikingos en España, CAP XIII, pag 209 – últimas incursiones ) nos sirve para establecer con un margen de error año arriba año abajo, una fecha inicial, y una final de lo que podríamos definir de una forma un tanto arbitraria como “la era vikinga hispanica”.

A lo largo de esos casi 300 años, los normandos llegados desde diferentes puntos del norte de Europa, entre los que se encontrarían principalmente Inglaterra, Noruega, Dinamarca, Francia, e Irlanda. Asolarían con mayor o menor intensidad una franja costera que iría desde el norte cantábrico, hasta toda la costa Atlántico española (Galicia) y portuguesa. Incluyendo Andalucía y partes del Mediterráneo en las incursiones del siglo IX. Hay que tener en cuenta que ninguna incursión documentada posterior al siglo IX llegó a pasar el estrecho de Gibraltar, entre otras causas por la política preventiva de Abderraman tomada tras los devastadores ataques del año 858, Atribuidos tradicionalmente  a Hastings y Bjorn costado de hierro. Si bien aquí se establece un dato curioso que me parece interesante mencionar, la incorporación de mercenarios irlandeses a la flota Lordemana en ese año (presumiblemente solo documentados en esa fecha).

Para Steentrup el relato de una crónica irlandesa sobre los hijos de Ragnall, primogenito del rey de Lochlann, y las hazañas y aventuras de este contra los musulmanes, debe situarse inequívocamente en el contexto de la segunda invasión del siglo IX (José Carlos Sánchez PardoLos ataques vikingos y su influencia en la Galicia de los siglos IX – XI – Anuario Brigantino 2010 nº 33, Pag 64 – 3.2. Segunda incursión vikinga a Galicia). Parece razonable pensar que la única forma que los irlandeses de aquellos años tuvieron de enfrentarse con musulmanes, fue en las costas de España, llegando como apoyo mercenario local de las colonias existentes de normandos Noruegos en el país.

No obstante no existe documentación exacta en ninguna crónica hispana que hable de irlandeses entre la flota y guerreros del siglo IX, mientras que por ejemplo sí existen referencias de franceses. Queda por tanto dentro de las hipótesis y de los misterios relacionados con las miles de lagunas que ofrece la historia. Exactamente igual que la teoría al respecto de Anton Erkoreka, para quien la llegada de irlandeses pudo no estar relacionada con la llegada de Hastings y Bjorn, sino con una incursión llegada desde Dublín contemporánea a la de los dos famosos caudillos, que el escritor  vasco relaciona con el supuesto asentamiento de la ría de Mundaca, y con el secuestro del rey de Pamplona utilizando una vieja calzada romana, y no el río Ebro. Esta incursión estaría a mi modo de ver más relacionada con la leyenda y la mitología que con la realidad. Pues incorpora además sucesos y episodios propios de las leyendas y las dinastías legendarias vascas, relacionando a los dos caudillos vikingos llegados desde Irlanda, y que Erkoreca atribuye los nombres de Olaf el blanco e Ivar el Culebro con Jaun Zuria, mítico primer señor de Vizcaya que vence a las tropas asturianas (Anton Erkoreka – Los vikingos en la península ibérica. CAP – Los vikingos en Vasconia, pag 21, De nuevo en la ría de Mundaca (844m 858-861).

Pero dejemos de lado este tema y centrémonos en los ataques anteriores a la era vikinga. Aun cuando relacionados con las poblaciones proto vikingas y germánicas que años más tarde darían origen a los piratas del mar, lo cierto es que las incursiones llegadas desde el norte en años muy tempranos, no pueden ser llamadas vikingas, ni tratadas como tales. Ni tan siquiera aparecen en las crónicas romanas de la época con ese nombre o similar, entre otras cosas porque como puede suponerse aun estamos muy distantes en el tiempo de la era vikinga desde un punto de vista rigurosamente histórico.

La primera aproximación que tenemos documentada relacionada con incursiones marítimas por el litoral cantábrico, esta relacionada con los francos en plena era de las migraciones bárbaras. En el siglo III de nuestra era barcos procedentes de la zona norte de Europa, donde se establecían los francos, atacan en varias ocasiones todo el norte cantábrico. Aun cuando estas incursiones no tuvieron demasiado éxito quedándose tan solo en algunas rapiñas de aldeas, siendo todas ellas reprimidas con eficacia por el emperador Maximiliano Hercúleo.


Desde el siglo III hasta el V no se tienen información documentada de nuevos ataques marítimos. Es precisamente en ese siglo, en el V, con una Europa en pleno apogeo de las migraciones e invasiones germánicas, cuando el norte de España es atacado una vez más por mar. Este aspecto es poco conocido aun cuando tiene algunos episodios realmente interesantes de tratar.  La primera referencia con la que nos encontramos referida al tema procede de Hidacio. El historiador gallego de marcado carácter “anti suevo”, recoge en su Chronica,  un incidente relacionado con los vándalos. En el año 455 “unos vándalos de modo repentino. Desembarcaron con sus barcos en la localidad de Turonium en las costas de Gallaecia y capturaron familias de muchas gentes” / vandali navibus Turonium in litore Gallaeciae repente advecti familias capiunt plurimorum /. El problema con el que nos encontramos en este caso es señalar con exactitud de donde procedían esos vándalos, y cual era la localidad de Turonium. 

Los vándalos eran un pueblo germánico procedente de Escandinavia, que llegó a Hispania atravesando los pirineos en el año 409 junto a los alanos. Estaban divididos en dos grupos, Asdingos y Silingos, cada uno de ellos con su respectivo rey. Tras la derrota de los asdingos a manos de los federados visigodos del imperio liderados por Walia, se unieron con los silingos y comenzaron una aventura que les llevaría hasta la conquista de Africa en el 429. A simple vista vemos un error en las fechas que nos impide atribuir una invasión marítima procedente de Hispania a manos de los vándalos. Si en el 429 ochenta mil de ellos unidos con los alanos llegan a África, significa que en el 455 ya no estaban en la península, por tanto la lógica nos hace pensar que el ataque marítimo de los piratas vandálicos procedía del continente africano. 

Máxime cuando desarrollaron una importante flota que les llevó durante el 440 bajo reinado del rey Genserico, a saquear importantes puntos del Mediterráneo, entre los que se encontraban Sicilia, Cerdeña, Grecia y las islas Baleares. No obstante algunas hipótesis nuevas de historiadores renombrados ofrecen una segunda versión sobre el origen de la invasión marítima de Galicia a manos de los bárbaros durante el siglo V. Ch. Courtuis en les vandales ofrece la primera versión que señala a una invasión interna procedente de la propia Hispania y no de Africa. Para el historiador francés no se trataría de una flota procedente de Cartago, sino de vándalos residuales asentados en Hispania que no siguieron a sus compañeros hasta el continente africano. Plantea la dificultad, aun aceptando que fueran buenos navegantes, de que una flota vándala saliera de Cartago con el único objetivo de saquear Gallaecia. Una tierra que en aquellos años no tenía aun las grandes iglesias ni la importancia simbólica que llegaría a tener siglos después. 

Thompson por su parce acepta la hipótesis de Hidacio, aceptando que la incursión llegó desde Cartago. Por el contrario para Javier Arce, en su libro Bárbaros y romanos en Hispania  400 – 507. Se hace eco de Ch. Courtois, asimilando la idea de una incursión que correspondería a vándalos residuales que aprovecharon la expansión sueva hacia el sur de Hispania con objetivo la Baetica y Cartaginensis (año 441), y las malas relaciones existentes entre estos y la población nativa gallega, para asolar las costas. Sea como fuere nuevamente nos movemos en el terreno de las hipótesis, y con lo único que podemos contar fehacientemente es con el hecho de que los vándalos según recoge Hidacio, atacaron por mar las costas Atlanticas de Galicia sin ningún tipo de resistencia por parte del reino suevo. 


De tratarse de vándalos residuales, la operación carecería de interés geopolítico y estratégico. Simplemente habría que incluirla en las razzias de depredación de un grupo de gentes tras la derrota a manos de los visigodos, que intentaban sobrevivir adaptándose a la debacle de los nuevos tiempos, con independencia de la empresa iniciada por parte del mayor grupo de su gente en el norte de Africa. (Javier Arce – Barbaros y romanos en Hispania 400 – 507. CAP II, inseguridad y resistencia. 4. Piratas, pag 173 ).

Siguiendo en el siglo V y con el terror germánico que asoló Europa a modo de hordas de invasores, nos encontramos nuevamente con un texto de Hidacio referido a varios ataques de una tribu llamada Hérulos.
Los hérulos eran nuevamente una tribu germánica asentada en Escandinavia que inicia su expansión por el continente junto con otros pueblos como aliados, entre ellos los godos. En el siglo V tienen una relativa importancia en la historia de Roma por medio de su caudillo Odoacro. Anteriormente a esto, a principios del siglo V, sus barcos junto a los de Sajones y frisones, asolan buena parte de las costas del mar del norte y Canal de la Mancha. Es dentro de ese ambiente histórico cuando llegan a Hispania. Según Hidacio en el año 455 una serie de hombres de la tribu de los hérulos, desembarcaron con siete barcos en la costa del territorio de Lucus, los 400 hérulos armados a la ligera se vieron obligados a huir, muriendo solo dos de ellos en los combates contra los nativos. 

La razzia regresó por donde había venido saqueando las costas del Cantábrico y de Vardulia. En estas expediciones parece que tampoco tuvieron mucho éxito. Según Arce estos hérulos procedían de Dinamarca, y no tenían nada que ver con los que años atrás aliados de los godos habían saqueado el mar Negro. Hipotesis que sostiene Erkoreka, quien además los localiza en el noroeste de la península danesa.

Siete naves y 400 hombres, es decir, 57 hombres por nave. Con este número y armados a la ligera, como dice el historiador gallego, no es fácil asolar de forma contundente un gran territorio, aun cuando si lo pudieron hacer de forma cruel, como parece que detallan las crónicas (Javier Arce – Barbaros y romanos en Hispania 400 – 507. CAP II, inseguridad y resistencia. 4. Piratas, pag 173 ). 

Los incursores tuvieron que dejar los barcos en el litoral de la costa cantábrica iniciando una expedición de reconocimiento terrestre. Fue ahí cuando tuvieron conflictos armados con la población local con fatídico resultado en diferentes episodios para los bárbaros. Tal fue lo nefasto del asunto, o la resistencia hispánica, según se mire. Que los temidos hérulos de Jutlandia, Dinamarca, estos si primos lejanos de los posteriores vikingos, se vieron obligados a dejar los barcos en las costas y regresar a sus hogares cruzando los pirineos por la Tarraconensis, posiblemente por la zona central, ya que al parecer no encontraron fuerte presencia romana defendiendo los pasos.

Sorprende que una expedición de saqueo de tierras extranjeras fuera tan desastrosa, con situaciones semi cómicas como la vivida en Galicia, donde perdieron tan solo dos hombres y solo pensaban en huir. Mal armados,  no muy numerosos, en una actitud casi defensiva, coincidiremos todos en señalar que cuanto menos era una razzia de saqueo curiosa... El porqué de esta situación se comprendería años después. En el 459 nuevamente Hidacio recoge una invasión de piratas hérulos, esta vez se dirigían a la Baetica. Saquearon las costas cantábricas y atlánticas (documentado el conventus Lucense) con una crueldad inusitada (Hydacio 189). Dice textualmente “ad Baeticam pertendentes”, es decir, supuestamente la expedición germánica si llegó a la Baetica. Y a juzgar por el adjetivo calificativo de crudelissime usado por Hidacio, esta vez sí que fue salvaje, violenta y devastadora. Seguramente más numerosa que la predecesora. Es fácil asimilar cual fue el objetivo de la primera llegada 4 años atrás. No tenía como objetivo saquear las costas Hispanas, sino explorar. Fue una avanzadilla para tantear el terreno, conocer las costas, la resistencia, los lugares de interés y el camino a la Baetica, y puede que incluso consolidar pequeñas posiciones. Ya que presuponemos que en la primera mención que se hace de los hérulos en el 455, y aun cuando solo se los menciona en Galicia, el cantábrico y las vadulias, tuvieron que llegar por necesidad a la Baetica, mostrando el camino años después a un grupo mayor en número y armado para la ocasión. 

No opina igual Torres Rodriguez, quien supone que el desembarco del año 455 en la costa gallega fue un movimiento estratégico a cargo de un grupo de mercenarios del rey visigodo Teodorico II, que únicamente pretendía sembrar la alarma en la retaguardia del rey suevo Reckiario. Es posible que aquí se mezclen conflictos, y Torres se refiera mas acertadamente al misterioso y curioso incidente de los vándalos, pero no de los hérulos. 

A mi modo de ver la hipótesis exploradora es la más acertada, ya que como el propio Hidacio recoge. Era gente poco numerosa, mal armada, y que no buscaba la confrontación. El hecho de tener que escapar en las vardulias dejando los barcos en la costa para recorrer un largo camino de regreso andando atravesando los pirineos, es una prueba de ello. 
Con los ataques de Jutlandia (hérulos) del año 455, concluyen los episodios de las incursiones marítimas germánicas a las costas de Hispania. No quisiera dejar pasar la oportunidad de mencionar una teoría sobre la llegada de los suevos a Galicia. La recoge Erkoreka y la plantea Reynols. Según esta los suevos no atravesaron nunca el rio Rhin junto a vándalos y alanos. Jamás entraron a Hispania por los pirineos en el año 409. Llegarían por mar asentándose en las costas de la provincia de Gallaecia. Esta hipótesis no es muy acertada según yo lo veo, ya que carece de pruebas escritas que puedan dar tan solo una pequeña pista al respecto. 

Mucho tiempo después de la última invasión hérula, llegarían nuevamente piratas escandinavos, estos ya puramente vikingos. De ello hemos hablado en diferentes artículos. A lo largo de mediados del siglo IX, pueblos germánicos emparentados con los que llegarían en el siglo V. Hay referencias vagas, y misteriosas que tratan el tema de posibles llegadas nórdicas a Hispania antes de las fechas planteadas como oficiales, esto es 844. Algunas las relacionan incluso a mediados del siglo VIII, donde los nórdicos llegarían mas como mercenarios o comerciantes para tratar con las gentes del temprano reino de Asturias, que como razzias de saqueo armadas para la guerra.

Es difícil afirmarlo sin datos o pruebas escritas. Pero sin duda los pueblos del norte de Europa conocían al menos de referencia las costas hispanas. Habían estado llegando desde la tardo antigüedad, y aunque no fue un lugar caliente en sus incursiones, si que es posible que de forma puntual nunca se perdieran las conexiones entre el cantábrico y atlántico y las poblaciones norteñas que con el tiempo darían forma a la era vikinga.  Aun así en historia solo existe lo que se puede demostrar, y a día de hoy estamos muy lejos de poder demostrar absolutamente nada que vincule la llegada de lordemanos a las costas españolas antes de las fechas señaladas oficialmente. (844).


Alvar Ordoño 2017 - Recreador e investigador histórico de los grupos; BAIRA, REGNUM CASTELLAE, HISPANIA DE LOS VIKINGOS e HISPANIA GERMANORUM -

domingo, 6 de agosto de 2017

Los "reyes osos" y el escudo de Madrid

Entre el siglo V y el VIII, en toda Europa aparecieron monarquías de las que se sabe muy poco, situadas a medio camino entre la historia y la leyenda, pero todas ellas unidas por una constante: su común referencia al oso, como animal totémico; todas las leyendas urdidas en torno a estos monarcas hacen de ellos seres míticos.

El culto al oso entre los antiguos celtiberos queda atestiguado por distintas inscripciones en las que figura la palabra "arconi" o "arco" (idéntica en su raíz a "arkthos" y a la mítica y paradisíaca Arcadia) referidas a una diosa de la tierra y de la naturaleza.

Los germanos adoraron al oso y los godos trajeron hasta España este culto que quedó ligado a la nobleza visigoda superviviente después de la invasión árabe. El primer conde de Barcelona se llamó Bera (= el oso), y varios de sus sucesores Berenguer (= el que es como un oso).

Al producirse la invasión musulmana en España, se produjo una sacudida social mucho más grave que la que representó las invasiones germánicas. Las estructuras de la sociedad hispano-visigoda se derrumbaron y con ellas el Estado. El período legendario en la historia de España tiene su momento áureo desde que los musulmanes inician la invasión, hasta la culminación de la dinastía astur.

Del hijo de Pelayo, el primer rey de la Reconquista, Favila, solamente se sabe una cosa, pero ciertamente significativa, que murió abrazado por un oso. A la luz de la óptica legendaria y de las estructuras míticas medievales, este dato no hay que tomarlo como un desgraciado accidente, sino como la asunción por parte de Favila y de sus descendientes, de las características propias del oso: vigor, vitalidad, fortaleza, valor, energía, etc. que, mediante el acto del abrazo, quedarían incorporadas al rey. Este moriría como hombre para renacer en sus descendientes con fuerzas renovadas. Tal esquema, muerte/renacimiento es frecuente en las mitologías e iniciaciones medievales.

¿Por qué esta insistencia de la humandiad medieval en la figura de los osos y en su vinculación con las monarquías legítimas? Para entenderlo hay que alzar los ojos al cielo en la noche clara y contemplar que la respuesta está allí: las constelaciones llamadas Osas tienen una estrella de singular importancia en el cielo, la Polar, es decir, aquella en torno a la cual gira todo el firmamento y que indica el Norte.
La ideología medieval consideraba que el rey estaba dotado de una función polar: indicaba el camino a seguir, era inmóvil e ineccesible, frecuentemente su castillo se encontraba en una montaña elevada, o su trono se alzaba sobre el nivel del suelo en las salas palaciegas, y esto era así, por influencia divina.
Madrid es conocida como la villa del oso y del madroño, elementos que componen el escudo heráldico de la Capital. Las hojas peremnes del madroño lo relacionan con la inmortalidad, mientras que su color rojo púrpura lo entronca con la realeza imperial. No es por casualidad que exista una relación fonética -no etimológica- entre Madrid y madroño: las funciones que de una capital están contenidas simbólicamente en el madroño que junto con el oso rampante, sobre campo de plata, componen el escudo de Madrid.

La presencia del oso está justificada por la abundancia que hubo de este animal en otro tiempo; pero al mismo tiempo, el oso representa la fuerza y la potencia salvajes, violenta, primitiva e incontrolada que, al contacto con los frutos de la inmortalidad -madroño- será transformada en potencia ordenada, luminosa y rectora.

Ernesto Milá


viernes, 4 de agosto de 2017

La alta edad media castellana

Indumentaria de los caballeros castellanos según el Claustro de Santo Domingo de Silos. Como puede verse en la indumentaria representada en piedra de estos caballeros del viejo reino de Castilla, su equipación era muy similar a la de los normandos del tapiz de Bayeux.




martes, 1 de agosto de 2017

Lagunas del Campillo (Madrid)

Hoy tocaba pasear por las lagunas de Campillo, cerca de Rivas vaciamadrid. Un lugar muy próximo al centro de la capital, que guarda un secreto impresionante. No solo por lo espectacular de su paisaje, el cual recuerda mucho a tiempos prehistóricos, sino porque precisamente, en la prehistoria, fue un valle ocupado por animales tales como elefantes, rinocerontes, tigres dientes de sable, y por neandertales.