domingo, 17 de diciembre de 2023

Reconstruccion de los "extraños" yelmos con facial hispanos del siglo XII

Hace tiempo que en el mundo recreacionista, y de la arqueología experimental, se lleva debatiendo el origen y misterio de los yelmos encontrados en distintas representaciones de iglesias hispanas. Son yelmos raros, y poco habituales en el entorno pleno medieval europeo. Es mas, son únicos de la península ibérica, o al menos no se han encontrado referencias semejantes en otros lugares de Europa. 

Se caracterizan por tener una careta facial que cubre prácticamente toda la cabeza. Algunas teorías los emparentaron con yelmos escandinavos de tipo Gjelmundbu, si bien esa teoría era una verdadera locura carente de sentido. Las razones eran varias.. la principal, esos yelmos, los escandinavos, dejaron de utilizarse sobre el siglo X. Y la segunda es que no llegaron nórdicos hasta la península ibérica en proporción suficiente como para poder influenciar a la sociedad con sus armas y vestimentas. 

Actualmente un grupo de recreación de Aragón, ha reconstruido un prototipo de estos yelmos, basándose en distintas pruebas físicas encontradas en capiteles de iglesias. El resultado ha sido muy interesante, y desde luego da luz a nuevas "estéticas" medievales en el mundo hispánico. En gran medida por que como ya hemos adelantado, esta tipología de yelmos, es propia y única a la península. Son yelmos 100% medievales ibéricos. 

Quizás los mas conocidos sean los de Sequera del Fresno, en Segovia (no confundir con el soldado de la derecha de la imagen). Pero en realidad pruebas de dichos yelmos hay en toda la península. 

Recreación de un caballero normando del siglo XI. Basado en el tapiz de Bayeux.

Una reconstrucción histórica de un caballero normando del siglo XI. Concretamente de mitad del siglo XI, pues se basa en el conocido y popular tapiz de Bayeux. En el que se recuerda la conquista normanda de las islas británicas. Momento tras el cual termina el periodo sajón, para iniciarse el periodo normando. 

La estética, con algunos matices propios de los aportes del mundo musulmán, muy occidentalizado por otra parte en Hispania. Es similar a los distintos reinos de la península ibérica durante ese año. En parte porque la moda imperante desde el periodo carolingio, fue que toda Europa occidental copiara al mundo francés poco a poco.


viernes, 22 de septiembre de 2023

Casas campesinas en la Comunidad de Madrid en tiempo de los godos

La referencia la podéis encontrar en el museo arqueológico de Alcalá de Henares. Concretamente se basa en los hallazgos del poblado alto medieval de Gozquez de Arriba, en el pueblo de San Martín de la Vega (Madrid)

En ella se puede ver como algunos campesinos utilizaban una oquedad cavada en el suelo, sobre la que establecían una estructura de madera a modo de cabaña. Con ello, la gente menos pudiente, aprovechaban las paredes de tierra fruto del hueco excavado, ahorrando así material para la estructura de madera de su casa. De esa forma solo necesitaban material para el tejado, y la pared frontal de la entrada.

Aun cuando esta construcción esta datada del tiempo de los godos en España. Lo mas probable es que no fuera usada por los godos, sino por los hispano celtas o romanos. Pues el pueblo godo como tal, formaba parte en su mayoría de una aristocracia en el poder. Si bien es cierto, en el siglo VI y VII, el concepto godo aplicado a España, ya no tenía un significado étnico, y el gentilicio venía a significar grosso modo: habitante del reino de los godos. 

De esa forma, en los siglos ya comentados, tanto hispanos de origen celta, como hispanos de origen romano, eran considerados godos por los propios godos de origen germánico. 

de la imagen yo destacaría, la semejanza existente entre esta casa localizada en los yacimientos de Madrid, con las casas escandinavas del periodo vikingo durante la plena edad media. 


Muestra de visigodos en la comunidad de Madrid. Necrópolis de Daganzo

viernes, 1 de septiembre de 2023

El guerrero del menhir de Soalar del valle de Batzan.

El menhir de Soalar, que fue descubierto en el término de Arizkun (Valle de Baztán) en 1976, representa a un guerrero profusamente armado que presidía en lugar bien visible un área habitada por una colectividad del Calcolítico con conocimientos metalúrgicos, según un estudio encargado por el Gobierno de Navarra a expertos en arte prehistórico de la Universidad de Alcalá de Henares. Los expertos que han realizado el estudio son Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behrman y Rosa Barroso Bermejo. En su informe relacionan la figura de Soalar, datada en la segunda mitad del III milenio a. C., con otras aparecidas en la Península Ibérica, en un momento de "ascensión social de los guerreros que constituyeron la clase dominante en la Edad del Bronce" y concluyen que la erección de esta estatua revela la "capacidad económica y cohesión social de los habitantes calcolíticos y de la Edad del Bronce del Valle del Baztán".

La primera mención al megalito de Soalar data de 1976, y más tarde, en 1983, aparece registrado en el catálogo de piezas megalíticas del norte de Navarra, realizado por X. Peñalver, aunque entonces no se tenía conocimiento de los grabados que aparecen en una de sus caras, que no era visible en la posición en que se encontraba. 

El menhir es de la característica arenisca roja de Baztán, de 4,5 metros de altura (en origen debió tener cerca de cinco metros) y tres mil kilogramos de peso, y es una de las piezas megalíticas más altas encontradas en Navarra y País Vasco. El bulto tiene una apariencia antropomorfa, característica de las formaciones megalíticas europeas y ofrece una clara diferencia entre una de sus caras, el anverso, que está muy trabajado y exhibe diversos grabados, y el reverso, en el que la piedra aparece en bruto. 

El personaje representado está vestido con un manto de formas rectangulares y su cabeza tocada por lo que podría ser la capucha del manto o un casco o gorro de perfil triangular. Las proporciones de la figura indican que "los realizadores de Soalar eran plenamente conscientes de los módulos gráficos y simbólicos asociados a las figura megalíticas del oeste de la Península Ibérica". 

El elemento más destacado de la pieza es el grabado del arma que ocupa un cuarto del cuerpo y ocupa la parte central izquierda del soporte, lo que indica indudablemente que el menhir-estela representaba un hombre armado. Es un grabado ancho y profundo que representa un arma de mango largo y hoja que se estrecha a medida que se acerca a la punta. 

El arma es una alabarda y el interior del mango revela unas líneas grabadas que quizás representen adornos de dientes de lobo o cuerdas para reforzarlo. En resumen, los autores del estudio concluyen que "Ni marginales, ni cerrados, los habitantes calcolíticos y del Bronce del Valle de Baztán demostraban con la erección de estas espectaculares estatuas su capacidad económica y de cohesión social en torno a personajes que detentaban un poder respetado por propios y extraños".

Cabe resaltar, que las estelas o menhires de guerreros vascos, estén posiblemente relacionados con los menhires extremeños o andaluces, donde al igual que en los del norte, se representan figuras de guerreros armados. Siendo el menhir en si, un lugar donde en la antiguedad se pensaba, moraba el arma del difunto guerrero representado en la piedra. 

domingo, 25 de junio de 2023

Estelas funerarias celtiberas y proto celtas en la península Ibérica

Periodo carolingio...

El periodo carolingio corresponde cronológicamente del 768 al 774. Si bien es cierto que ese fue el tiempo en el que Carlomagno reinó y gobernó a los francos. No menos cierto es que su periodo cultural se extendería mucho mas años, dando origen a una etapa europea conocida coloquialmente como "influencia carolingia"- Esa influencia en ropajes civiles y militares, llegó a buena parte de Europa occidental, incluyendo todo el norte cristiano de los reinos del norte peninsular. 

La principal fuente para saber como se vestían en aquellos tiempos, está en la biblia de Stuttgard, más conocida quizás como el salterio de Stuttgard. Un libro religioso del siglo IX, donde se aprecia con bastante detalle las ropas de los europeos de aquellos tiempos. Siendo hoy una de las principales fuentes para todos los recreadores que deciden adentrarse en aquel periodo de la historia de Europa. 





jueves, 13 de abril de 2023

Presentación de Hispania de los Vikingos 2023 en el Espinar (Segovia)

Hoy se ha presentado el evento en la diputación de Segovia con el apoyo de los compañeros de Stal Hrid y Jacobo de Magerit histórica. 

martes, 4 de abril de 2023

Los orígenes paganos del mito del hombre lobo. Desde los cazadores del paleolítico y las cofradías guerreras indoeuropeas, hasta las leyendas de nuestros días.

Desde épocas inmemoriales, el ser humano ha intentado por medio de la magia y la mística, adquirir el poder de los animales salvajes que tenía a su alrededor. No en vano los primeros dioses de la humanidad no fueron antropomorfos, sino zoomorfos. En su libro: Historia de las creencias y de las ideas religiosas, el filosofo e historiador rumano Mircea Eliade, experto en el mundo antiguo y las religiones prehistóricas, nos cuenta como ya entre los paleantrópidos era frecuente recurrir a elementos propios de los animales para representar a sus dioses o espíritus de la caza.

Por ejemplo en la caverna francesa de Trois-Freres se puede apreciar una escena que ha sido interpretada como un hombre danzante disfrazado de bisonte, el cual, toca una flauta a modo de instrumento musical que ayudaba a los participantes en su viaje espiritual dentro de la supuesta ceremonia ritual representada en las paredes de la caverna del paleolítico.

La interpretación parece convincente, pues en el arte rupestre se conocen otras 55 figuras de seres humanos cubiertos de pieles, recreando posibles ceremonias religiosas, dentro de las cuales los danzantes, magos o sacerdotes, intentaban asimilar atributos de los animales mágicos a través del uso de sus pieles, cornamentas o garras.   

De ellos, posiblemente el más conocido sea el “Gran Mago” de Trois-Freres. Figura grabada sobre una pared, que mide unos 75 cm de alto. El dibujo de Breuil lo representa con cabeza de ciervo provista de amplia cornamenta, pero con rostro de búho, orejas de lobo y barba de rebeco. Los brazos parecen terminar en zarpas de oso, y ostenta una larga cola de caballo. Tan solo los miembros inferiores de la figura, el sexo y su posición de danzante, nos indican que se trata de una figura humana.

Los primeros dioses que tuvo la humanidad, fueron dioses relacionados con la caza y la supervivencia en la naturaleza

Tradicionalmente este elemento ha sido interpretado por los arqueólogos y antropólogos como un “señor” de los animales, o un hechicero de las poblaciones europeas del paleolítico. El elemento animal, estaba presente en la espiritualidad humana ancestral, pero no solo en su aspecto religioso, sino también en su condición de cazador.

Los cazadores de las tribus paleolíticas y mesolíticas, recurrían con frecuencia a ceremonias chamanicas mediante las cuales pretendían adquirir la fuerza, fiereza o efectividad de los depredadores que admiraban y con los que convivían, tales como osos, lobos, leones…

Respecto a esto, nuevamente Mircea  Eliade nos cuenta en referencia a los rituales religiosos chamánicos del paleolítico. 

(..) Como ya hemos observado, parece atestiguado en el paleolítico el éxtasis de tipo chamanico. Ello implica, por una parte, la creencia en un “alma” capaz de abandonar el cuerpo y de viajar libremente por el mundo. Y por otra parte la convicción de que durante ese viaje se puede reconocer el alma de ciertos seres sobrehumanos, antepasados, y animales a los que pedirles ayuda o bendiciones. El éxtasis chamánico implica además la posibilidad de “poseer” los cuerpos de los seres humanos, es decir, de penetrar en ellos, así como la de “ser poseídos” por el alma de un muerto o de un animal, por un espíritu o por un dios (..) 

En el peleolitico era común la creencia animista de la trasmutación de las almas. En dichas tradiciones el brujo podía contactar en el mas allá con el alma de los animales, y hacer que estos poseyeran el cuerpo de los hombres transformandolos en cazadores sobrenaturales. 

Para facilitar este tránsito entre el mundo de los vivos y el de los espíritus, el chaman, o el cazador, se vestían con atributos propios de los seres invocados; cornamenta, plumas, huesos, o pieles.

Tras ello, y acompañados por el brujo de la tribu, se iniciaba una ceremonia ritual al compas de tambores tantricos, donde el chaman acompañaba a los cazadores en el viaje espiritual. Este llamaba a los espíritus de los animales para que poseyeran el alma de los hombres con la finalidad de ayudarles en la caza. 

En dichas ceremonias conocidas como “danzas  circulares” (Mircea Eliade / Historia de las creencias y de las ideas religiosas / ritos, símbolos y creencias entre los cazadores paleolíticos). Los cazadores entraban en trance ayudados por los sonidos rítmicos del tambor. Y vestidos con pieles de lobos, osos o leones, se ponían a cuatro patas, olisqueaban el suelo, rugían, gruñían, enseñaban los dientes y aullaban.

Ya no eran humanos, eran una manada de lobos, y se comportaban como una manada de lobos, copiando sus técnicas de caza y su valentía frente a animales potencialmente superiores en fuerza a los hombres, como ciervos, bisontes o jabalíes. 

Las pieles utilizadas en dicho ritual, ya no eran más que un elemento mágico mediante el cual, el cazador adquiría la fuerza de su espíritu protector. Eran su amuleto para entrar en el mundo de los espíritus.

Con el paso del tiempo el mundo de los cazadores dio paso al mundo de los hombres modernos que basaban sus sociedades en la agricultura. Las sociedades de cazadores dejaron de tener peso en el mesolítico, comenzando a tener más importancia las ciudades fortificadas que defendían sus zonas agrícolas de los ataques de animales o de otros humanos.

Posiblemente ese fue el punto en el que nacieron los guerreros, al transformarse los viejos cazadores en defensores de sus territorios, a la par que asaltantes y ladrones de los recursos de pueblos foráneos en caso de necesidad.

No obstante, a pesar de que el mundo había cambiado en el mesolítico, las tradiciones religiosas no cambiaron, simplemente se adaptaron y modificaron a los nuevos tiempos. Así pues desde la edad del bronce, pasando por la era del hierro, y continuando en la edad media, muchas creencias primitivas se mantuvieron bajo nuevas perspectivas contextualizadas a los tiempos que corrían.

Los dioses o espíritus de la caza fueron dejando de tener peso en las ceremonias humanas según los hombres fueron siendo sedentarios. Al trabajar y esperar frutos de la tierra, la necesidad hizo que los humanos incorporaran una divinidad de la fertilidad, una diosa madre. Fue en ese momento cuando la Diosa tierra y el matriarcado comenzaron a ganar importancia frente a los dioses de la caza de la primera edad de piedra. 

Tradicionalmente se ha interpretado esta época, como un tiempo de paz entre los humanos. Cosa que desmiente el historiador Yuval Noah en su libro Sapiens: De animales a dioses. Un maravilloso libro que recomiendo a todo el mundo, en el que Yuval nos describe distintos episodios de violencia propios del mundo paleolítico.  

Igualmente Yuval nos cuenta el proceso en el que el hombre comenzó a ser “avaricioso” con la llegada de las ciudades, la agricultura, la ganadería y el aprovechamiento de los recursos previos a la fabricación y producción de elementos. 

(..) Una de las pocas leyes rigurosas de la historia, es que los lujos tienden a convertirse en necesidades  y a generar nuevas obligaciones. Una vez que la gente se acostumbra a un nuevo lujo, lo da por sentado. Después empiezan a contar con él. Finalmente llegan a un punto en el que no pueden vivir sin él (..)

la primera vez que se crea un culto religioso a la fertilidad de la tierra, naciendo en consecuencia las diosas madres propias del matriarcado previo a los indoeuropeos. Fue cuando el hombre primitivo dejó de cazar y recolectar para pasar a ser sedentario y agricultor. 

El lujo y la vida lujosa, fue el germen de la evolución humana hasta nuestros días. Por un lado nos facilitó la vida, pero por otro nos encadeno para siempre a un estilo de vida basado en la depredación de los recursos naturales, llegando incluso a crear guerras para anexionar tribus de cara a aumentar nuestras posesiones, con el objetivo de tener mayor poder y lujo que el pueblo vecino. 

Igualmente el hombre agricultor del mesolítico, domesticó a los animales salvajes que antes pastaban en grandes rebaños para no tener la necesidad de cazarlos. Nuevamente Yuval nos cuenta como fue este proceso. Los humanos amansaron a las fieras cazándolas y permitiendo durante generaciones que solo los más mansos se reprodujeran. De esa forma los genes de los más dóciles se perpetuaban en detrimento de los genes más salvajes aptos para la supervivencia en un entorno natural.  

El mundo había cambiado, pero el espíritu de los cazadores paleolíticos ahora convertidos en guerreros, no… Los ritos iniciáticos mediante los cuales los hombres pretendían adquirir cualidades animales se mantuvieron. Ciertamente no ya destinados a cazar presas para comer, sino a “cazar territorios” que incorporar a sus reinos, o tribus, que dieran más poder (lujo) a los señores y reyes junto a sus cofradías guerreras.

En todo ello jugó un papel fundamental un nuevo concepto cultural humano introducido por los pueblos indoeuropeos y turco mongoles… el culto a la guerra y al heroísmo solar.
Eliade nos dice sobre este proceso…

(..) Muchos milenios después del triunfo de la agricultura se hará sentir todavía en la historia el ideario del cazador primitivo. En efecto, las invasiones y las conquistas de los indoeuropeos y los turco-mongoles se emprenderán bajo el signo del cazador por excelencia, el animal de presa. Los miembros de las cofradías militares (Mänerbünde) indoeuropeas, y los jinetes nómadas de Asia central se comportan con respecto a las poblaciones sedentarias, a las que atacan, como animales de presa, que cazan, dan muerte y devoran a los herbívoros de la estepa o al ganado de los establos. Numerosas tribus indoeuropeas y turco mongoles tenían como epónimos a los animales de presa, especialmente al lobo, y se consideraban descendientes de un antepasado mítico teriomorfo. Las iniciaciones militares  de los indoeuropeos implicaban una transformación ritual en lobo: el guerrero ejemplar se apropiaba del comportamiento del animal de presa. (..) 

(..) Por otra parte, la persecución y la muerte de una fiera se convierte en el modelo mítico de la conquista de un territorio (Landnáma) y de la fundación de un estado. Entre los asirios, iranios y turco-mongoles, las técnicas de caza y las de la guerra se parecen tanto que llegan a confundirse (..)

Mircea Eliade (Historia de las creencias y de las ideas religiosas CAP – El descubrimiento de la agricultura – mesolítico y neolítico - La herencia de los cazadores paleolíticos)

Vemos pues, como desde finales de la edad de piedra, con la llegada de pueblos indoeuropeos a Europa, y turco-mongoles a Asia, el concepto ritual del cazador y su creencia ancestral basada en la idea de poder ser poseído por el alma de los grandes depredadores, se adaptó a los nuevos tiempos, incorporando el ideario de la caza a la guerra. Este sería uno de los comienzos del mito del hombre lobo, cuyo máximo exponente en la edad media serían los ulfhednar escandinavos, y los berserk nórdicos. 

El historiador Gonzalo Rodríguez García, nos intenta explicar la admiración que desde el presente se tiene por la cultura “vikinga” o más bien escandinava, de la siguiente forma. Para él, tal admiración se debe a lo ancestral de dicha cultura. Lo “vikingo”, lo escandinavo, no es más que el último exponente en Europa de la supervivencia arcaica de la cultura indoeuropea y de los pueblos de la edad del hierro. Es nuestro yo más primitivo que sobrevivió al mundo moderno medieval representado por el cristianismo. El hombre moderno de nuestros días, encuentra inconscientemente en lo “vikingo”, un referente cultural que nos une con ese pasado ritual, mitológico e identitario que todos tuvimos en la edad del hierro.

En la edad media ya no había celtas, ni celtiberos, ni iberos, ni griegos ni romanos.. Sus culturas originales y puras habían desaparecido. Pero en el norte y Este de Europa, aun se mantenían pueblos ajenos al desarrollo del mundo moderno. Pueblos que vivían anclados en ese periodo cultural que todos compartidos en la edad de piedra, basado en mitologías, tradiciones y rituales inmemoriales. 

En la era de Vendel, y dentro del mundo proto vikingo. Son comunes las representaciones de guerreros transformdos en hombres lobo, como parte de una proto creencia en los ulfhednar alto medievales de escandinavia

Y precisamente fue en ese entorno, donde el culto a las pieles, y a la trasmutación de las almas como elemento mágico y sagrado, se perpetuó por medio de los ulfhednar y Berserker. 

Muy posiblemente el origen del mito escandinavo se encuentre en una descripción que hace Tacito sobre el pueblo de los Harios en su Germania. De ellos nos resalta su aspecto salvaje y tenebroso. Destacando por su fuerza física sobre los demás pueblos de la Germania. Portan escudos negros, lanzas, y pintan sus cuerpos de piel blanca con pintura negra para combatir por la noche como un ejército de muertos.

Las tribus atacadas eran fruto del pánico al ver a estos guerreros asaltar sus aldeas en total oscuridad. Consiguiendo un aspecto aterrador y místico sobrenatural, aderezado por la pintura negra que cubría sus cuerpos en contraste con sus cabellos, barbas rubias y sus ojos azules. 

Los Harios de Tacito, son un ejemplo de guerreros sobrenaturales de la edad del hierro, cuya tradición mística seguramente se encuentra en los viejos rituales cazadores de los hombres del paleolítico y mesolítico. Si bien, incorporando ya una influencia del culto a la guerra propio de los indoeuropeos. Siendo seguramente un precedente de la edad del hierro de los Ulfhednar y berserk alto medievales. 

Según el escritor romano Tacito, en su libro la Germania.. los guerreros Harios pintaban sus cuerpos de negro para aterrorizar a sus enemigos. Atacando poblaciones durante la noche entre gritos y ruido ensordecedor. 

De los Ulfhednar sabemos que eran guerreros lobo. Guerreros nórdicos que utilizaban las pieles de esos animales salvajes para entrar en un trance guerrero, pensándose poseídos por el espíritu de la bestia. Con ello pensaban combatir mejor, ignorando incluso los cortes de las armas enemigas. Por el contrario los berserk, eran básicamente lo mismo pero con el elemento oso como vinculo mágico. 

En ambos caso el uso de pieles era determinante como amuleto que les otorgaba una condición sagrada. Ni el ulfhednar, ni el Berserk, podían entrar en el trance sin la piel del animal invocado. 

En la saga de los Volsungos, tenemos un episodio relevante para el contexto, dentro de  la historia de Sinfljotli, quien junto a su padre roba unas pieles de lobo a unos viajeros. Las pieles estaban malditas, y al ponérselas, estos, adquieren  la cualidad de hombres lobo. Como vemos las tradiciones alto medievales escandinavas, están aun estrechamente ligadas con las creencias de los pueblos germánicos de la edad del hierro. 

En las sagas nórdicas tenemos cientos de ejemplos de “hombres lobo”. Otro ejemplo lo encontramos en la saga de Egil Skallagrimsson, donde se nos habla de un guerrero llamado Ulf, que siendo un poderoso señor de tierras, por las noches se volvía irritable y temible, diciéndose de él que podía cambiar de forma a voluntad. Recibiendo entonces el apodo de Kveld-Ulf, que significa “lobo nocturno”.

Para Gonzalo García Rodriguez (LOS CELTAS HEROES Y MAGIA. La cultura guerrera de la Hispania celtica) Estos “hombres lobo” alto medievales, serán el origen del mito de los hombres lobo del folclore moderno. Un mito que se extiende por todo el viejo continente, de norte a sur, y de este a oeste.

En la península ibérica tenemos ejemplos múltiples recogidos en la obra de Pablo Ruiz bajo el titulo de Hombres lobo y otros depredadores de la mitología. De ello hablaremos más adelante. Ahora vamos a centrarnos en los mitos religiosos relacionados con el lobo que hay en la península, y que nuevamente deberíamos de contextualizar como creencias religiosas arcaicas en la edad del hierro, procedentes del mundo paleolítico y del chamanismo del guerrero / cazador.

Lo cierto es que tanto en la Hispania celta como Ibera, tenemos numerosos ejemplos mitológicos girando en torno al lobo como figura sobrenatural. Apiano nos habla de heraldos celtiberos vestidos con pieles de lobo, sin ninguna duda como un atributo mágico religioso. En la estela cántabra de Zurita, se puede apreciar un ritual funerario relacionado con el más allá. Donde dos guerreros vestidos con pieles de lobo, velan a un cadáver caído en batalla que es devorado por buitres. Aquí nos encontramos con el caballo como símbolo de las elites guerreras, y a los “guerreros lobo” como símbolo de la hermandad sagrada, la männerbünde, la cofradía de soldados hermanados en la mística del más allá.

Los vetones de Segovia y Avila tenían a los Lupercum, los celtiberos a los Vailicon, del celta Vailos (lobo).  Silio Italico nos habla sobre los jinetes celtiberos de Uxama, descritos con “caras y fauces de fieras”. Plinio nos describe un ritual celtibérico que consistía en beberse el cerebro del oso cazado o sacrificado para obtener la fiereza de este. En Cubillas de Cerrato hay una estatuilla donde se aprecia un jinete hispano portando en sus manos una cabeza de oso con la que posiblemente se cubriría su cabeza. Los lusitanos de Viriato entraban en combate agitando sus cabellos largos, a la par que aullaban y gritaban, según la descripción de Apiano. Y el clan cántabro de los Orgonomescos, parece recibir el nombre de un “frenesí guerrero” similar al espasmo de furia de los Berserker vikingos. 

El culto a las cofradías guerreras indoeuropeas en la península, se extendió durante la edad del bronce hasta la edad del hierro. Como puede apreciarse en esta idealización de la estela de Zurita. Donde dos guerreros celtiberos portan pieles de lobo como símbolo de su condición de guerreros sagrados o consagrados al lobo.

Para Gonzalo García, estas referencias simbólicas a los lobos de las tribus celtiberas, tienen una relación directa y mística con el dios celta hispano Vaelico.

(..) Este nombre (Vaelico) derivará del radical celta Valios que significa “lobo” y “aullador”, lo que indudablemente nos pone frente a un dios del que podemos decir que estaría íntimamente relacionado con la figura del lobo . (..) 

Teniendo presente todo lo que ya hemos señalado respecto a ritos de iniciación y magia guerrera, y respecto a la figura del lobo y la licantropía, resultará sugerente pensar que este dios Vaelico sería precisamente una divinidad de las männerbünde, un tipo de dios relacionado directamente con el mundo de las fratrías  guerreras y sus ritos y creencias.

Gonzalo García Rodríguez (LOS CELTAS HEROES Y MAGIA – pag252 – Vaelico, el dios lobo de las männerbünde – CAP Magia guerrera y la figura del lobo).

Igualmente el escritor vincula el culto al dios lobo celtibero Vaelico, con el dios Galo Sucelus. Divinidad nocturna de los celtas franceses, que cubre su cabeza con una piel de lobo, y del cual algunas tribus galas se consideraban descendientes.

Sobre Vaelico, hay algunas curiosidades relacionadas con la geografía y la toponimia de los lugares donde se han encontrado algunas de las más importantes aras dedicadas al dios. Una de ellas por ejemplo, se encuentra en una ermita situada en un paraje llamado Postoloboso (Avila), haciendo referencia a la figura del lobo. Y como segunda curiosidad tenemos, que la ermita está consagrada al santo apócrifo San Bernardo de Candela. Un santo al que se le invoca para curar el mal de la rabia. Enfermedad que estaba estrechamente relacionada con los perros y lobos en la edad media. 

Todos sabemos que el proceso habitual de los lugares cristianizados, se basa en asentamientos donde previamente había un santuario pagano. Por lo cual es muy posible pensar que la ermita fuera levantada donde previamente existió un santuario a Vaelico. Puede incluso que un lugar relacionado con rituales de hermanamiento guerrero en la edad del hierro. Y que la santificación posterior dedicada a San Bernando de Candela, fuera una forma de “proteger” el lugar, que antaño fue centro de culto a  los “hombres lobo” de las “männerbünde” celtibéricas, a Vaelico, convertido en diablo con la llegada del cristianismo a la zona

Coincidencias como estas, o simples curiosidades, nos hacen pensar realmente que Vaelico pudiera ser realmente la divinidad de las cofradías guerreras celtibéras, las cuales se vinculaban espiritualmente al lobo en los tiempos de la edad del hierro hispánica. Unas hermandades guerreras que tendrían un aspecto sobrenatural al vincularse con divinidades del más allá. Haciendo de sus integrantes guerreros “sagrados” o “místicos” a los ojos del resto de habitantes de la tribu, incluso a ojos de otros guerreros. Siendo similar a la tradición alto medieval vikinga de los Berserker. De quienes se pensaba que eran guerreros seleccionados por el propio Odin. 

Si esta teoría fuera real,  tendríamos nuevamente dos culturas alejadas geográficamente, que tendrían una raíz común. No solo por su ascendencia indoeuropea, sino por su tradición paleolítica cazadora. Por raro que parezca, la tradición sagrada de vincularse a un dios de la guerra o dios lobo, por medio de rituales sagrados entre escandinavos, germanos y celtiberos, tendría un origen común en los albores de la edad de piedra.  

Tras la cristianización de Europa, gran parte de los mitos, leyendas y tradiciones paganas, no desaparecieron, sino que fueron asimiladas por la religión monoteísta bajo una nueva cosmovisión. Así pues los “hombres lobo” de las cofradías guerreras, pasaron a ser criaturas fruto de la brujería y de los pecados de los hombres.

Seguramente el culto al "hombre lobo" entre las sociedades de la edad del hierro indoeuropea hispana, se vinculaba con el dios celtibero Vaelio, de la raíz celta europea Valios, cuyo significado era lobo. 

En el ya mencionado libro de: Hombres lobo y otros depredadores de la mitología, su autor o autores, nos desarrollan un estudio sobre el mito desde la edad de piedra hasta nuestros días. Transcribiendo distintas leyendas hispanas del siglo 19 que tienen como protagonistas hombres o mujeres lobo.

El mito del que mana todo el romanticismo gótico, se centra en el llamado “renacimiento del hombre lobo” procedente del siglo XII. Un estudio de Gerald de Gales de Tubiry y Willian de Auvergne. El primer ejemplo de Licantropía romantizada lo encontramos en el poema de Bisclavret de Marie (1160 – 1215). Un cuento bretón en el que un noble se transforma en hombre lobo, y no puede regresar a su forma humana al robarle las ropas su amante. En el cuento, el lobo necesita su atuendo de humano para regresar a su forma original.

Cabe destacar que el mito de la transformación en un lobo antropomorfo, es moderno, pues en origen, y basándonos en las leyendas antiguas, el hombre lobo, o los guerreros lobo de la edad del hierro, no se transformaban en lobos humanos. Simplemente adquirían cualidades de estos, o se transformaban en lobos directamente.

Sea como fuere, lo cierto es que los mitos modernos del cine y la literatura gótica, inevitablemente tomaron influencia de las leyendas populares del siglo XVIII y XIX. Las cuales a su vez eran una herencia adaptada a los nuevos tiempos de cuentos medievales y renacentistas, que a su vez procedían de tiempos anteriores que se remontaban a los ya mencionados rituales chamánicos del paleolítico. 

En España existen numerosos casos de hombres lobo dentro del folklore cultural del siglo 19. Tenemos por ejemplo el caso de Juan Soriano “el lobero”. De quien las actas del santo oficio nos dicen que tenía el poder de dirigir a voluntad las manadas de lobos. Pudiéndose transformar él mismo en hombre lobo por medio de un pacto con el diablo. 

O las mujeres de Lastra (sierra del Guadarrama), de quien se decía que eran muy robustas, poco atractivas, y velludas. De allí en concreto existe una leyenda sobre una mujer lobo que se recoge en el libro de: Hombres lobo de Ion Ander Ramirez. Cuentan que vagaba por los bosques de la sierra carpeto-vetonica solitaria y empobrecida. Aullando como poseída en las noches de luna llena,  aterrorizando a las gentes de las aldeas.

Pullman sugiera sobre esta leyenda, que podría tratarse de una variación popular de “la serrana”. Cuento que nos habla de una mujer diabólica que seducía viajeros a los que devoraba y mataba.

En la propia Galicia tenemos una leyenda recogida por el profesor de antropología Mariño Ferrero llamada “la maldita comedora de carne”. Lo curioso de esta leyenda, es que la mujer lobo en cuestión, es castellana, o al menos reside en Castilla. La leyenda nos cuenta como una chica es muy aficionada a comer carne, y su padre la lanza una maldición a causa de la cual se convierte en mujer lobo. Al final del cuento, de regreso en Castilla, cuenta su aventura a sus amigas de siega, diciéndoles no haber tenido pena de los estragos que hizo en Galicia. Tan solo de un niño al que devoró, sintiendo que mientras lo despedazaba, este la miraba con inocencia.

A este respecto decir que en la tradición española el encantamiento del hombre lobo, puede producirse por hechizo, o por casualidad de nacimiento o herencia. Por ejemplo comer carne en cuaresma, rompiendo un tabú cristiano. También por ser el séptimo hijo varón ininterrumpido. O por dormir en una madriguera de lobo una noche de luna llena, comiendo donde comen los lobos, y bebiendo de los ríos en los que beben los lobos.

En cualquier caso, una característica hispánica, o creencia folklorica para romper la maldición, era eliminar o quemar la piel del lobo que causaba él hechizo. Así lo vemos, entre otros ejemplos, en la leyenda de Ahigal de Caceres. 

Nuevamente nos topamos con el simbolismo de la piel del que ya hemos hablado en los rituales paleolíticos y alto medievales de los berserk. La piel como el elemento mágico, o el amuleto que servía de conexión sobrenatural entre el hombre y el espíritu del animal que tomaba posesión del hombre. Y cuya creencia supersticiosa sobrevivió de alguna u otra forma hasta el siglo 19 en España y resto de Europa. 

Desde la edad media, y bajo la condición de la cristianización de Europa. El mito del hombre lobo siguió vinculado a las creencias populares, pero ya mas dentro del ámbito de la demonología y la brujería. Aun cuando su raíz seguía estando en las sociedades cazadoras peleoliticas, y cofradías guerreras indoeuropeas. 

En nuestra península son muy conocidos los Lobisomes gallegos, o el Llubu home asturiano, quizás menos conocido es el Lobo hechizado castellano. Algunas de sus leyendas han sido recogidas por Carlos Villar en su artículo para la revista folklórica de la fundación Joaquin Diaz. De ellos los más destacados serían el del lobo hechizado de Villamanrique, o el de Almeida. En ambos casos los lobos hechizados no perdían la conciencia de serlo, ni se transformaban en lobos o bestias.. Simplemente desarrollaban algunas características sobrenaturales en su anatomía, como garras, exceso de pelo en manos o cara, colmillos, y otras cosas por el estilo. 

A lo largo de este articulo, hemos visto como la línea de la creencia del mito del licántropo se remonta hasta la edad de piedra. Teniendo su origen en las sociedades animistas cazadoras del paleolítico. Las cuales se transformaron en cofradías guerreras con la llegada de los indoeuropeos, y posteriormente en brujería o leyendas aterradoras bajo la influencia del cristianismo.

Igualmente hemos teorizado sobre el posible motor espiritual religioso vinculado a las mänerbünde celtiberas relacionado con el culto al lobo celta hispano, el dios Vaelico. Aceptando como muy posible, que entre los pueblos indoeuropeos de la península, existieran cofradías guerreras entregadas al espíritu del lobo, igual que existían en la alta edad media nórdica.

Sin ninguna duda cada vez que hacemos referencia al mito del hombre lobo en un libro, o película de terror. Debemos de contextualizar el fenómeno, sabiendo que en realidad nos estamos remontando a una tradición antiquísima, que ahonda sus raíces en nuestro pasado más atávico. Un tiempo en el que  todos nosotros no éramos más que cazadores en busca de presas. Buscando en la magia, la religión y la espiritualidad, esa ayuda del mundo animal, que necesitábamos para comer y sobrevivir en una naturaleza hostil. 

ALVAR ORDOÑO (investigador histórico, y editor de los blogs: LA ERA DEL HIERRO, HISPANIA DE LOS VIKINGOS E HISPANIA BARBARORUM)

lunes, 6 de marzo de 2023

 Ya va quedando menos para el IX encuentro de la HISPANIA DE LOS VIKINGOS en el municipio segoviano de EL ESPINAR. Este año hemos sacado un modelo de camiseta que muestra el enfrentamiento sobre el mapa de la península que tuvieron nórdicos e hispanos de los reinos norteños.

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