Renacer es volver a la vida, es superar el estado demiurgo de la muerte, de la corrupción de la carne y la descomposición de la materia, es el hacer después del deshacer, la apertura de la visión a la nueva realidad, despertar del sueño en que nos habían mantenido por centurias y centurias de siniestra esclavitud, el letargo hasta que los antiguos dioses corran el velo del oscurantismo cristiano.
Los viejos enigmas, los antiguos mitos despiertan en esta época oscura de materialismo universalmente desatado, las tradiciones del verdadero culto sagrado, aquel que no pudieron matar a pesar del dominio mundial de la cristiandad, porque el culto guerrero es parte del espíritu de la concepción de la perfección del dios que espera, del cazador paciente, del dios guerrero acechando como lobo en la oscuridad de la noche el momento propicio para caer sobre su enemigo sin piedad, sin misericordia, solo esperando sentir el alarido de la derrota del enemigo para detener su furia, esa es su vigilia, una vigilia constante de generaciones y generaciones de iniciados en el saber oculto, maldito, proscrito, perseguido; hasta el momento necesario de salir a la luz, de abandonar nuestra guarida interna, esperamos la señal que surcará el cielo, la conjunción de las estrellas, el llamado en medio de la tormenta, la mano que nos guía en el medio de las tinieblas, la antorcha de luz que señala el regreso a casa en la oscuridad de la noche.
Nuestros dioses son los señores de la furiosa tormenta desatada, la que azota los cielos con fuerza incontrolable, con terrible poder de viento y luz, los señores de la guerra, pero también son los de la armonía, de la poesía, de las artes, de la belleza, de todo lo que es bueno, de todo lo que es noble y hermoso está en ellos, toda nuestra visión, toda nuestra cosmogonía se centra en la batalla constante contra las hordas del caos, las tinieblas, la oscuridad, que puede tomar la forma de iniciación que desee, de religión, de organización social, de doctrina política, siempre corrompiendo tratando de confundirnos, engañarnos, de desviarnos del camino trazado en nuestra sangre, de nuestra conciencia de ser hijos de la verdad divina, De la revelación del rayo de electricidad que conmociona el cuerpo, la visión de Wotan cabalgando con sus huestes en el campo de batalla, recogiendo a los caídos, nuestro propio despertar guerrero, el camino de nuestra iniciación interior manifestada en lo más sublime de nuestro ser, el hombre dios, noble, firme y orgulloso ser, el héroe resurrecto que acompañará al dios en su lucha final contra las hordas del caos.
¿Cuántos de los nuestros han caído? ¿Cuántos de los nuestros han visto sus vidas cegadas por el mantenimiento de la fe? ¿Y Cuántos de nosotros caerán e hijos de nuestros hijos también lo harán?, Pero no importa, nuestro conflicto no es eterno como lo fue al principio de los tiempos, tuvo un eterno principio, pero tiene un final, el momento culmine de la liberación, la restauración del todo se acerca, la svástica gira con mayor frecuencia, con mayor rapidez, se convierte en el círculo de fuego que rompe el eje de este mundo, el desequilibrio, la resurrección, la oposición a la destrucción, es el fuego constructor que se levanta, los acontecimientos de las profecías se cumplen cada vez con mayor rapidez, nunca se habían producido cambios en forma tan frenética como ahora, la historia desaparecerá pronto, los fenómenos universales son locales, son los signos que esperábamos, estamos listos a afrontar nuestro glorioso destino.
Las leyendas, como medio de sobre vivencia del mito, nos traen una serie de historias metafóricas del culto a Wotan, el dios tuerto, crucificado, el entregado voluntariamente en el árbol del tormento para recibir el conocimiento, a través de las runas comienza su renacer, sacrificando no solo su carne frente a la tortura del fresno, sino además por la entrega de uno de sus ojos, arrojado al pozo de Mimer, la memoria ancestral, el conocimiento, la sabiduría, el despertar de la memoria de la sangre que solo se logra a través de un camino de sacrificio en este mundo, nada es producto del azar, nada ocurre por casualidad, el gnosis es posible solo a través del despertar de los más nobles sentimientos heroicos, Solo se logra el despertar del dios interno a través de la liberación De las ataduras del demiurgo y su expresión esclava, religioso- social como lo es el cristianismo judío, los promotores de la esclavitud del hombre blanco a través del sentimiento de la culpa, la responsabilidad por actos que no nos corresponden, nuestra raza debe ser libre de las ataduras de este mundo y la libertad solo procede del conocimiento, del gnosis luciferino.
A la mitología comparada corresponde la labor de haberse probado que en el origen diversos pueblos poseían la misma lengua y la misma religión, no solamente los Arios orientales, Indios e Iraníes, si no también todos lo arios occidentales, griegos, romanos, celtas, eslavos y germanos, llamados Indo Europeos. Los pueblos griegos y latinos, desde la edad antigua se desenvolvieron con vigor para dominar el mundo y para recoger al oriente la dirección del pensamiento y la posesión de la cultura, que llevaron a su más brillante expresión, el politeísmo y la mítica literaria cosmopolita hasta que se inició la transformación de Europa por el negador de la libertad, el judeocristianismo, en tanto, los celtas, eslavos y germanos continuaron con sus tradiciones en muy lenta evolución conservando más puros los elementos originarios, es por ello que la predominancia de mitos y leyendas de carácter simbólico se vio como la forma de supervivencia del gnosis.
La fe popular modificó con la confusión de las nuevas creencias, los mitos y tradiciones que se convirtieron en leyendas nuevas, personajes y nuevos hechos reemplazaron la verdadera fe; el lugar de Wotan, Wodan, Odin u Odino y de Donar o Thor, lo ocupan Cristo, San Miguel, San Martín o San Pedro; Fro es Sustituido por San Andrés, San Esteban, San Nicolás; Loki se convierte en la imagen del diablo; en vez de las grandes se ve a la virgen María; Gerdha es reemplazada por santa Gertrudis. Estos son solo un ejemplo de este intercambio de mitos que obedeció a una nueva cosmovisión impuesta por la fuerza por parte de la conversión de los reyes al cristianismo, acto que refundió el concepto del mito puro, como representación morfológica de efectos de la naturaleza, esto es el nacimiento de los antiguos dioses y con ello un nuevo tipo de paganismo escondido bajo el nuevo cristianismo.
El Paganismo es una repetición simbólica, un teatro humano de actos divinos, el paganismo entendido de esta forma es la representación de las manifestaciones existentes en la naturaleza; esto es la adoración de un orden natural, al que el ser humano esta sometido y que convive con él, que en esencia es el mismo concepto que el cristianismo primitivo adoptó.
Paulo E. F. Lopez Meza
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