Recientemente ha tenido lugar la inauguración de una exposición temporal en el museo arqueológico nacional de Madrid. Bajo el titulo de Alas Para la guerra, Aratis y la Celtiberia, se nos muestran desde el 24 de Junio hasta el 5 de Octubre, distintas piezas arqueológicas relacionadas con el yacimiento de Aranda de Moncayo. Siendo sin ninguna duda los restos de los populares yelmos celtiberos, las piezas estrellas de la exposición.
La visita es gratuita, y aun
cuando no es muy extensa en tamaño, si que merece la pena visitarla. Digamos
que la misma se divide en varias salas, siendo la primera de ellas donde se nos
cuenta la historia de Aratis, la ciudad celta en la que se encontraron los
populares cascos. Posteriormente se nos expone algunos datos básicos sobre su
sociedad, territorio, guerra, la violencia, la panoplia militar, y el final del
guerrero visto desde un aspecto religioso.
Sobre los cascos de Aranda de
Moncayo, decir que fueron encontrados en el año 1993, en unas fincas privadas
adyacentes al yacimiento arqueológico. El terreno fue comprado por Ricardo
Granada Pérez, quien al encontrar las piezas las escondió en la localidad de
Utebo, para posteriormente venderlas en subastas arqueológicas. De todo ello
hay numerosa información en redes sociales, por lo que no voy a detenerme
demasiado en la rocambolesca historia.
Decir no obstante, que fueron
encontrados 18 cascos, de los cuales 7 fueron recuperados y devueltos a España.
Encontrándose actualmente expuestos en el museo de Zaragoza. En el año 2020 se
recuperó un octavo casco, habiéndose conseguido por tanto 8 de las 18 piezas
originales.
Resulta extraño que en una zona
tan pequeña, se hallaran 18 yelmos, pues estos elementos no debían de ser
comunes a todos los guerreros. Quedando su utilización casi de forma exclusiva
para elites aristócratas de las tribus o clanes locales. Se sabe que uno de los
rituales celtas peninsulares, consistía en arrojar armas y yelmos a las aguas
tras la muerte del guerrero. Causa que podría explicar la poca cantidad de
material relacionado con estos elementos encontrados en Iberia.
También se ha teorizado sobre el
posible significado de los mismos. Algunos autores apuntan a un uso ceremonial
o simbólico, es decir, no eran cascos utilizados para la guerra como tal. Sino
solo para ceremonias concretas de exaltación de los héroes o de los dioses. Algo
que podría estar relacionado con otros elementos similares en distintos siglos
y puntos del continente, como por ejemplo los cascos de Vikso, en la edad del
bronce danesa. O los yelmos de Sotton Hoo en la alta edad media anglosajona. En
ambos casos, los cascos encontrados están adornados con símbolos como cuernos o
escenas ritualisticas de la mitología escandinava, aceptándose a día de hoy, que serían más propios del mundo ritual germánico
que del mundo bélico practico.
¿Ocurrió lo mismo con los yelmos
celtiberos de Aratis?. ¿Eran ceremoniales y no prácticos?. Me temo que es algo
que no puede demostrarse actualmente, y dicha teoría forma parte de otras
muchas expuestas sobre el tema. Los defensores de la hipótesis ritual, sostienen
lo poco útil que resulta combatir con yelmos tan adornados y decorados. Quedando
por tanto, solo la teoría del uso ceremonial como presumiblemente razonable. De
ese modo, los cascos de Aranda del Moncayo serían piezas “religiosas” ofrecidas
a los dioses, o que intentaban representar a los dioses por medio de la
exageración de atributos heroizantes como cuernos o alas.
Una segunda teoría asociada, nos
plantea la posibilidad de que no fueran de uso ritual, sino representación del
estatus social. En tal caso los yelmos seguirían sin ser prácticos para el
combate, y únicamente mostrarían el poder y prestigio de su propietario.
A este respecto es interesante
recuperar la idea expuesta por el historiador Manuel Bendala, en su libro
“Tartesios, iberos y celtas”. En ella expone una curiosa hipótesis relacionada
con la simbología de la cornamenta en las representaciones de guerreros de las
mal llamadas estelas tartesicas del bronce hispano. El escritor plantea de
manera textual lo siguiente:
(..) La cultura material de la primera época de Tartesos deja traslucir una
sociedad jerarquizada, cuyo más alto nivel lo ocupa el grupo o clase que retratan tan particularmente las estelas
grabadas. Se percibe en ellas una casta superior, cuyos componentes ejercen como
guerreros (..) Se hace constar en la posesión de signos de distinción muy
exclusivos, y en la recepción y ofrecimiento de ceremonias que sirven de
recordatorio colectivo de sus virtudes o privilegios de clase.
(..) El hecho frecuente de que los guerreros de las estelas estén tocados
de cascos de cuernos, en algún caso enormes, como para hacer bien visibles sus
valores y su significado (..) El guerrero de la estela de Fuente de Cantos
(Badajoz) luce uno de estos cascos de cuernos desmesurados. Parece que muestran
aquí un sentido heroizador, que remite a
la vieja tradición mesopotámica en la que aparecen los cascos o tiaras de
cuernos como atributos de los dioses (..)
Es decir, los cuernos como
elemento decorador en los cascos de guerreros de las estelas del bronce hispano,
representarían atributos divinos. A este respecto, no puedo dejar de relacionar
la semejanza de los yelmos de Aranda de Moncayo, con la simbología de los
cuernos tartesicos, y la posibilidad real de que mas allá que fueran elementos
para la guerra, tuvieran un significado ritual o religioso puramente nativo, el
cual perduraría en la antropología cultural hispana desde la edad del bronce
hasta la edad del hierro.
Otra característica de las piezas
de Aratis que ha servido para especular sobre la posible practica de combate y
su utilización, ha sido la falta de una protección facial. Lo cual ha sido
interpretado como prueba de un estilo de combate individual entre soldados.
Dicho de otra forma, los guerreros celtiberos no practicaban el combate de tipo
“falanges” o “muro de escudos”, sino combates individuales de guerreros contra
guerreros. Especulándose nuevamente que dicha práctica podría estar asociada a
combates rituales, como los llevados a cabo durante el funeral de Viriato. En
cuyo caso, estaríamos una vez más ante la suposición de que los cascos de
Aranda de Moncayo, serían ceremoniales y no funcionales.
Respecto a la simbología de los
cascos celtiberos, es destacable que algunos de ellos estaban adornados con
elementos espirales de carácter solar. Como los de la tumba A de la necrópolis
del Val, en Alpaquense, Guadalajara. Lo cual podría ser interpretado como un símbolo
protector, o incluso heroizante de cara al más allá. En una cerámica de
Numancia se aprecian dos figuras que llevan un casco con cuernos, y otro que
asemeja un animal con las fauces abiertas. Según Alberto Lorrio, este tipo de
elementos estarían vinculados con una herencia de la cultura de La Tene
(segundad edad del hierro celta).
Y es que los yelmos de la
celtibería, son propios y originales de Hispania, sin parecido en el mundo
celta. Pero recibieron influencia de distintas poblaciones con las que los
viejos celtas hispanos tuvieron contacto. Algo fácilmente demostrable por la
comparación entre diferentes yelmos calcídicos. Las piezas en cuestión fueron
influenciadas por el mundo greco romano, evolucionando desde los cascos griegos
e itálicos.
Al igual que estos, tienen una
calota lisa, un nasal reforzado que divide las aperturas para los ojos,
guardanucas plano, carrilleras móviles, y adornos tanto orgánicos como
metálicos. Incorporando en el caso celtibero, eso sí, elementos nativos propios
del mundo cultural del hierro peninsular.
Su origen seguramente gira en
torno al siglo 4 en el sur de Italia. Donde los mercenarios celtas de Hispania
los conocerían y traerían a la península. Sufriendo en los sucesivos años y
siglos, algunas variaciones autóctonas, como la incorporación de piezas
simbólicas, tales como alas o “cuernos”. Pudiéndose apreciar en algunos de
ellos igualmente imágenes de serpientes. Animales sagrados para algunas
sociedades celtas europeas.
En relación con lo citado previamente, y hablando nuevamente sobre lo extraño de la cantidad de las piezas encontradas en una zona muy pequeña. Se plantean varias posibilidades. Una de ellas teoriza sobre la existencia de un pequeño ejército financiado por el contexto de la expansión celtibera de esos siglos. Un momento concreto en el que confluyeron varios jefes y caudillos en una misma zona. Otra, quizás más mitológica, relacionaría el lugar con un posible santuario al dios de la guerra celta. Significando la acumulación de cascos una ofrenda puntual a la divinidad, ya que casi todos presentan una homogeneidad que descarta que podamos estar hablando de ofrendas acumuladas a lo largo del tiempo.
Esto supondría un acontecimiento único en un
momento único, que forzó a los celtiberos de Aratis, a ofrecer una gran
cantidad de yelmos con atributos nativos y heroizantes en busca del favor del
Dios. todo ello dentro de un contexto histórico y social que desconocemos.
Alvar Ordoño / la era del hierro blog / 2025