Una tradición castellana que camina a mitad entre lo terrorifico y lo fiestero, son las Botargas de Fuencemillan. Los orígenes de la creencia no están claros, y se remontan al siglo 19, aun cuando con todas luces seguramente sus orígenes habría que buscarlos muchísimo tiempo antes. Puede que en la edad media como proceder incluso de creencias populares anteriores.
En Fuencemillan, un pueblecito de Guadalajara, existe la tradición de ceder las calles en víspera del día 25, a unos seres burlescos vestidos de arlequín, que toman las calles persiguiendo viejas, niños y jóvenes entre saltos grotescos y risotadas como si de una horda de demonios se tratara. Su objetivo era recoger comida por todas las casas hasta que el sol del día 24 se ocultaba, momento en el que desaparecen. Las viandas recolectadas por las "botargas" servían obviamente para merendar en la plaza del pueblo la tarde del día 25, en lo que podríamos definir como: un "aguinaldo" anticipado.
No queda claro su significado ni sus orígenes, pero como en otros muchos casos ocurre, muy posiblemente se trate de una alegoría a los espíritus del invierno anteriores al nacimiento de Cristo. Serían en realidad divinidades paganas convertidas en criaturas burlescas y demoníacas, bajo el cristianismo, quienes muestran su aceptación y pleitesía al nuevo Díos recogiendo el "aguinaldo" en forma de comida como ofrenda a la comunidad cristiana a la que previamente ha perseguido y atacado cuando acuden con las primeras luces del día a la Iglesia. Lugar en el que por cierto, la Botarga de Fuencemillan no puede entrar. Una vez mas un claro símbolo pagano frente al Dios vencedor y protector de los fieles frente a los ataques de los diablos procedentes de las creencias ancestrales.