sábado, 23 de febrero de 2013

Las marzas

Son la remembranza del principio del año celtibérico.
A decir de Jorge Rivero Meneses, historiador e investigador vallisoletano, antes de la llegada de los romanos el calendario peninsular se iniciaba en el mes de marzo que hoy conocemos. Con este motivo, especialmente en nuestra demarcación céltica, se celebraba la llegada del nuevo año rindiendo culto a la primavera, al fuego, a los árboles y a la naturaleza, a la iniciación de los guerreros adolescentes, de las mujeres en “edad de merecer”, y a las familias de la comunidad.
Afianzados en esa tradición, los romanos la adoptan en su calendario como la “calendae martiae”, y sobreviven con el cristianismo en una fórmula más religiosa, en algunos casos atribuidas a San Rosendo. Son citadas como tales por primera vez en 1910. En esta última época, y antes de su casi total desaparición, se presentan como una ronda por el pueblo a cargo de los mozos que saludan a las autoridades, a las casas del lugar, a las mozas casaderas, y recogen donativos para una cena posterior. En otros lugares se han visto reducidas a un intercambio de tonadillas, con el motivo central del despertar de la naturaleza y los instintos, en torno a una hoguera, en un encuentro entre gentes del pueblo que culmina en la confraternización vecinal. Digamos que son el antecedente de las navidades que hoy conocemos.
Es creciente el número de localidades que tratan de recuperar esta celebración, en conexión directa con su pasado más remoto.
 

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