viernes, 16 de febrero de 2018

El licántropo castellano se llamó Lobo Hechizado

Aunque las fuentes no quedan demasiado claras, parece que al hombre lobo típico de la mitología folclórica castellana, se le llama o conoce con el nombre de lobo Hechizado.  En realidad no es muy diferente al llobu home asturiano, o al lobisome gallego. No en vano Castilla fue durante siglos parte de esa gran tierra que en la alta edad media se conoció con el nombre de Gallaecia. Y es que no podemos olvidar que buena parte del norte de la actual Castilla se pasó varios siglos bajo la monarquía asturiana. Otros tantos como condado vasallo de la monarquía leonesa. Y repoblado desde el siglo XI en adelante por gentes llegadas del norte de España ya como reino independiente. Es por tanto fácil de entender la conexión más que evidente que comparten muchas tradiciones castellanas con  gallegas o asturianas.  

El lobo hechizado era una persona afectada por licantropía, bien por una maldición, bien por brujería mediante ungüentos creados por una bruja. Al igual que en otros casos, con la llegada de la luna llena se ocasionaban cambios en el afectado. Crecimiento de pelo por todo el cuerpo, dientes largos, uñas de las manos largas. En ocasiones caminaba a cuatro patas y gruñía. Cuando no se transformaba directamente en un gigantesco lobo que aterraba los alrededores del pueblo. 

En Villamanrique (Ciudad Real) se describe un episodio en el que se dice que el Lobo Hechizado tenía aspecto de perro rabioso, y que bajaba de la espesura de los montes causando daño a cuantas gentes se encontraba por el camino, llegando también a matar el ganado de los pastores en su afán voraz por comer carne. Todo ello ocurría en las noches de luna llena, solo en ellas el hechizado se convertía en lobo. 

Según la tradición castellana de ámbito rural, el lobo hechizado era un ser humano que se convertía en lobo bien por una maldición o bien por brujería. Cuando se transformaba caminaba como un perro, desarrollaba garras y colmillos, y le crecía el pelo en la espalda

Quizás una característica propia del área castellana, es que el hombre hechizado por el mal era consciente, y avisaba a familiares y vecinos para que cerraran las puertas y no le abrieran. Cuando llegaba el momento subía al monte a encontrarse con los lobos. Llegando a ser parte de la manada, o al menos se hacía acompañar por lobos auténticos. Entonces vivía y se comportaba como ellos, bajando al pueblo y arañando las puertas de las casas, regresando al monte con los lobos con la llegada del alba, para retornar ya como un hombre al día siguiente. Prueba de ello eran las marcas de los arañazos y mechones de pelo que los lugareños veían aterrados  con la luz del día en sus portones. 

Realmente hay una gran similitud entre el mito del lobo hechizado y el “tio Lobo”. Un personaje popular del que se cuenta se volvía lobo con pelos en la cara en las noches de luna llena. Siendo un vecino normal y corriente la mayoría de días, pero con la necesidad llegada la luna de llena de adentrarse en el bosque y convertirse en lobo. 

Parece ser, que en las comunidades campesinas tradicionales castellanas, había cierta permisividad con estos “licántropos”, a los cuales se les consentía robar o matar algún animal que otro (a modo de donación ante un ser desgraciado ) para saciar el hambre. Que tras esto, incluso se podía establecer conversación o convivencia con él, a pesar que su aspecto inspirar temor o recelo.


En algunas leyendas castellanas se dice, que el lobo hechizado subía al monte en las noches de luna llena para juntarse con las manadas de lobos. Atacando a los viajeros que encontraba en los caminos de los fríos días invernales

Hay diversas leyendas castellanas del hombre-lobo como protagonista. Hay una versión recogida en Robledo de Corpes (Guadalajara) en 1988. En la que se presenta a un lobo-hechicero, cuya condición desconocía su familia. Y un día yendo la mujer a llevarle la comida fue asaltada por un lobo que la mordió y desgarró la ropa. Tras esto, la mujer pudo retomar el camino para contar a su marido lo ocurrido. Éste, tras peguntar por su tardanza, le fue revelado el suceso. Pero la mujer, extrañada al ver que su marido no comía lo que ésta le había traído (tras el duro trabajo) le preguntó, con lo que el marido respondió “¡Cómo voy a comer si no tengo ganas de comer!”. Y tras hacer amago de comer, la mujer descubrió los hilachos de sus medias en sus dientes. Huyendo ésta al pueblo para denunciarlo, parece ser que en este caso sí ajusticiaron al lobo.

Hay otro caso interesante, que si bien nuevamente y como en los anteriores, no podemos detallar por falta de documentación si se trata de leyenda o de realidad. Lo cierto es que el caso recuerda mucho al monstruo del Gevaudan, en Francia. Se trata de la conocida como “fiera de El Espinar” en la provincia de Segovia. No es exactamente un caso de lobo hechizado, pero si posiblemente relacionado con un “hombre lobo” o monstruo de origen incierto. Parece ser, y según recoge el escritor Miguel Medina en su Monstruos de Romance. El año de 1847 una criatura monstruosa aterró la población de El Espinar, en Segovia. 

La criatura tras aterrar el lugar durante algunos días llegó a entrar en la iglesia despedazando a todos los feligreses antes de ser muerto con una bala bendecida. El caso también fue recogido por el escritor gallego Vicente Risco, en el 1958 (fieras de Romance).

Sean o no ciertas estas leyendas, las cuales son bastante complicadas de rastrear. Lo cierto es que en tódo el área de Castilla existe una tradición relacionada con el mundo de los lobos. La fascinación del hombre por el lobo no viene de ahora, ni de aquellos tiempos. Seguramente procede de tradiciones y creencias muy ancestrales que han acompañado a los “castellanos” desde sus más remotos orígenes étnicos como creencias antropológicas. Y es que es conocido el caso del dios lobo Endovelico entre los celtiberos. Por otro lado son frecuentes en las tradiciones indoeuropeas de la edad del hierro y bronce, la creencia de la trasmutación de alma de los hombres adquiriendo cualidades de los animales, fueran lobos u osos. Los propios celtiberos creían que conseguían adquirir la fuerza del oso por medio de un ritual que consistía en beber su cerebro, según lo describe Plinio.

La creencia en hombres lobo, hombres oso, hombres jaguar u hombres león etc, es en realidad propia al ser humano. El cual siempre ha temido y respetado esa parte animal que tenemos todos, así como a los animales feroces con los que convivía. Durante muchos años los guerreros realizaban rituales para adquirir las cualidades de los lobos aplicadas al combate. Con la llegada del cristianismo pasó a ser pecado. Pero presuponemos que en los años de transición, se siguieron practicando estos rituales, los cuales con el paso de los años terminaron por ser una creencia popular relacionada con seres mitológicos que causaban mal en las comunidades rurales. 

En las sociedades primitivas como los celtas o los godos de tradición germánica. Existía la creencia de que el guerrero podía adquirir la fuerza y fiereza de un lobo por medio de rituales consagrados al dios o espíritu del animal. 

Alvar Ordoño - investigador y recreador histórico de los grupos BAIRA, Vicepresidente de la Asociación Cultural REGNUM CASTELLAE. Fundador y director de la asociacion HISPANIA DE LOS VIKINGOS y presidente de la asociación cultural LORDEMANOS ESPAÑA. 

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