viernes, 29 de junio de 2012
Caballero castellano del siglo XI
Ejemplo de caballero del territorio
geográfico llamado Gallaecia durante la alta edad media (S – X y
XI). Comprende los reinos de León,
Galícia, Castilla (también aplicable a reino de Pamplona). Basado
en el beato de las Huelgas (Burgos – Castilla) y Biblia de San
Isidoro de León (León).
lunes, 25 de junio de 2012
El Grial en Cuenca
Según los expertos en la materia, la descendencia de Jesús y María Magdalena, entroncada con la sangre de los reyes merovingios, desembocada en diversas ramas genealógicas europeas a lo largo de la Edad Media.
Una de las más importantes será la de los Plantagenet que, llevando el título de condes de Anjou, fundaría en 1154 esta dinastía en Inglaterra, con Enrique II como rey. Otra, igualmente notable, sería la de los Plantavelu, que a finales del siglo IX constituiría el ducado de Aquitania, y en el XII fructificaría en uno de los personajes más brillantes de su época: la duquesa Leonor de Aquitania. Estas ramas volverían a cruzar su sangre presuntamente claudica precisamente con el matrimonio de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou y rey de Inglaterra, con la hermosa duquesa Leonor. De esta unión nacieron héroes cuyas hazañas forjaron la historia de los reinos europeos, protagonizando los versos de los trovadores y ocupando páginas de honor en los romances de la época. Entre los hijos de esta pareja figuran los famosísimos Ricardo Corazón de León y el llamado Juan sin Tierra, cuyas andanzas han sido llevadas al cine con más fantasía que realismo, vinculados a una tradición caballeresca al estilo de la del rey Arturo y sus griálicos caballeros. En la Edad Media, la nobleza era un club con muy poquitos socios y las familias estaban todas emparentadas, volviendo a casarse cada generación para establecer alianzas, mantener reinos y privilegios y conservar líneas genealógicas. Nada extraño en un sistema nobiliario basado en el derecho de sangre. Los enlaces entre primos de segundo grado y entre tíos y sobrino eran tan habituales que el motivo clásico para anular un matrimonio real era alegar ante la curia relación de parentesco entre cónyuges. Casi siempre la había. De manera que, a esas alturas, la antigua sangre del rey David corría, más o menos mezclada, por las venas de buena parte de la realeza europea, incluyendo, por supuesto, a los reyes castellanos y aragoneses.
Son muchas, y bien antiguas, las líneas de irrigación que llevan esa sangre al caudal de los monarcas peninsulares. Siguiendo una de ellas como ejemplo, tenemos al rey castellano Alfonso VI casado con Constanza de Borgoña, cuya abuela paterna no era otra que Constanza de Aquitania. De ese entronque aquitano saldrá, cuatro generaciones después, el rey de Castilla Alfonso VIII, conquistador de Cuenca y autor de las armas que campan en el escudo de la ciudad, ese cáliz y esa estrella de enigmático significado. De manera que, por las venas de este rey conquistador. corría sangre aquitana que venía de tan lejana fuente como la del rey David, pasando a través de Jesús y María Magdalena.
Y, repitiendo una vez más el cruce de parentescos, el rey Alfonso volvió a mezclar su sangre con esa dinastía sagrada de tan antiguos orígenes al casarse con una hija de Leonor de Aquitania y de Enrique II, rey de Inglaterra y conde de Anjou.
El linaje del Rey David
De manera que ya tenemos a nuestro rey Alfonso VIII dentro de la corriente de descendencia del rey David, casándose además con quien lleva la sangre de Anjou, que no es un linaje cualquiera en lo que afecta al Grial. Wolfram von Eschenbach, en su Parzival, incluye en este linaje a su protagonista, Parsifal, el caballero que encontrará el Grial, cuando dice que su padre es "un héroe extraordinario, un Anjou de esclarecida estirpe". Si tenemos en cuenta que en otros romance griálicos se insiste con tenacidad en que los caballeros vinculados con tan misterioso secreto son "del alto linaje del rey David", podemos ir atando cabos para suponer que ser Anjou y ser descendiente del rey David viene a ser lo mismo para los narradores de esta historia. Y si a todo esto le añadimos que sir Thomas Malory, en su obra La muerte de Arturo, dice expresamente que "Lanzarote viene solo del octavo grado de nuestro Señor Jesucristo, y Galahad del noveno", vemos cómo, en el contexto griálico, se da por sentado que Cristo tuvo descendencia y podemos concluir que ser Anjou significa que por sus venas corre no solo sangre davídica, sino también la de Jesús y de María Magdalena. Y eso es Leonor de Aquitania, hija del conde de Anjou: una descendiente del linaje sagrado, casada a su vez con Alfonso VIII, otro miembro del reducido grupo que podemos llamar Grial de sangre. Se unieron en un matrimonio real que ocultaba otra realeza mucho más profunda y antigua: la que nacía del sagrado trono del rey David.
Los reinos españoles y el grial
En las fechas de las que hablamos, las fronteras no eran las que conocemos hoy. El reino de Francia apenas cubría un pequeño territorio en torno a una isla del río Sena que no llegaba, por supuesto, a los Pirineos. Los terrenos al norte de la cordillera no pertenecían a la corona francesa. Eran propiedad de nobles caballeros independientes, vinculados por lazos de sangre y vasallaje a los reinos españoles de Navarra y Aragón. Eran las tierras de Languedoc, Gascuña, Rosellón, Aquitania, Provenza... Para hacernos una idea de cómo eran las cosas entonces, basta decir que la Aquitania era el doble de grande que el reino de Francia, y su duque Guillermo IX se jactaba de que nunca había prestado juramento de fidelidad al rey francés. Y estas son, precisamente, las tierras de¡ Grial, aquellas en las que su tradición se asienta, en las que surge el temprano culto a María Magdalena y la leyenda de¡ cáliz sagrado. Y son también las tierras por las que se extiende la herejía cátara con sus extrañas creencias sobre la Magdalena, y donde el Temple concentra el mayor número de propiedades.
Con todo esto, no es extraño que, en las narraciones medievales del Grial, aparezcan numerosas referencias a los reinos españoles. Los autores extranjeros, fundamentalmente franceses y anglosajones, ignoran este hecho, probablemente para seguir hablando de¡ Grial como cosa suya. Pero lo curioso es que los autores españoles tampoco se esfuerzan demasiado en resaltar la presencia, por derecho propio, de los reyes y reinos peninsulares en la leyenda del Grial, Siguiendo el texto más famoso, el Parzival de Eschenbach, nos encontramos ya con que el autor afirma basar su obra en un antiguo manuscrito encontrado precisamente en Toledo.
A partir de ahí, las referencias a España son constantes. Veamos unas cuantas. El padre de Parsifal, en uno de sus viajes, desembarca en Sevilla. "En aquel país ?dice el texto? conocía al rey. Era su primo Kaylet. Fue a visitarlo a Toledo". Por tanto, según el texto, llevaban la misma sangre y Parsifal seria sobrino de este rey peninsular. Quizá por eso el escudo que lleva Parsifal había sido "forjado en Toledo, en el país de Kaylet'.También hay abundantes alusiones al rey de Aragón, al que llama Schafillor. En una de ellas se narra cómo éste, en un torneo, "tiró al suelo, detrás del caballo, al viejo Utepandragun, rey de los britanos". Es decir, el rey aragonés vence al padre del mismísimo rey Arturo. Vinculado a la familia del Grial, aparece también un personaje llamado Kyot de Cataluña, que lleva el título de duque. Otro, de nombre Liddamus y rango de príncipe, dice tener "en Galicia,
muy diseminados, numerosos castillos, hasta Pontevedra". Los héroes de la búsqueda griálica montan caballos castellanos, y la montura del caballero Gawan luce una significativa señal: "En la grupa llevaba grabada a fuego una tórtola, el blasón del Grial".
muy diseminados, numerosos castillos, hasta Pontevedra". Los héroes de la búsqueda griálica montan caballos castellanos, y la montura del caballero Gawan luce una significativa señal: "En la grupa llevaba grabada a fuego una tórtola, el blasón del Grial".
El misterioso escudo de Cuenca
Cuando el rey Alfonso VIII de Castilla puso cerco a la ciudad de Cuenca en 1177, los musulmanes llevaban en ella cuatro siglos. No fue fácil la conquista. Amurallada en los altos riscos cercados por las aguas de los ríos Júcar y Huecar, la empresa no era precisamente sencilla, y el rey Alfonso necesitó la ayuda del monarca aragonés, Alfonso H. Pariente, por supuesto, además de tocayo, ya que descendía de Inés de Aquitania. También contó con el auxilio de los caballeros de la Orden del Temple, esa milicia de Cristo que, según los romances medievales, custodiaba el secreto del Grial. De manera que las fuerzas que plantaron cerco a la Cuenca musulmana eran "soldados del Grial", un ejército mandado por reyes que pertenecían a la estirpe sagrada. El asedio se inició el 6 de enero, día de la Epifanía, y duró nueve meses, hasta el 21 de septiembre, festividad de san Mateo.
Oficialmente, el escudo de Cuenca se confeccionó para conmemorar esta victoria y el rey Alfonso VIII concedió a la villa unas armas que recordaban los días de¡ comienzo y del fin de su conquista. La estrella, en representación de aquella que, en lejanos tiempos, guió a los Reyes Magos de Oriente en su largo viaje hasta el portal del Belén para adorar al Niño recién nacido, acontecimiento que la cristiandad celebra el 6 de enero. Y el cáliz, en representación de san Mateo, cuya festividad se celebra el 21 de septiembre. Esta es la interpretación oficial de las armas que componen el famoso escudo de Cuenca y, la verdad resulta bastante inverosímil. El asunto de la estrella puede pasar, aunque ya ve que oculta un significado más profundo de lo que parece. En cuanto a lo de san Mateo y el cáliz, es una versión que tiene poco asidero, ya que la iconografía religiosa nunca representó a este santo evangelista con una copa. Y si esta no es la interpretación correcta, ¿cuál es el significado que esconden los símbolos del escudo de Cuenca?.
...y el Grial
De las intenciones que tenía el rey Alfonso queda todo lo que hemos dicho, sí, y también el escudo de Cuenca con las ¡armas que el rey le dio: una estrella ?ver cuadro? y un cáliz. Si sabía, como efectivamente sabía, que se casaba con un insigne miembro de esa dinastía sagrada, con una "Anjou de esclarecida estirpe" según el griálico texto de Wolfram von Eschenbach, y si quería hacer de Cuenca su Alfonsípolis, la sede de su corte y de su familia, parece que con las armas del escudo no queda reseñar el hecho de su victoriosa conquista, sino dejar constancia simbólica de la estirpe a la que él y su esposa pertenecían, para que su señal campeara sobre la ciudad elegida.
Así pues el cáliz sería una alusión directa al Grial, velada por la tradicional interpretación de que copa o caldero remiten sin más a esa forma orográfica de cuenco en el que la ciudad de Cuenca se levanta.
Pero todavía hay más. El escudo de Cuenca es una estrella suspendida sobre un cáliz, sobre un Grial. Una luminada que, según el Apocalipsis de Juan, es el planeta Venus, el lucero brillante de la mañana que distingue a los descendientes del rey David. Volvamos por un momento a las páginas finales del Párzival de Eschenbach. En ellas, una vez concluida la aventura de la búsqueda del Grial, el autor nos cuenta lo que ocurre con sus principales protagonistas. Parsifal se casa con la reina Condwiramurs y se convierte en el rey del Grial. Y tienen un hijo, Lohengrin, llamado el Caballero del Cisne". Se trata de un personaje al que los romances medievales convertirán en héroe mítico de la cultura sajona. Como vemos, Lohengrin es descendiente del rey David, al igual que el rey Alfonso VIII. Y también es un Anjou, como la reina Leonor. Pues bien, una narración del siglo XV, para señalar el origen de este Caballero del Cisne", dice que ha venido "del monte en el que Venus está dentro del Grial". De manera que aquí tenemos la referencia directa a este símbolo contenido en el escudo de Cuenca: la estrella ?Venus, el lucero del alba? suspendida sobre el Grial, señalando a otro ilustre miembro de la estirpe sagrada, según las legendarias crónicas sobre este secreto.
Tras todo lo visto, no resulta nada extraño que Alfonso Vi]¡, casado con esa Leonor de Inglaterra que llevaba la sangre de Anjou, escogiera tales símbolos para representarse a sí mismo en el escudo de la ciudad que llevada su nombre: Alfonsípolis.
viernes, 22 de junio de 2012
Ejemplo de Infanzón castellano durante la alta edad media - S - XI
Durante la alta edad media, la nobleza
como tal no se diferenciaba mucho de los plebeyos en sus ropas. Tan
solo algunas características puntuales. La principal diferencia que
existía entre la nobleza y la plebe en el siglo XI, eran las
posesiones. Los nobles tenían tierras, caballos, torretas o
castillos, gente a su cargo (campesinos). Eran herederos por sangre
de títulos y privilegios concedidos en el pasado. No obstante las
ropas utilizadas por la nobleza tenia algunas características
propias de su rango.
Las calzas comienzan a ser utilizadas a
mediados finales del XI en toda la península cristiana por
influencia de los franceses. Llegando primero a las altas capas de la
sociedad.
También en el condado de Barcelona, y
por influencia francesa, las mujeres comienzan a utilizar mangas
anchas en sus vestidos. Y de igual forma solo la nobleza es victima
de esta moda.
Otra característica de la nobleza
sería la calidad de las ropas, los tintes de las mismas, y los
adornos que las adornaban.
Los campesinos y gente poco adinerada,
utilizaría ropas semejantes pero de colores mas humildes, y
normalmente heredada de padres a hijos.
En la foto vemos representado a algún
personaje de la baja nobleza castellana del siglo XI. Un infanzón,
quizás un caballero villano. O un alcaide o señor de fortaleza bajo
mandato de algún señor superior encargado de administrar sus
posesiones .
jueves, 21 de junio de 2012
miércoles, 20 de junio de 2012
martes, 19 de junio de 2012
lunes, 18 de junio de 2012
El nublero castellano, una reminiscencia de Wotan
Los nuberos, nuberus, nubleros o nubeiros son personajes de
la mitología asturiana, mitología cántabra, castellana y gallega. Se los llama
de las cuatro maneras respectivamente según qué mitología.
Controlan el tiempo a su voluntad y se divierten provocando tormentas y tempestades, lanzando centellas a los animales y arruinando las cosechas de los hombres con el granizo. Estos hacedores y rectores de inclemencias no dudarán en utilizar los rayos como armas si son atacados o molestados.
Entre las gentes de Cantabria y Asturias se les tiene temor por los destrozos que producen en los pueblos y a ellos se les atribuyen las temidas noches de aguaceros y tempestades. Es por ello que durante las horas de oscuridad los lugareños encienden cirios y hacen tañir las campanas para ahuyentarlos.
Al contrario que a los ventolines, los pescadores temen a los nuberos pues les culpan de las terribles galernas del Cantábrico, que les hacen regresar apresuradamente a puerto, donde les esperan las preocupadas gentes.
En Asturias son representados como hombres altos (según Aurelio del Llano, no para otros) de aspecto envejecido, grisácea barba, ancha boca, vestimenta oscura (de pieles, normalmente) y un gran sombrero picudo de ala ancha. Se los considera feos, diciéndose de forma popular que se es más feo que el nuberu. También existe otro dicho sobre los lugares de aspecto tenebroso que hace referencia al carácter malévolo que se le atribuye en Asturias: tien cara de nuberu.
Algunos estudiosos relacionan al nuberu con el dios escandinavo Odín o el germano Wotan, en cuanto a que una de las muchas atribuciones de este es la de dirigir las tormentas, y a la descripción física del nuberu. Muchas de las descripciones retratan al nuberu asturiano como tuerto, una de las características de Odín. También existen muchos paralelismos con el Entiznáu de la mitología hurdana, con el que comparte incluso rasgos de su indumentaria.
En Asturias, otro de los nombres que otorga la tradición al nuberu es el de Xuan Cabritu. Según se cuenta, vive con su mujer e hijos en lo alto de una montaña en una ciudad cubierta de nubes, y cuando sale de allí es para descargar tormentas y aguaceros sobre la gente. Algunos autores sitúan su casa en las cumbres entre Asturias y León, en una casa de tierra.
También existen versiones del cuento que sitúan su vivienda en lugares lejanos como Egipto. Sin embargo, no existe constancia de la presencia de mercaderes fenicios en Asturias como para llegar a esta conclusión, así que pudiera tratarse del resultado de la tendencia de la época sobre la que advertía Menéndez Pidal de orientalizar mitos pertenecientes en realidad a las tradiciones celta o germánica.
En Cantabria la tradición los describe como geniecillos traviesos y ladinos, de aspecto diminuto, cuerpo orondo y cara pérfida, montados siempre en plomizas nubes. Anclados en la superstición de la propia evolución cultural de los pueblos, encontramos sin ninguna duda todos esos dioses que no desaparecieron de sus creencias y mitologías, sino que mutaron y cambiaron adaptándose a los nuevos tiempos y nuevas creencias.
Es muy posible por tanto, que nuestro Nublero en la Castilla naciente de origen germánico visigodo, fuera realmente el viejo dios Wotan / Odin, o Gaut / Gautúr para los godos. Quien adoptó una nueva forma y personalidad para vivir en los nuevos tiempos que llegaban.
Por ello el viejo dios de la guerra, fue ahora genio de las tormentas, sin un ojo, con un sombrero grande y apoyado en un bastón. Atributos típicos del dios Odin. A la par que se encargaba de arrojar truenos y rayos contra la tierra, atributos típicos de Zeus, padre solar al igual que Wotan de la fuerza primaria patriarcal indoeuropea.
Controlan el tiempo a su voluntad y se divierten provocando tormentas y tempestades, lanzando centellas a los animales y arruinando las cosechas de los hombres con el granizo. Estos hacedores y rectores de inclemencias no dudarán en utilizar los rayos como armas si son atacados o molestados.
Entre las gentes de Cantabria y Asturias se les tiene temor por los destrozos que producen en los pueblos y a ellos se les atribuyen las temidas noches de aguaceros y tempestades. Es por ello que durante las horas de oscuridad los lugareños encienden cirios y hacen tañir las campanas para ahuyentarlos.
Al contrario que a los ventolines, los pescadores temen a los nuberos pues les culpan de las terribles galernas del Cantábrico, que les hacen regresar apresuradamente a puerto, donde les esperan las preocupadas gentes.
En Asturias son representados como hombres altos (según Aurelio del Llano, no para otros) de aspecto envejecido, grisácea barba, ancha boca, vestimenta oscura (de pieles, normalmente) y un gran sombrero picudo de ala ancha. Se los considera feos, diciéndose de forma popular que se es más feo que el nuberu. También existe otro dicho sobre los lugares de aspecto tenebroso que hace referencia al carácter malévolo que se le atribuye en Asturias: tien cara de nuberu.
Algunos estudiosos relacionan al nuberu con el dios escandinavo Odín o el germano Wotan, en cuanto a que una de las muchas atribuciones de este es la de dirigir las tormentas, y a la descripción física del nuberu. Muchas de las descripciones retratan al nuberu asturiano como tuerto, una de las características de Odín. También existen muchos paralelismos con el Entiznáu de la mitología hurdana, con el que comparte incluso rasgos de su indumentaria.
En Asturias, otro de los nombres que otorga la tradición al nuberu es el de Xuan Cabritu. Según se cuenta, vive con su mujer e hijos en lo alto de una montaña en una ciudad cubierta de nubes, y cuando sale de allí es para descargar tormentas y aguaceros sobre la gente. Algunos autores sitúan su casa en las cumbres entre Asturias y León, en una casa de tierra.
También existen versiones del cuento que sitúan su vivienda en lugares lejanos como Egipto. Sin embargo, no existe constancia de la presencia de mercaderes fenicios en Asturias como para llegar a esta conclusión, así que pudiera tratarse del resultado de la tendencia de la época sobre la que advertía Menéndez Pidal de orientalizar mitos pertenecientes en realidad a las tradiciones celta o germánica.
En Cantabria la tradición los describe como geniecillos traviesos y ladinos, de aspecto diminuto, cuerpo orondo y cara pérfida, montados siempre en plomizas nubes. Anclados en la superstición de la propia evolución cultural de los pueblos, encontramos sin ninguna duda todos esos dioses que no desaparecieron de sus creencias y mitologías, sino que mutaron y cambiaron adaptándose a los nuevos tiempos y nuevas creencias.
Es muy posible por tanto, que nuestro Nublero en la Castilla naciente de origen germánico visigodo, fuera realmente el viejo dios Wotan / Odin, o Gaut / Gautúr para los godos. Quien adoptó una nueva forma y personalidad para vivir en los nuevos tiempos que llegaban.
Por ello el viejo dios de la guerra, fue ahora genio de las tormentas, sin un ojo, con un sombrero grande y apoyado en un bastón. Atributos típicos del dios Odin. A la par que se encargaba de arrojar truenos y rayos contra la tierra, atributos típicos de Zeus, padre solar al igual que Wotan de la fuerza primaria patriarcal indoeuropea.
viernes, 15 de junio de 2012
El asalto al Castillo de Ayub, abrirá una nueva edición de Las Alfonsadas 2012
El Asalto a las Murallas, en el castillo de Ayub, abrirá el próximo 21 de junio a las 22.00 horas, las Alfonsadas 2012, una celebración que cumple su séptima edición y que, precisamente este año, ha recibido la declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional. A partir de esta jornada, y hasta el día 24, se sucederán diversas actividades con el objetivo de recrear la reconquista de Calatayud por parte de las tropas cristianas de Alfonso I El Batallador. Entre otras actividades previstas para los tres días que dura el evento, la Asociación Medieval Alfonso I – colectivo organizador del mismo – ha previsto un amplio programa de actividades en el que no faltará el tradicional mercado medieval, la concentración de Haimas, los conciertos, los pasacalles, las representaciones teatrales y la numerosa presencia de grupos recreacionistas medievales.
Descárgate el programa completo de las Alfonsadas 2012 en la zona de descargas que encontrarás a la derecha de tu pantalla.
Pincha aquí si quieres más información
miércoles, 13 de junio de 2012
11 nuevos castros cantabros encontrados en el norte de Burgos, podrían reinterpretar las guerras cantabras
Once nuevos castros cántabros y numerosos vestigios medievales han sido descubiertos en la comarca burgalesa de Las Loras, al norte de Burgos, un territorio histórico que perteneció a la Cantabria antigua y donde un grupo arqueólogos ha trabajado durante varios años en más de medio centenar de yacimientos.
Los codirectores del proyecto Alfonso Bourgon, Ignacio Ruiz Vélez y Ramón Bohigas han presentado este jueves en rueda de prensa estas novedades arqueológicas, que se presentarán públicamente en una conferencia, a las 20 horas, en el Ateneo de Santander, y que, en su opinión, podrían conducir a reinterpretar la historia de las guerras cántabras desde un punto de vista "estrictamente operacional".
El principal hallazgo son 11 nuevos castros fortificados de la Edad del Hierro pertenecientes al mundo cultural del pueblo protohistórico que llamamos cántabro, en la zona que fue frontera de las llamadas Guerras Cántabras (años 29 al 19 AC).
Los yacimientos han sido descubiertos mediante prospección ocular por Alfonso Bourgon a lo largo de varios años de "exhaustivas" salidas de campo y certificados en visitas posteriores por los doctores Ruiz Vélez y Bohigas, con la colaboración puntual del profesor y arqueólogo Manuel García Alonso y el doctor y catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria César González Saiz.
Las campañas realizadas tenían por objeto el rastreo sistemático del terreno, mediante prospección visual y recogida de materiales en superficie para la identificación de posibles nuevos yacimientos arqueológicos en la franja de territorio comprendida.
La zona está delimitada por Alar del Rey-Villela por el oeste; Montorio-Huérmeces por el este; el valle de Valdelucio por el norte y Sasamón-Villadiego por el sur, según han indicado los codirectores, que han indicado que el objetivo era "completar el inventario arqueológico regional en una zona insuficientemente explorada".
Con los resultados de la campaña se publicará un trabajo revisando el conocimiento científico existente sobre el poblamiento de la edad del hierro en una zona que se identifica "claramente" como límite o frontera entre los antiguos cántabros, que ocupaban las primeras elevaciones y loras de la cordillera, y los turmogos o turmódigos, habitantes de las llanuras cerealistas del entorno de Villadiego y a los que, según las crónicas de los historiadores clásicos, las bandas de guerreros cántabros rapiñaban el fruto de sus cosechas por la fuerza de las armas.
A la vista de los resultados, se pretende también reinterpretar el episodio militar de las guerras cántabras (años 29 al 19 AC), desde un punto de vista estrictamente operacional, en lo que todas las fuentes clásicas y contemporáneas sitúan como la zona donde se inició la campaña de conquista y las primeras operaciones militares de la fuerza de invasión romana.
HALLAZGOS "DIVERSOS"
Los codirectores del proyecto han señalado que "los hallazgos han sido muy diversos, de distinto período y entidad e importancia", y que la "mayor parte" de ellos son asentamientos castreños y yacimientos medievales.
Entre estos hallazgos, "la pieza más antigua" es un 'chopper', una primitiva herramienta de piedra tallada. "Es un núcleo de canto rodado, de cuarcita, tallado con unos golpes básicos para darle un filo cortante, pero que también se ha utilizado como percutor a juzgar por las huellas de uso que presenta", han explicado.
Según los expertos que lo han analizado, su cronología es "muy amplia y poco concreta", oscilaría entre 400.000 y 1.100.000 años de antigüedad; es decir, entre el homo heidelbergensis y el homo antecessor de Atapuerca. Probablemente, según han indicado, es el primer hallazgo de estas características en esa zona del norte burgalés.
Por el contrario, la pieza más moderna es un cobre castellano o vellón resellado del siglo XVII, concretamente de 1636; es decir, una pieza a la que, durante el caos monetario del reinado de Felipe IV, se reacuñó un nuevo valor, en este caso de ocho maravedís.
En medio de estos dos hallazgos casuales hay 11 castros o poblados fortificados del hierro "totalmente inéditos", varias necrópolis tumulares del mismo período asociadas a algunos de esos castros; varios asentamientos no fortificados del mismo período; y antiguas minas de donde obtenían el mineral de hierro para la fabricación de herramientas y armas.
También se ha localizado un asentamiento fortificado tardorromano, es decir, visogodo; tres santuarios altomedievales con necrópolis asociada; restos de dos castillos altomedievales; o tres estelas medievales, una de ellas todavía en pie, entre otros.
REINTERPRETAR LAS GUERRAS CÁNTABRAS
Como apunte general, los codirectores han augurado que "igual no todos los castros se ubicaban atendiendo a cuestiones exclusivamente de defensa" del territorio, "sino a la presencia de la materia prima estratégica por excelencia en aquel momento: el hierro".
Si esto fuese así, han indicado que puede que "haya que reinterpretar un período muy concreto de la historia y muy de moda de unos años a esta parte, como es el de las llamadas guerras cántabras, que tuvieron lugar entre los años 29 y 19 AC.
"Aceptando que no todos los castros localizados sean contemporáneos de ese episodio bélico -algunos serán sin duda mucho más antiguos- en cualquier caso, entre los que se han localizado nuevos en estas campañas y los que ya eran conocidos, el panorama que se nos presenta, en lo que era el límite meridional del territorio histórico de los cántabros es el de una franja fronteriza literalmente plagada de recintos amurallados o fortificados y perfectamente comunicados visualmente entre sí", han explicado.
Y es que, según han elucubrado, "esto quiere decir que las crónicas de los historiadores romanos sobre las operaciones militares contra los cántabros no pueden tener una explicación tan simple como la que nos ha llegado".
martes, 12 de junio de 2012
Celebración del asedio a Logroño de 1521.
Como ya sabrán, el Ayuntamiento logroñés, para evocar dentro de las fiestas de San Bernabé el fin del asedio a la ciudad del 11 de junio de 1521, programa la recreación de lo que pudo ser un campamento de las tropas asaltantes francesas. Para D. Guinea (léase tribuna de 25 de Mayo), tal propuesta municipal le hace creer que se «aproximan días de careta y cuchipanda»; previene sobre la «mascarada de poner en pie un simulacro de asedio convenientemente extrapolado, edulcorado y mitificado», y , frente a quienes «parecen decididos en un empeño paleto», expone una reflexión sobre lo sucedido en aquellas fechas. En mi opinión, el autor, por su desmesura, desaprovecha una ocasión «de oro» para despertar -y satisfacer-, con sus aportaciones, sus conocimientos, la curiosidad y atracción de los lectores. ¿En qué contexto histórico cabe encuadrar el acontecimiento?
En 1519, tres reyes aspiran al vacante título de 'jefe' (político) de la Cristiandad -del Sacro Imperio Romano Germánico-: Carlos I de España (y V de Alemania), Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. Para «promocionar su candidatura» entre las 7 personalidades que habrían de decidirlo, Carlos se ausenta (dos años) de España dejando como regente a un «extranjero», Adriano de Utrecht. El descontento por lo que se considera «abandono» -del rey- de los asuntos propios (de España) desemboca en la insurrección de los Comuneros (1520), finalmente derrotados en Villalar el 24 de abril de 1521.
Carlos I, que reúne la herencia borgoñona (Países Bajos), la española, la austriaca, después de haber empleado un millón de florines de oro en negociar los apoyos necesarios, obtiene el 'título' en disputa. Temeroso el rey francés por verse rodeado de territorios del monarca hispano, deseoso de debilitarle por algún lado (el otro era Italia, el corredor de comunicación con el Papa), aprovechando la ausencia del rey y el conflicto comunero, le declara la guerra el 22 de abril de 1521, tratando de ayudar a su cuñado Enrique II a 'recuperar' la Navarra de este lado de los Pirineos, tomada por Fernando el Católico en 1512.
Puesto que D. Guinea cree que se «soslaya por estos pagos», deliberadamente, el importante matiz de que el asedio no fue protagonizado por el ejército francés «a secas», sino por un ejército franco-navarro, es necesario referirse a la situación del reino de Navarra.
Navarra (¿125.000 hab.?), encajonada entre Castilla, Aragón y Francia, trataba de establecer alianzas con los reinos circundantes a fin de no ser anexionada por ninguno de ellos, mediante la fórmula habitual de la época: las uniones matrimoniales. (Viene al caso recordar que Isabel de Castilla, rechazando a sus pretendientes portugueses, franceses e ingleses, casó en 1469 con Fernando de Aragón, con el objetivo político de lograr la unificación de los reinos de España: sólo quedaron fuera de la unión Granada, hasta 1492, y Navarra)
En el caso de Navarra, las uniones matrimoniales con dinastías de otros reinos trataban de preservar su independencia, pero también eran fuente de conflictos no sólo sucesorios sino entre los partidarios de «buscar amparo» en Castilla o en Francia. Alegando derechos sucesorios y por la inclinación que sentían los reyes navarros por la política francesa, Fernando el Católico, no se olvide, apoyado por la facción beaumontesa, invade y conquista Navarra en 1512, anexionándola provisionalmente a Aragón, y posteriormente (1515) a Castilla. Por esta invasión, Navarra queda dividida en dos partes, una a cada lado de los Pirineos. Y es precisamente desde el otro lado, hoy territorio francés, desde la denominada Baja Navarra o sexta merindad, desde donde surgen diversos intentos de recuperar la Alta Navarra, la de aquí, promovidos por los reyes navarros Juan y Catalina allí refugiados, y posteriormente Enrique II.
En mayo de 1521, al tiempo que un ejército franco-navarro atraviesa los Pirineos, se produce un alzamiento generalizado (también de las ciudades beaumontesas) en apoyo del rey Enrique II. Las tropas franco-navarras toman Navarra y se plantan a las puertas de Logroño el 25 de mayo. Su asedio a la ciudad durará 16 días.
Nuestro tribuno nos previene de la «contaminación de la historia local» de un capítulo bélico escasamente relevante y el afán de convertirlo en un emblema de heroicidad de los logroñeses. Afirma asimismo que, puesto que en Logroño se refugiaron hasta mil curtidos y experimentados soldados, más o menos, provenientes del repliegue de las guarniciones castellanas de Navarra, quedaría «desmontado el mito de que la defensa de Logroño se debió en exclusiva al denuedo y valentía de sus habitantes». Pero siendo muy importante el detalle que aporta, la pregunta crucial es si la población nativa participó (en la medida de sus posibilidades) o no en la resistencia al asedio, además de soportarlo claro está, que no es poco.
Afirma que posee datos que revelan que la ciudad no quedó desabastecida, aunque para dar de comer a un millar de soldados -me pregunto yo-, más la población nativa, haría falta organizar muy bien la despensa en una ciudad amurallada y asediada. Afirma que lo de una población hambrienta y exhausta, como se ha dicho, que excavaba túneles bajo la muralla para salir al Ebro a pescar peces, nada de nada. Una fabulación. Según su relato, que no pongo en duda, los franceses, en vez de envolver la ciudad, cometieron el «error» de organizar el asedio apostándose en un único punto frente a una ciudad amurallada, la del lado de Madre de Dios, tras vadear el Ebro, aguas abajo del puente de entrada, se supone, «fuertemente fortificado», desde donde «cañoneaban intermitentemente la ciudad», «dejando libre» el resto de frentes o lados, por donde debieron «colarse» los «socorristas abastecedores» de Lardero, Albelda y Alberite. ¿Y qué quiere que le hagamos? Pero los logroñeses seguían dentro, ¿no? Y así 16 días, con sus noches, ¿como máximo! Una fiesta.
Todas las referencias de la historia de Navarra hablan ciertamente de que fue un ejército franco-navarro, organizado al otro lado de los Pirineos, quien ocupó Navarra, y de que la acción fue saludada en las ciudades beaumontesas, facción hasta entonces pro-castellana y enemiga irreconciliable de la facción pro-francesa (agramontesa). De este unánime acuerdo, deduce D. Guinea, la legitimidad de la iniciativa de reconquistar el reino que el rey Católico les había arrebatado por la fuerza en 1512, repito, con la ayuda beaumontesa. Pero cabe preguntarse si esa aludida legitimidad franco-navarra incluiría el derecho a la «conquista» de Logroño u otros territorios.
¿Y cómo acabó la historia? La demora en hacer efectiva la incursión desde Francia, no produciéndose hasta mayo, cuando en abril los comuneros habían sido aplastados por las tropas reales, y el empeño en entrar en Logroño, en vez de consolidar la victoria en los territorios conquistados, más el tiempo «empleado» en su asedio, propició la reorganización del ejército castellano, que les derrotó en la batalla de Noáin (30 de junio de 1521), si bien siguieron resistiendo dispersamente hasta la caída de Fuenterrabía (marzo de 1524), tras lo cual el emperador Carlos decretó un perdón generalizado para los cabecillas a cambio de que se le prestase juramento de fidelidad, reiterando el compromiso de Fernando el Católico de respetar las instituciones y leyes navarras, concluyendo así una guerra civil de 100 años entre bandos navarros.
Se mire por donde se mire, tras estos episodios (grandes o pequeños) se consumó la unificación de los reinos de España. Se puede concluir que, sin necesidad de manipular la historia, se distinga superpuesto al conflicto 'navarro' -que se resuelve, por lo menos hasta el día de hoy- el conflicto de estados, entre España y Francia. ¿Acaso no hubo una declaración de guerra a España? Y eso es, lo que el pueblo logroñés conmemora. ¿Qué hubiera pasado de no ser detenido a tiempo el avance?
El 'pulso' entre España y Francia debería enmarcarse en la dialéctica de estados, que las izquierdas se resisten a aceptar como 'motor' de la Historia, dialéctica que ha verse entrecruzada a la dialéctica de clases. La 'cosa' venía de lejos -la derrota de Carlomagno (batalla de Roncesvalles 778)- y perduraría mucho tiempo más (el mismo rey Francisco I no dudó en aliarse -contra España- con los piratas berberiscos; no disimularon su anhelo porque los turcos derrotasen a las tropas españolas que acudieron a Lepanto (1571) a detener el avance del imperio otomano y defender la cristiandad europea; luego la invasión 1808; la Leyenda Negra y su «Europa termina en los Pirineos».
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En 1519, tres reyes aspiran al vacante título de 'jefe' (político) de la Cristiandad -del Sacro Imperio Romano Germánico-: Carlos I de España (y V de Alemania), Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. Para «promocionar su candidatura» entre las 7 personalidades que habrían de decidirlo, Carlos se ausenta (dos años) de España dejando como regente a un «extranjero», Adriano de Utrecht. El descontento por lo que se considera «abandono» -del rey- de los asuntos propios (de España) desemboca en la insurrección de los Comuneros (1520), finalmente derrotados en Villalar el 24 de abril de 1521.
Carlos I, que reúne la herencia borgoñona (Países Bajos), la española, la austriaca, después de haber empleado un millón de florines de oro en negociar los apoyos necesarios, obtiene el 'título' en disputa. Temeroso el rey francés por verse rodeado de territorios del monarca hispano, deseoso de debilitarle por algún lado (el otro era Italia, el corredor de comunicación con el Papa), aprovechando la ausencia del rey y el conflicto comunero, le declara la guerra el 22 de abril de 1521, tratando de ayudar a su cuñado Enrique II a 'recuperar' la Navarra de este lado de los Pirineos, tomada por Fernando el Católico en 1512.
Puesto que D. Guinea cree que se «soslaya por estos pagos», deliberadamente, el importante matiz de que el asedio no fue protagonizado por el ejército francés «a secas», sino por un ejército franco-navarro, es necesario referirse a la situación del reino de Navarra.
Navarra (¿125.000 hab.?), encajonada entre Castilla, Aragón y Francia, trataba de establecer alianzas con los reinos circundantes a fin de no ser anexionada por ninguno de ellos, mediante la fórmula habitual de la época: las uniones matrimoniales. (Viene al caso recordar que Isabel de Castilla, rechazando a sus pretendientes portugueses, franceses e ingleses, casó en 1469 con Fernando de Aragón, con el objetivo político de lograr la unificación de los reinos de España: sólo quedaron fuera de la unión Granada, hasta 1492, y Navarra)
En el caso de Navarra, las uniones matrimoniales con dinastías de otros reinos trataban de preservar su independencia, pero también eran fuente de conflictos no sólo sucesorios sino entre los partidarios de «buscar amparo» en Castilla o en Francia. Alegando derechos sucesorios y por la inclinación que sentían los reyes navarros por la política francesa, Fernando el Católico, no se olvide, apoyado por la facción beaumontesa, invade y conquista Navarra en 1512, anexionándola provisionalmente a Aragón, y posteriormente (1515) a Castilla. Por esta invasión, Navarra queda dividida en dos partes, una a cada lado de los Pirineos. Y es precisamente desde el otro lado, hoy territorio francés, desde la denominada Baja Navarra o sexta merindad, desde donde surgen diversos intentos de recuperar la Alta Navarra, la de aquí, promovidos por los reyes navarros Juan y Catalina allí refugiados, y posteriormente Enrique II.
En mayo de 1521, al tiempo que un ejército franco-navarro atraviesa los Pirineos, se produce un alzamiento generalizado (también de las ciudades beaumontesas) en apoyo del rey Enrique II. Las tropas franco-navarras toman Navarra y se plantan a las puertas de Logroño el 25 de mayo. Su asedio a la ciudad durará 16 días.
Nuestro tribuno nos previene de la «contaminación de la historia local» de un capítulo bélico escasamente relevante y el afán de convertirlo en un emblema de heroicidad de los logroñeses. Afirma asimismo que, puesto que en Logroño se refugiaron hasta mil curtidos y experimentados soldados, más o menos, provenientes del repliegue de las guarniciones castellanas de Navarra, quedaría «desmontado el mito de que la defensa de Logroño se debió en exclusiva al denuedo y valentía de sus habitantes». Pero siendo muy importante el detalle que aporta, la pregunta crucial es si la población nativa participó (en la medida de sus posibilidades) o no en la resistencia al asedio, además de soportarlo claro está, que no es poco.
Afirma que posee datos que revelan que la ciudad no quedó desabastecida, aunque para dar de comer a un millar de soldados -me pregunto yo-, más la población nativa, haría falta organizar muy bien la despensa en una ciudad amurallada y asediada. Afirma que lo de una población hambrienta y exhausta, como se ha dicho, que excavaba túneles bajo la muralla para salir al Ebro a pescar peces, nada de nada. Una fabulación. Según su relato, que no pongo en duda, los franceses, en vez de envolver la ciudad, cometieron el «error» de organizar el asedio apostándose en un único punto frente a una ciudad amurallada, la del lado de Madre de Dios, tras vadear el Ebro, aguas abajo del puente de entrada, se supone, «fuertemente fortificado», desde donde «cañoneaban intermitentemente la ciudad», «dejando libre» el resto de frentes o lados, por donde debieron «colarse» los «socorristas abastecedores» de Lardero, Albelda y Alberite. ¿Y qué quiere que le hagamos? Pero los logroñeses seguían dentro, ¿no? Y así 16 días, con sus noches, ¿como máximo! Una fiesta.
Todas las referencias de la historia de Navarra hablan ciertamente de que fue un ejército franco-navarro, organizado al otro lado de los Pirineos, quien ocupó Navarra, y de que la acción fue saludada en las ciudades beaumontesas, facción hasta entonces pro-castellana y enemiga irreconciliable de la facción pro-francesa (agramontesa). De este unánime acuerdo, deduce D. Guinea, la legitimidad de la iniciativa de reconquistar el reino que el rey Católico les había arrebatado por la fuerza en 1512, repito, con la ayuda beaumontesa. Pero cabe preguntarse si esa aludida legitimidad franco-navarra incluiría el derecho a la «conquista» de Logroño u otros territorios.
¿Y cómo acabó la historia? La demora en hacer efectiva la incursión desde Francia, no produciéndose hasta mayo, cuando en abril los comuneros habían sido aplastados por las tropas reales, y el empeño en entrar en Logroño, en vez de consolidar la victoria en los territorios conquistados, más el tiempo «empleado» en su asedio, propició la reorganización del ejército castellano, que les derrotó en la batalla de Noáin (30 de junio de 1521), si bien siguieron resistiendo dispersamente hasta la caída de Fuenterrabía (marzo de 1524), tras lo cual el emperador Carlos decretó un perdón generalizado para los cabecillas a cambio de que se le prestase juramento de fidelidad, reiterando el compromiso de Fernando el Católico de respetar las instituciones y leyes navarras, concluyendo así una guerra civil de 100 años entre bandos navarros.
Se mire por donde se mire, tras estos episodios (grandes o pequeños) se consumó la unificación de los reinos de España. Se puede concluir que, sin necesidad de manipular la historia, se distinga superpuesto al conflicto 'navarro' -que se resuelve, por lo menos hasta el día de hoy- el conflicto de estados, entre España y Francia. ¿Acaso no hubo una declaración de guerra a España? Y eso es, lo que el pueblo logroñés conmemora. ¿Qué hubiera pasado de no ser detenido a tiempo el avance?
El 'pulso' entre España y Francia debería enmarcarse en la dialéctica de estados, que las izquierdas se resisten a aceptar como 'motor' de la Historia, dialéctica que ha verse entrecruzada a la dialéctica de clases. La 'cosa' venía de lejos -la derrota de Carlomagno (batalla de Roncesvalles 778)- y perduraría mucho tiempo más (el mismo rey Francisco I no dudó en aliarse -contra España- con los piratas berberiscos; no disimularon su anhelo porque los turcos derrotasen a las tropas españolas que acudieron a Lepanto (1571) a detener el avance del imperio otomano y defender la cristiandad europea; luego la invasión 1808; la Leyenda Negra y su «Europa termina en los Pirineos».
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lunes, 4 de junio de 2012
La tradicional subida de pendones al castillo de Lara
El 2 de junio de 2012, y una vez más, los habitantes de las poblaciones de la comarca Tierra de Lara volvieron a homenajear a sus antepasados, y a reivindicar su existencia subiendo sus pendones al castillo de Lara en un ambiente festivo. ¿La finalidad? Estar juntos, demostrar que juntos se pueden hacer muchas cosas, reivindicar esta comarca histórica tan importante en la historia medieval de Castilla y, sobre todo, PASARLO BIEN CON LOS AMIGOS. Allí estuvimos también nosotros: el Camino del Cid atraviesa una parte importante de estas míticas tierras...