jueves, 30 de abril de 2020
miércoles, 29 de abril de 2020
Algunos apuntes sobre el origen de los godos
Esta es una recopilación de datos históricos recopilados por historiadores contemporáneos a los Godos sobre sus practicas religiosas precristianas. Existen muchos datos sobre el pueblo Godo a su llegada a las fronteras romanas, pero son pocos los datos que revelan los rituales que seguían antes de convertirse al cristianismo arriano. Una de las fuentes que revela algo el culto Godo es Jordanes, en su Getica:
Los Godos no tuvieron ninguna falta de hombres para enseñarles sabiduría. Por consiguiente, ellos siempre fueron más educados que casi todos los otros bárbaros, y casi eran como los griegos, según Dio, quién escribió historias y anuarios sobre ellos en griego.
Él dice que entre ellos los nobles de quienes sus reyes y sacerdotes eran escogidos, se llamaban Tarabostesei originalmente, luego Pilleati ("usuarios de la gorra ceremonial de fieltro”).
Los godos eran tan famosos que las personas dijeron una vez que Marte, quien la licencia poética llama el dios de la guerra, hubo nacido entre ellos. Esto es por qué Virgil escribe del padre Gradivus (Marte), "quién gobierna sobre los campos Geticos".
"Los Godos siempre aplacaban a este Dios con el culto más salvaje (a causa de que las ofrendas hechas a él eran las muertes de los cautivos), convencidos que la manera apropiada de aplacar al señor de la guerra era por derramamiento de sangre humana. Se consagraron las primeras porciones de botín a él, y también a él se colgaron armas capturadas en troncos de árbol como ofrendas; de hecho, los Godos se imbuyeron más fuertemente con un sentido de religión que otras gentes, debido al hecho de que sus ofrendas devotas se dirigieron aparentemente a su propio patriarca tribal".
Jordanes, Getica 5,39-41
De acuerdo a Jordanes, los Godos le realizaban sacrificios a un Dios de la guerra (no especifica cual, pero posiblemente haya sido Woþans o Tius, ya que existen evidencias que los Godos veneraban a estos Dioses, bajo el nombre de Gutan), de una forma muy extendida entre los germanos: colgando sus ofrendas en arboles, de preferencia uno considerado sagrado. A falta de más información al respecto, debemos recurrir a otras fuentes que nos den alguna luz sobre el tema.
El origen de los Godos puede decirnos mucho de sus costumbres religiosas: Si hacemos caso a la clasificación de los germanos según Tácito (aunque algunos estudiosos utilizan estas clasificaciones para los germanos occidentales solamente), los Godos serían Hermiones o Irminones (como los burgundios y lombardos, entre otros), si consideramos su ubicación inicial cerca de la actual Polonia; más, si consideramos su tierra natal en el sur de Suecia, serían Ingaevones o Ingvaeones, (como los Anglos, jutos, etc).
Referente a los Irminones, según Nennius (donde los nombres aparecen más bien corruptos respecto a otras fuentes), Mannus, el padre de todas las tríbus germanas, tiene tres hijos, uno de ellos llamado Armenon (Irminon). Éste tiene a su vez cinco hijos, llamados Gothus, Valagothus, Cibidus, Burgundus, y Longobardus de donde provienen los Godos, Valagodos, Cibidi, Burgundios y Lombardos.
Referente a los Ingvaeones, Neugio (Ingvi, el Dios de la fertilidad) tiene tres hijos llamados Vandalus, Saxo y Boganus, de donde provienen los Vándalos, Sajones y Bogari. Aparte de esto, es importante hacer notar que varios pueblos “ingvaeonicos” tenían cultos a los Wanes (como Nerthus e Ingvi). Si comparamos el ritual de colgar armas en los arboles de los Godos con las practicas de Uppsala la vieja, podríamos fácilmente asociar ambos cultos. Esto confirmaría una vez más que los Godos son un pueblo ingvaeonico proveniente del sur de Suecia (aunque es posible también que las prácticas religiosas de Uppsala hayan sido traídas tardíamente por pueblos germanos que emigraron del sur).
martes, 28 de abril de 2020
PERVIVENCIA DE RITOS FUNERARIOS PAGANOS EN PLENA EDAD MEDIA: LA NECROPOLIS DE SAN JUAN DE LA HOZ, CILLAPERLATA
En Merindades contamos con un gran número de necrópolis excavadas en roca y cuya datación exacta sigue planteando en la actualidad serias dificultades, derivadas de que en la mayor parte de ellas solo han llegado hasta nuestros días la talla en la roca. Por ello resultan especialmente interesantes analizar los escasos ejemplos que han sido excavados arqueológicamente y en los que se han encontrado las sepulturas intactas.
La necrópolis altomedieval de San Juan de La Hoz en Cillaperlata es uno de estos casos. Situada al lado del antiguo monasterio paleocristiano de San Juan de la Hoz, precursor del de Oña, está compuesta por 82 tumbas excavadas en la roca. Durante los años 1979-1986 se realizaron excavaciones arqueológicas en 74, recuperándose un total de 67 individuos: 37 hombres, 22 mujeres, 5 niños y 3 indeterminados. Fueron datados por las directoras del yacimiento como correspondientes a un amplio período histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo VIII y el siglo XI, que coincide con los años que transcurren entre la fundación histórica del monasterio en el 790 (se han encontrado restos visigodos por lo que su origen es casi seguro que es anterior) y su subordinación al cercano monasterio de Oña fundado en el 1011.
Llama la atención el escaso número de individuos infantiles encontrados y la especial prevalencia de enfermedades artrósicas, caries y, en menor medida, callos de fractura (fracturas óseas no tratadas correctamente) en huesos de la clavícula y costillas. Se trata de una población homogénea, sedimentaria y estable, cuya economía fundamental era la agrícola y en la que no se observan signos indicativos de catástrofe natural o artificial (epidemias, hambre, guerras, etc.) (Martinez, Nieto, Díez y Ulla, 1992).
Tal vez más interesante que el análisis paleopatológico sea el análisis de los ritos funerarios que pueden deducirse de los numerosos restos encontrados, que nos acercan al mundo de las creencias en esa zona tan especial que rodea al castellum tardorromano y visigodo de Tedeja (Trespaderne).
ORIENTACIÓN DE LAS TUMBAS
Lo primero que llama la atención es la orientación de las tumbas. Todas ellas están orientadas con la cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este, siguiendo un patrón común al resto de necrópolis altomedievales de la zona. Esta orientación puede deberse a una pervivencia del culto solar en relación con la muerte, ya que la puesta del sol señalaría la región de los muertos. Pero también puede ser un rito eminentemente cristiano al situar la cabeza mirando hacia Jerusalén, hacia la luz de la verdadera vida.
Sin embargo, las tumbas no se sitúan en un eje oeste-este perfecto, sino más bien siguiendo un patrón NO-SE, lo que proporciona datos acerca de la época del año en que fueron construidas. En efecto, dado que el sol únicamente se oculta por el oeste exacto en los equinoccios y que durante el resto del año se desplaza más hacia el norte o hacia el sur de este punto cardinal, los arqueólogos llegaron a la conclusión de que este tipo de tumbas excavadas en piedra fueron hechas evitando los meses de más calor y de mayor frío, concretamente entre febrero-junio y agosto-noviembre (Andrio, Loyola, Martínez y Moreda, 1992).
LIBACIONES Y MONEDAS
Otros datos sumamente interesantes son que en varias de las losas de cubierta halladas se encontraron pequeños orificios circulares a la altura de la cabecera destinados a la antigua costumbre romana (pagana) de hacer libaciones al difunto. Además, en las tumbas situadas en el interior del templo románico superpuesto al visigodo, se encontraron monedas colocadas en las manos de los difuntos, siguiendo también un ritual o costumbre pagana.
Cuando se habla de paganismo en este yacimiento debemos asociarlo no con creencias prerromanas sino con los rituales funerarios romanos anteriores al cristianismo. El ritual funerario característico de los pueblos prerromanos de la zona (cántabros y autrigones) fue la incineración. En la antigua Roma coexistieron los dos principales ritos funerarios: la inhumación y la incineración, aunque con el ascenso del cristianismo la inhumación fue adquiriendo una mayor importancia y todo apunta a que hacia el siglo II dC la incineración deja de utilizarse en todos los rincones del imperio.
Las libaciones consisten en ofrecer bebidas de diverso tipo a los dioses o a los difuntos. Fue una costumbre común en las religiones griega y romana. Procopio, mártir de Palestina, fue uno de los primeros cristianos en oponerse públicamente a esta costumbre y fue por ello decapitado en el 303 dC. En el 390, el emperador Teodosio (nacido en la Gallaecia) prohibió expresamente las libaciones aunque este rito siguió estando vigente en las religiones judía y musulmana con pruebas arqueológicas de que en plena Edad Media se seguían realizando libaciones a los difuntos enterrados en necrópolis hispanas de la época. Nada hace sospechar que la necrópolis de San Juan de la Hoz acogiese a miembros de estos dos colectivos por lo que solo caben dos explicaciones alternativas: 1. O la necrópolis es más antigua de lo que afirman sus excavadoras, o 2. Cillaperlata conservaba en el siglo VIII una población aislada de personas que seguían aferradas a creencias y tradiciones de hace siglos, de cuando la zona estuvo fuertemente romanizada como parte del discutido “limes interno” o línea fortificada romana que discurría al menos desde Mave (Montaña Pelentina) hasta Buradón (Conchas de Haro) y que servía para vigilar a los cántabros del norte y tener aseguradas las zonas más romanizadas del Alto Ebro.
La aparición de cuerpos con una moneda en la mano es otro elemento a destacar y cuyo sentido e interpretación resultan más complejos. En la antigüedad griega y romana era costumbre colocar una moneda en la boca o en los ojos del difunto para pagar al barquero Caronte en su viaje al reino de los muertos. Esta tradición es mencionada por los autores latinos del siglo I dC y se expandió en esas fechas por todo el Imperio. A partir del siglo II dC se documentan monedas en la mano de los difuntos (González Villaescusa, 2001), tal vez con el significado de amuletos o talismanes (Arévalo, 2012), para traer buena fortuna desde el más allá a los que quedan aquí. Se trata, no obstante, de un rito que apenas está constatado en la Alta Edad Media y que se retoma a partir de los siglos XII y XIII (Canto, Caballero y Rodríguez, 2015) llegando incluso hasta nuestros días (Pedrosa, 2002).
Ambas parecen ser por tanto, en nuestro caso, costumbres paganas que muestran que la cristianización de toda esta zona fue un proceso lento y difícil, coexistiendo durante siglos con determinadas prácticas ancestrales firmemente arraigadas entre sus habitantes. Los enterramientos muestran esta dualidad entre creencias cristianas (inhumación y orientación de las tumbas) y paganas romanas (libaciones y monedas en las manos de los difuntos).
CONCLUSIONES
Todos estos hallazgos, analizados conjuntamente, dibujan un panorama ciertamente peculiar, en el que una pequeña zona de Merindades (Cillaperlata y tal vez otros lugares cercanos como Mijangos, Tartalés de Cilla) vivía en pleno siglo VIII aferrada a costumbres de época tardorromana, al menos desde un punto de vista ceremonial. Esto no significa que el resto de la comarca disfrutase de un mayor "desarrollo" teológico. Hay constatación de que en el siglo VI pervivían extensas bolsas de paganismo en toda la zona occidental de Merindades, a tenor de la labor evangelizadora de San Millán en la zona. La diferencia fundamental es que mientras el paganismo de otras zonas de Merindades entroncaba con los antiguos ritos y tradiciones cántabras, esta zona alrededor del Castillo de Tedeja se nos muestra anclada en un sistema de creencias y costumbres paganas romanas que hacía cinco siglos que había desaparecido de muchos otros lugares de Hispania que también estuvieron fuertemente romanizados, como La Bureba, Calahorra o León.
Más Información:
Andrio, J., Loyola, E., Martínez, J. y Moreda, J. (1992): Excavación Arqueológica en el Monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata. Nuclenor y Junta de Castilla y León.
Martínez, J.; Nieto, J.L., Díez, P. y Ulla, M. (1992). Introducción al estudio antropológico y paleopatológico de la necrópolis de San Juan de la Hoz (Cillaperlata, Burgos). Munibe (Antropologia-Arkeologia), Suplemento 8, Donostia-San Sebastián.
viernes, 24 de abril de 2020
Guerrero Astur leones entre los siglos IX - X. Aplicable a condado de Castilla
Un ejemplo aproximado de lo que bien pudiera ser un guerrero del norte hispánico durante los siglos IX y X. En él vemos elementos aún poco "modernos" para la plena edad media, tales como yelmo sin protección nasal, ausencia de almófar de malla con boquera, cota de malla de manga corta, y una espada con pomo semi lobulado.
Posiblemente la nobleza o soldados experimentados de los reinos de Asturias y León próximos a los siglos mencionados, usaron elementos similares a los mostrados en la foto
miércoles, 15 de abril de 2020
Las Milicias Negras en la América española.
Desde el siglo XVI hubo negros y mulatos libres, conocidos como pardos y morenos,
integrados en las fuerzas hispanas que defendían los territorios de la Corona en las Indias, siendo especialmente importante su presencia en el territorio caribeño, en las islas de Puerto Rico, Cuba y Santo Domingo, así como en Cartagena de Indias y México. La pertenencia a estas milicias suponía una ascenso y movilidad social para los pardos y morenos.
Estas fuerzas participaron desde el primer momento en la defensa de las islas y poblaciones atacadas por los corsarios y piratas, y ya a comienzos del siglo XVII el Gobernador de La Habana organizó una compañía de milicias compuesta por cien pardos libres, con el derecho a llevar armas y a sepultar a sus oficiales en la Parroquia Mayor y en la Iglesia del Espíritu Santo. A comienzos del siglo siguiente, había cuatro compañías de pardos y otras cuatro de morenos libres. Estos batallones fueron uniformados de la misma manera que las unidades compuestas de blancos, y sus oficiales, sargentos y cabos llevaban asimismo sable o espada de ordenanza. Asimismo tenían asignadas sus banderas reglamentarias con la Cruz de Borgoña, el nombre del batallón y un lema, que en el caso de los de pardos era "Siempre adelante es gloria y en el de los morenos Vencer o Morir."
En el Archivo General de Indias se conserva un documento que detalla la llegada de un grupo de esclavos negros fugitivos de la colonia británica de Carolina a la Florida española.
Diego de Quiroga, gobernador de Florida, informaba el 24 de febrero de 1688 de la llegada en un bote en el mes de octubre del año anterior a la provincia con ocho negros, dos negras y una criatura de pecho. Estos fugitivos manifestaron su deseo de ser instruidos en la doctrina católica, lo que no había sido permitido por sus amos, por lo que habían escapado desde San Jorge (Jamestown) a territorio español.
El 8 de marzo de 1689 las autoridades españolas informaban a la Corona que habían sido recibidos y amparados, dedicándose desde entonces a trabajar de peones en la Real fábrica del castillo, en la que hasta el momento servían. Habiendo sido catequizados, se habían hecho cristianos y se habían casado dos de ellos. Se recoge asimismo que diez meses antes de la misiva había llegado a ese puesto una embarcación en la que venía un sargento mayor en busca de esos negros y de los que habían apresado las galeotas que habían venido de la ciudad de La Habana para la defensa de esta plaza, de lo que se había dado razón en una carta de 12 de octubre de 1686.
Tras varias conferencias, las autoridades de San Agustín concluyeron que los negros
huidos se encontraban al amparo de la Corona y trabajando en la Real fábrica. Atendiendo a su clamor de no ser entregados a los ingleses por su temor a la muerte, se tuvo por conveniente comprarlos a dicho sargento mayor por la cantidad de ciento sesenta pesos por cada uno, a entregar en el plazo de un año y medio en ese presidio.
La misiva afirmaba que los negros habían ahorrado su jornal de cuatro reales al día, y
que el salario de dos de ellos, alquilados al herrero, ganaban un peso al día. Las dos negras tenían asimismo el mismo jornal. Por ello, el contador aplicó sus salarios al pago de su redención. Asimismo, las autoridades preguntaban al monarca que declarase si se consideraba que en el caso de los otros negros había de considerarse la presa legítima.
Finalmente, el 7 de noviembre de 1693 una Real Cédula del monarca Carlos II concedió la libertad a todos los esclavos fugitivos de las colonias británicas, tanto hombres como mujeres y siempre que abrazasen la fe católica, afirmando que ello debía de dar ejemplo “de mi liberalidad y dé lugar a que otros hagan lo mismo”. Esta medida no fue ni la primera ni será la última en este sentido. Así, el 29 de mayo de 1680, una Real Cédula otorgó la libertad a los esclavos que vinieran de las Antillas menores extranjeras en demanda de bautismo, citando expresamente las islas de Barlovento, Martinica, San Vicente y la Granada.
El 3 de septiembre de ese mismo año, una Instrucción al Presidente de Santo Domingo afirmaba lo mismo para los esclavos fugitivos franceses, lo que fue reiterado el 1 de junio de 1685
Esta política fue reiteradamente aplicada por la monarquía española, hasta que fue fijada por Real Cédula de 24 de septiembre de 1750, dada en el Buen Retiro por Fernando VI, ordenando poner en libertad a los esclavos de las colonias inglesas y holandesas que huyesen al virreinato novohispano para ser católicos, "…desde ahora en adelante, para siempre…"
Esta medida se amplió por Real Cédula de 21 de octubre de 1753 al resto de las Indias españolas mediante diferentes reales cédulas expedidas en los años de 1680, 1693, y las de 29 de octubre de 1733, 11 de marzo y 11 de noviembre de 1740, se mandó al gobernador de la Florida y otros de la América, que:
"pusiesen en libertad a los negros esclavos que se refugiasen, de las colonias inglesas y holandesas a mis dominios, con el pretexto de abrazar nuestra Santa Fe Católica, sin permitir que con motivo, ni pretexto alguno se vendiesen por esclavos, ni que se restituyesen, como se había hecho algunas veces, a sus dueños, el precio en que se tasaban cuando los venían a reclamar, porque no se practicaba igual correspondencia por los ingleses y holandeses en los que de mis dominios huían a sus colonias, habiéndome ahora dado cuenta el gobernador de la ciudad y partido de Santiago de Cuba de lo que había practicado con tres esclavos negros que, con el mismo motivo de abrazar nuestra Fe Católica, se habían huido a aquella ciudad desde Jamaica, y consultándome sobre este asunto mi Consejo de las Indias en seis de abril de este presente año, he resuelto por punto general que desde ahora en adelante, para siempre, queden libres todos los negros esclavos de ambos sexos que, de las colonias inglesas y holandesas de la América, se refugiasen, ya sea en tiempo de paz como de guerra, a mis dominios, para abrazar nuestra Santa Fe Católica, y que esta mi real determinación se publique por bando en todos los parajes donde corresponda, para que llegando a noticia de todos, no se moleste, ni mortifique, a negro o negra alguna que, con este fin, se huyesen de poder de sus dueños, pues con el hecho de haber llegado a mis dominios, han de quedar libres, sin permitirse que con pretexto alguno se vuelvan a vender y reducir a la esclavitud.
Por tanto para que esta mi real determinación se cumpla y observe puntual y literalmente mando a mis virreyes de las provincias del Perú y Nuevo Reino de Granada, a los presidentes y oidores de mis Reales Audiencias de aquellos mis reinos, a los gobernadores de ellos, y a los demás jueces y justicias a quienes toque o tocar pueda su cumplimiento, dispongan que esta mi real cédula se publique por bando en los parajes a donde corresponda, y que la obedezcan, cumplan y ejecuten, y la hagan obedecer, cumplir y ejecutar por todos y cada uno de aquellos a quienes pertenezca, poniendo y haciendo poner en libertad, sin permitir que se les veje, ni moleste, a todos los negros esclavos de ambos sexos que, de las colonias inglesas y holandesas, se huyesen a mis dominios, con el fin de abrazar nuestra Santa Fe Católica, a quienes desde ahora para en adelante declaro porlibres de la esclavitud en que estaban, y quiero que así se declare por todos y cada uno de los referidos en todos los casos que se ofrezca, por convenir al servicio de Dios y al mío."
Muchos esclavos africanos de las colonias británicas, desde el establecimiento de la colonia de Charles Town en 1670, escaparon de las plantaciones, formando comunidades de maroons, cimarrones, en los pantanos, estableciéndose entre las comunidades indígenas o dirigiéndose al presidio de San Agustín.
En los años 1688, 1689 y 1690 nuevos grupos de fugitivos llegaron a San Agustín, por lo
que el gobernador de Carolina, James Colleton, se quejaba de que los esclavos huían a diario de sus poblaciones. Tras reiterados informes de los oficiales reales, el 7 de noviembre de 1693, una Real Cédula de Carlos II otorgó la libertad de todos los hombres y mujeres que llegasen en estas circunstancias.
En 1693 Juan Márquez Cabrera, gobernador de Florida, creó las milicias de pardos y
morenos en San Agustín. Estos milicianos conocían el área fronteriza y fueron utilizados en las campañas contra Carolina. Estas medidas fomentaron la huida de otros esclavos hacia su libertad en Florida. Los españoles tenían esclavos, pero su situación jurídica era muy diferente a la de las colonias británicas. Desde las Partidas de Alfonso X, una codificación vigente en el Nuevo Mundo, se consideraba la esclavitud como una situación contraria a los Derechos Humanos, solo tolerada como un daño menor, teniendo tanto los amos como los esclavos tanto derechos como obligaciones. En los territorios españoles, los esclavos podían tener bienes, e incluso, como sucedió muy a menudo, ahorrar con su trabajo lo suficiente para comprar su libertad. Esto hizo posible la presencia de una importante población de negros libres en el mundo hispánico.
Ley VIII del Título XXII, 7 Partidas de Alfonso X:
"Porque la libertad es una de las más honradas cosas e más caras deste mundo; por ende aquellos que la reciben son muy tenudos de obedecer e amar e honrar a sus señores que los ahorraban. E como quiera que los hombres son tenudos de conocer el bien fecho e agradecerlo a aquello de quien lo reciben en ninguna manera no lo son mas que en esta.
Ca así como la servidumbre es la más vil cosa de este mundo, que pecado no sea, e por
ende ahorrado, e sus hijos, deben mucho honrar…"
Se creaban así de forma oficial las milicias negras de Fuerte Mosse. Hombres que huían de la esclavitud y juraban luchar por España y por su rey "hasta la última gota de Sangre".
- BOE histórico, leyes y decretos.
- Archivos General de Indias, cartas gobernadores Puerto Rico y Nueva España.
- BOE histórico, 7 Partidas de Alfonso X.
- Foto recreación histórica milicias de San Agustín, EEUU.