Desde el siglo XVI hubo negros y mulatos libres, conocidos como pardos y morenos,
integrados en las fuerzas hispanas que defendían los territorios de la Corona en las Indias, siendo especialmente importante su presencia en el territorio caribeño, en las islas de Puerto Rico, Cuba y Santo Domingo, así como en Cartagena de Indias y México. La pertenencia a estas milicias suponía una ascenso y movilidad social para los pardos y morenos.
Estas fuerzas participaron desde el primer momento en la defensa de las islas y poblaciones atacadas por los corsarios y piratas, y ya a comienzos del siglo XVII el Gobernador de La Habana organizó una compañía de milicias compuesta por cien pardos libres, con el derecho a llevar armas y a sepultar a sus oficiales en la Parroquia Mayor y en la Iglesia del Espíritu Santo. A comienzos del siglo siguiente, había cuatro compañías de pardos y otras cuatro de morenos libres. Estos batallones fueron uniformados de la misma manera que las unidades compuestas de blancos, y sus oficiales, sargentos y cabos llevaban asimismo sable o espada de ordenanza. Asimismo tenían asignadas sus banderas reglamentarias con la Cruz de Borgoña, el nombre del batallón y un lema, que en el caso de los de pardos era "Siempre adelante es gloria y en el de los morenos Vencer o Morir."
En el Archivo General de Indias se conserva un documento que detalla la llegada de un grupo de esclavos negros fugitivos de la colonia británica de Carolina a la Florida española.
Diego de Quiroga, gobernador de Florida, informaba el 24 de febrero de 1688 de la llegada en un bote en el mes de octubre del año anterior a la provincia con ocho negros, dos negras y una criatura de pecho. Estos fugitivos manifestaron su deseo de ser instruidos en la doctrina católica, lo que no había sido permitido por sus amos, por lo que habían escapado desde San Jorge (Jamestown) a territorio español.
El 8 de marzo de 1689 las autoridades españolas informaban a la Corona que habían sido recibidos y amparados, dedicándose desde entonces a trabajar de peones en la Real fábrica del castillo, en la que hasta el momento servían. Habiendo sido catequizados, se habían hecho cristianos y se habían casado dos de ellos. Se recoge asimismo que diez meses antes de la misiva había llegado a ese puesto una embarcación en la que venía un sargento mayor en busca de esos negros y de los que habían apresado las galeotas que habían venido de la ciudad de La Habana para la defensa de esta plaza, de lo que se había dado razón en una carta de 12 de octubre de 1686.
Tras varias conferencias, las autoridades de San Agustín concluyeron que los negros
huidos se encontraban al amparo de la Corona y trabajando en la Real fábrica. Atendiendo a su clamor de no ser entregados a los ingleses por su temor a la muerte, se tuvo por conveniente comprarlos a dicho sargento mayor por la cantidad de ciento sesenta pesos por cada uno, a entregar en el plazo de un año y medio en ese presidio.
La misiva afirmaba que los negros habían ahorrado su jornal de cuatro reales al día, y
que el salario de dos de ellos, alquilados al herrero, ganaban un peso al día. Las dos negras tenían asimismo el mismo jornal. Por ello, el contador aplicó sus salarios al pago de su redención. Asimismo, las autoridades preguntaban al monarca que declarase si se consideraba que en el caso de los otros negros había de considerarse la presa legítima.
Finalmente, el 7 de noviembre de 1693 una Real Cédula del monarca Carlos II concedió la libertad a todos los esclavos fugitivos de las colonias británicas, tanto hombres como mujeres y siempre que abrazasen la fe católica, afirmando que ello debía de dar ejemplo “de mi liberalidad y dé lugar a que otros hagan lo mismo”. Esta medida no fue ni la primera ni será la última en este sentido. Así, el 29 de mayo de 1680, una Real Cédula otorgó la libertad a los esclavos que vinieran de las Antillas menores extranjeras en demanda de bautismo, citando expresamente las islas de Barlovento, Martinica, San Vicente y la Granada.
El 3 de septiembre de ese mismo año, una Instrucción al Presidente de Santo Domingo afirmaba lo mismo para los esclavos fugitivos franceses, lo que fue reiterado el 1 de junio de 1685
Esta política fue reiteradamente aplicada por la monarquía española, hasta que fue fijada por Real Cédula de 24 de septiembre de 1750, dada en el Buen Retiro por Fernando VI, ordenando poner en libertad a los esclavos de las colonias inglesas y holandesas que huyesen al virreinato novohispano para ser católicos, "…desde ahora en adelante, para siempre…"
Esta medida se amplió por Real Cédula de 21 de octubre de 1753 al resto de las Indias españolas mediante diferentes reales cédulas expedidas en los años de 1680, 1693, y las de 29 de octubre de 1733, 11 de marzo y 11 de noviembre de 1740, se mandó al gobernador de la Florida y otros de la América, que:
"pusiesen en libertad a los negros esclavos que se refugiasen, de las colonias inglesas y holandesas a mis dominios, con el pretexto de abrazar nuestra Santa Fe Católica, sin permitir que con motivo, ni pretexto alguno se vendiesen por esclavos, ni que se restituyesen, como se había hecho algunas veces, a sus dueños, el precio en que se tasaban cuando los venían a reclamar, porque no se practicaba igual correspondencia por los ingleses y holandeses en los que de mis dominios huían a sus colonias, habiéndome ahora dado cuenta el gobernador de la ciudad y partido de Santiago de Cuba de lo que había practicado con tres esclavos negros que, con el mismo motivo de abrazar nuestra Fe Católica, se habían huido a aquella ciudad desde Jamaica, y consultándome sobre este asunto mi Consejo de las Indias en seis de abril de este presente año, he resuelto por punto general que desde ahora en adelante, para siempre, queden libres todos los negros esclavos de ambos sexos que, de las colonias inglesas y holandesas de la América, se refugiasen, ya sea en tiempo de paz como de guerra, a mis dominios, para abrazar nuestra Santa Fe Católica, y que esta mi real determinación se publique por bando en todos los parajes donde corresponda, para que llegando a noticia de todos, no se moleste, ni mortifique, a negro o negra alguna que, con este fin, se huyesen de poder de sus dueños, pues con el hecho de haber llegado a mis dominios, han de quedar libres, sin permitirse que con pretexto alguno se vuelvan a vender y reducir a la esclavitud.
Por tanto para que esta mi real determinación se cumpla y observe puntual y literalmente mando a mis virreyes de las provincias del Perú y Nuevo Reino de Granada, a los presidentes y oidores de mis Reales Audiencias de aquellos mis reinos, a los gobernadores de ellos, y a los demás jueces y justicias a quienes toque o tocar pueda su cumplimiento, dispongan que esta mi real cédula se publique por bando en los parajes a donde corresponda, y que la obedezcan, cumplan y ejecuten, y la hagan obedecer, cumplir y ejecutar por todos y cada uno de aquellos a quienes pertenezca, poniendo y haciendo poner en libertad, sin permitir que se les veje, ni moleste, a todos los negros esclavos de ambos sexos que, de las colonias inglesas y holandesas, se huyesen a mis dominios, con el fin de abrazar nuestra Santa Fe Católica, a quienes desde ahora para en adelante declaro porlibres de la esclavitud en que estaban, y quiero que así se declare por todos y cada uno de los referidos en todos los casos que se ofrezca, por convenir al servicio de Dios y al mío."
Muchos esclavos africanos de las colonias británicas, desde el establecimiento de la colonia de Charles Town en 1670, escaparon de las plantaciones, formando comunidades de maroons, cimarrones, en los pantanos, estableciéndose entre las comunidades indígenas o dirigiéndose al presidio de San Agustín.
En los años 1688, 1689 y 1690 nuevos grupos de fugitivos llegaron a San Agustín, por lo
que el gobernador de Carolina, James Colleton, se quejaba de que los esclavos huían a diario de sus poblaciones. Tras reiterados informes de los oficiales reales, el 7 de noviembre de 1693, una Real Cédula de Carlos II otorgó la libertad de todos los hombres y mujeres que llegasen en estas circunstancias.
En 1693 Juan Márquez Cabrera, gobernador de Florida, creó las milicias de pardos y
morenos en San Agustín. Estos milicianos conocían el área fronteriza y fueron utilizados en las campañas contra Carolina. Estas medidas fomentaron la huida de otros esclavos hacia su libertad en Florida. Los españoles tenían esclavos, pero su situación jurídica era muy diferente a la de las colonias británicas. Desde las Partidas de Alfonso X, una codificación vigente en el Nuevo Mundo, se consideraba la esclavitud como una situación contraria a los Derechos Humanos, solo tolerada como un daño menor, teniendo tanto los amos como los esclavos tanto derechos como obligaciones. En los territorios españoles, los esclavos podían tener bienes, e incluso, como sucedió muy a menudo, ahorrar con su trabajo lo suficiente para comprar su libertad. Esto hizo posible la presencia de una importante población de negros libres en el mundo hispánico.
Ley VIII del Título XXII, 7 Partidas de Alfonso X:
"Porque la libertad es una de las más honradas cosas e más caras deste mundo; por ende aquellos que la reciben son muy tenudos de obedecer e amar e honrar a sus señores que los ahorraban. E como quiera que los hombres son tenudos de conocer el bien fecho e agradecerlo a aquello de quien lo reciben en ninguna manera no lo son mas que en esta.
Ca así como la servidumbre es la más vil cosa de este mundo, que pecado no sea, e por
ende ahorrado, e sus hijos, deben mucho honrar…"
Se creaban así de forma oficial las milicias negras de Fuerte Mosse. Hombres que huían de la esclavitud y juraban luchar por España y por su rey "hasta la última gota de Sangre".
- BOE histórico, leyes y decretos.
- Archivos General de Indias, cartas gobernadores Puerto Rico y Nueva España.
- BOE histórico, 7 Partidas de Alfonso X.
- Foto recreación histórica milicias de San Agustín, EEUU.
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